Sueños De Un Juez I. Serna Moisés De La Juan

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Sueños De Un Juez I - Serna Moisés De La Juan

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alegro de que el Juez haya sido el que os pusiera en vuestro sitio, pues si él no lo hubiera hecho lo habría hecho yo. Todo lo que he visto no me sirve de nada, y quiero tener algo nuevo, así que dejar de pensar en luciros, que para mí sois los Principales y no se os va a quitar nada, y dejar hacer al Juez su trabajo, así que escuchemos y veamos qué más nos dice, pues el tiempo que ha estado en Oración ha sido mayor del que nos ha dicho las cosas ―Y se sentó.

      Ante aquellas palabras del Rey, el juez, vio reforzada su escasa autoridad y empezó por organizar el trabajo y designó a quién quería escuchar el primero, y como empezó a hacerlo como lo había hecho antes le dijo:

      ―Espero que seas mejor en tus Juicios, pues careces de calidad, así que prepara para mañana bien el trabajo ―Y lo mismo hizo con los demás, asombrando incluso al Rey, que por un lado veía que se alargaba algo que para él había empezado como un juego, y que por otra parte le gustó el tono y los planteamientos, de aquel a quien había puesto como Juez, y todos salieron pues disgustados.

      Así pues, el Juez por la autoridad que le había dado el Rey dispuso que el Juicio se celebraría al día siguiente, dando tiempo a preparar cada uno por separado, sus respectivos cargos, y desde luego, con aquellas premisas expuestas, todos se esforzaron pues veían que el mismo Rey, que hasta entonces les había ignorado estaba tomando parte en el propio Juicio, aunque como espectador.

      Llegado a este punto el Espíritu del Juez, volvió a su cuerpo, y así vino volando, haciendo realidad un pensamiento que él mismo había tenido, y antes de entrar vio la casa por encima y le pareció curioso, pues era la primera vez que se fijaba en una construcción desde aquella perspectiva, y entró en la habitación y vio a su amada esposa durmiendo tranquila, y se vio a sí mismo en otra habitación también durmiendo, aunque con mala postura y entró en el cuerpo, y cuando lo hizo El juez, el Juez, el Físico, se despertó, y levantándose y marchó a su cama con un gran cansancio.

      El juez se despertó a la mañana siguiente, y aquel día estuvo casi sonámbulo, era como si hubiera tenido fiebre y no hubiera descansado, y, sin embargo, rememoraba con todo detalle lo que tenía que hacer, recordaba muy bien lo soñado, y como le inquietaba todo, lo consultó en la Oración, y se le dijo:

      ―Espera a esta noche el sueño no ha terminado.

      Así pasó el día, demasiado despacio para él, y cuando llegó el tiempo de descansar, se durmió totalmente agotado, pero no por eso dejó de despertarse a las tres horas de dormir, y así revivió todo lo que había visto en su sueño anterior, y volvió a ensoñarse y con ello siguió el Juicio planteado a la TERCERA EDAD.

      Sucedió lo mismo que la noche anterior, el Espíritu del Juez, salió del cuerpo físico y después de mirarle, pensó en estar en el palacio del Rey, y tal como lo pensó marchó volando hacia aquel lugar donde se tenían que reunir, llegó el primero y vio como entraban y el último de todos fue el Rey, que se sentó en su sillón y a su lado su corte, el Consejero de Justicia y dos Consejeros más invitados por el propio Rey, y cuando todos estuvieron se mandó al Juez que empezase.

      Así el Juicio empezó por el Juez, que expuso el motivo de la reunión, y también presentó las partes según se tenía que hacer, y también dijo que, si alguien no podía, no quería, o tenía algunos prejuicios o presiones que el Juicio no sería válido, y todo sabían que eso sería así, y el Juez lo dijo en voz alta y dijo:

      ―Sé que eso es así, pero como entiendo que todos son Jueces, podrán dejar en la puerta antes de entrar, aquello que pueda afectar a lo que aquí se diga.

      Todos estuvieron de acuerdo y parecía que en la noche que habían tenido para reflexionar, habían cambiado de aptitud, ya que consideraron que el Juez iba en serio, y podría darles un susto, si no cumplían bien, pues estaba el Rey delante.

