Sueños De Un Juez I. Serna Moisés De La Juan
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Le llegó el turno al Juez que hacía de segundo testigo de la Defensa y que tenía preparado lo siguiente, y que expuso, después del saludo diciendo:
―Yo no tengo un testimonio personal, sino el de muchos hombres y mujeres que tendrían que cambiar su forma de pensar, si hiciéramos algo tan tremendo como es el autorizar dar muerte a los ancianos, y es eso lo que nuestro Juez acusador o Fiscal nos ha presentado.
»Como sabéis hace mucho tiempo, llegaron a estas tierras los Druidas y se instalaron en ella, y de ellos procedemos en cuanto a nuestra cultura y formas de pensar, y aunque diferimos en algunos conceptos, como el Espiritual, pues como sabéis, para ellos no existe nada después de la vida, sino que todo vuelve a la madre tierra o la naturaleza y para nosotros, que creemos que existe una vida Espiritual después de la vida física y que se vive en forma de Espíritu, con el Espíritu que todos llevamos dentro, pero nuestras diferencias no son en cuando a la vida física.
»Sabemos y se nos enseña en la Escuela Espiritual cuando somos todos niños, que existen el mundo Espiritual, y que a él acuden todos los que han sido de bien en el mundo físico, y, sin embargo, no los que han atentado contra la vida, y este principio es uno de los doce que se nos enseña, la Vida es sagrada.
»Los principios sobre los que se basan nuestras costumbres y nuestras tradiciones son básicamente, EL RESPETO A LA VIDA Y LA AYUDA cuando hace falta, y ver que estos dos puntales básicos, no son solo Espirituales, que cuando entramos en este tema, el matar o dejar morir, nos hace inválidos para volver a escuchar a alguien del mundo Superior.
»Ver que aquí se está presentando el matar o el dejar morir, a personas muy especiales, a las cuales la Sociedad debe mucho, y también las familias o las Comunidades, por ello pensar si no estaríamos autorizando algo que los demás no quieren y no piensan luego asumir.
»¿Acaso el Juez que dicte esta Sentencia conocerá que tendrá que cumplirla llevando soldados para ello?, y si no ver las Comunidades de las montañas, ninguna de ellas las cumplirá, o las Comunidades de los valles, y de las tierras bajas, en donde el apego a la unidad es aún más fuerte, ¿Como nosotros, unos cuántos Jueces, aunque tengamos un Rey delante, nos abogamos el derecho de cambiar algo tan arraigado en nuestra propia esencia de Etíopes?
El hombre estaba brillante y se sabía escuchado y como buen conocedor del público no alargó el tema para no estropearlo, y así terminó:
―Por ello os digo, si aprobáis tal cosa, no seréis dignos de ser etíopes.
Y al que así planteaba la cuestión y que se tomó unos minutos de silencio para que, en la mente de todos, hubiera entrado bien su última afirmación, se sentó, después de saludar y decir que había terminado.
Todos se quedaron mirando al Juez, el cual levantándose se acercó al Rey y saludándolo le dijo:
―Veréis mi Señor es tarde, si queréis seguimos luego pues la mañana está terminada y hace tiempo que se escuchan los ruidos en las tripas de los asistentes ―Y todos sonrieron pues era verdad, y el mismo Rey lo notaba y dijo:
―Bien seguiremos luego, pero entender que no se puede alargar tanto un tema, pues se tiene a toda la ciudad sin hacer Justicia ―Y levantándose salió del aposento.
Cuando reanudaron la sesión, el Rey que esperaba el momento dijo:
―Pues bien, ¿Ahora es el momento en que vas a hacer Oración y pedir consejo para dar tu Sentencia? ―y se quedó mirando al Juez, el cual le contestó:
―Ver mi Señor que la Justicia no puede tener prisa, recordar que el Acusador o Fiscal se había reservado el último turno después de la Defensa así que le corresponde a él continuar.
El Juez al que se había referido, tomó la palabra y se quedó cortado, pues en realidad había pensado hacer un gran discurso, pero la prisa que el Rey había demostrado aconsejó que no lo hiciera, así que determinó que no tenía nada nuevo que añadir y así quedó para Sentencia.
El juez, Cuerpo Espiritual, se vio así mismo como Juez en aquella sesión en que todo era un Sueño, y así vio cómo tomaba la palabra y decía:
―Veréis Señor, que tal y como se ha presentado el asunto no resulta nada fácil, y yo no tengo sabiduría dado que soy un Juez Rural.
»Recordar que solo administro en el Zoco la Justicia y para ello, necesito de la ayuda que se me pueda dar, por eso siempre me retiro para pedirla y lo hago por medio de la Oración, todos conocéis que cuando lo hacemos nuestro Espíritu se pone en contacto con el Maestro Espiritual que de joven nos está atendiendo.
»Conocéis también que ese Maestro que para mí es SUPREMO, es quien aconseja como es mi caso, en todos los aspectos de la vida en que se le quiera consultar, a mí me aconseja en los Juicios, y me dice lo que tengo que decir, y luego lo único que hago es repetir con palabras lo que se me ha dicho con ideas.
Cuando el Rey escuchó esto, y aunque le había visto en un Juicio al que había asistido disfrazado, no creía que el consejo que recibiera aquel hombre, le pudiera dar una sabiduría mayor de la que él mismo tenía, por ello con guasa le dijo:
―Ve y pide consejo, y mira que sea bueno y que sea diferente al que todos sabemos, pues si no, entonces veremos que quien te da el consejo es tu propia cabeza, y que buscas en la Oración el tiempo que se necesita para pensar porque ya eres anciano.
El juez, se puso colorado y consideró aquello como un insulto y se volvió al Rey y le dijo:
―Señor vos tenéis la fuerza, pero no la razón, si la razón se sostiene por la fuerza seréis odiado y no querido, decidir qué es lo que esperáis de vuestro pueblo, pues si la justicia se hace bajo presión y por la fuerza nadie tendrá sino el resultado del miedo, ¿es eso lo que esperáis?
Todos se quedaron asustados por las palabras que había dirigido al Rey, e incluso el juez, y puso por ello una actitud de sumisión que complació al Rey y este dijo:
―Me parece bien tu comentario, aunque ha sido un poco duro, creo que es justo, en verdad quiero que mi pueblo no me tema, por ello escoge el tiempo que necesites y ya veremos si ese consejo vale la pena el tiempo que perdemos.
El juez Espíritu, vio como el Juez se retiraba de aquel lugar y en un sitio