      Abrió la Sesión aquel que tenía que acusar y que vosotros llamáis Fiscal, y defendió el argumento de que a todos los ancianos a una determinada edad o circunstancias, se les tenía que dar muerte o permitir que murieran, ya que no servían para nada y también eran una gran carga para su familia que tenía que tener personas dedicadas a ellos, y así dijo que en la antigüedad cuando alguien llegaba al momento de no poderse valer, se le dejaba en el monte para que esperase la muerte, en soledad y por inanición, todo podría ser dos a cuatro días de sufrimiento, y comparaba que este tiempo no era nada, con los años de sufrimiento que podía tener, si se le cuidaba en que podía durar años, y también el sufrimiento para los demás.

      Todos escuchaban y aunque no les gustaba el tema, estaba bien presentado y argumentado, y así continuó aquel hombre que parecía de hierro por sus duras palabras:

      ―Esto naturalmente tiene sus excepciones, pero como norma y como Sentencia que tiene que ser general, y luego en cada caso particular, digo que tampoco el sufrimiento purifica ni ayuda en su vida Espiritual. Así pues, no tiene sentido prolongar el sufrimiento, pues para su Espíritu interno, tampoco le vale de nada pues sus mentes no rigen, y es sabido que los Espíritus y el cuerpo físico se conectan a través de la mente, así pues si esta no funciona, la conexión está interrumpida, y ese Espíritu está esperando la muerte del cuerpo para salir y marchar al lugar donde moran los Espíritus ―Y por los gestos que hacían los demás, parecía que tenía razón.

      El Acusador o Fiscal, presentó a uno de sus testigos, el cual dijo, que tenía a su padre que vivía con él desde hacía mucho tiempo y que era una carga tan pesada que todos estaban deseando que muriese, el hecho había ocurrido hacía más de diez años, y era la consecuencia de una caída de caballo, un accidente.

      Así todos los días se lo demostraban pues el hombre apenas se podía mover dado que tenía dificultades en la espalda y también por ello, y ver si la carga era pesada, que se le tenía que bañar y también atender en sus necesidades personales, y conocéis que los enfermos no tienen control de sus órganos, y así estaba rodeado muchas veces de porquería, y así todos parecían asentir.

      El hombre que era un Juez de los asistentes que le había tocado ser testigo de cargo, se expresaba diciendo:

      ―Yo soy el que menos sufre, pues apenas le veo, ya que cuando marcho por la mañana él continúa en su cama, y cuando regreso él está en su habitación y todo el trabajo cae sobre la mujer y los hijos, y ya no pueden aguantar más, y mirar que ocupa un lugar en la casa que necesitamos para separar a los hijos que son mayores, y que deben dormir juntos siendo machos y hembras ―Y así hizo muchos comentarios.

      Cuando hubo terminado, continuó el segundo testigo de cargo y dijo:

      ―Veréis mi caso es distinto, tengo un padre que ya es muy anciano y tiene la cabeza ida, pero como según la Ley continúa con vida, no se puede repartir la herencia, y así tenemos que aguantarnos sin poder hacer nada pues él solo dice:

      ―Todo se queda como está, cuando me marche podéis vender o hacer lo que queráis, pero ahora es mi bien lo que me juego.

      »Él, no cree que le cuidaríamos mucho mejor, si nos deja administrar el dinero, y entiende, que cuando no tenga la fortuna le podemos abandonar o quitar de en medio, tal y como ha ocurrido en casos que él dice conocer, a lo largo de su vida, y ver que esta es mucha, pues ya tiene el pelo blanco y también la barba. Continuamente nos hace humillarnos y tener que ir a pedir dinero para poder seguir con la hacienda, pues él mismo como tiene la cabeza mal no puede cuidarla, y si no ver, que se necesitaba reponer una pareja de animales para el apareamiento y volver a tener una buena ganadería, y eso como sabéis cuesta una fortuna, y así se le dijo:

      ―Vendemos una tierra y con ella compramos los animales.

      »Y

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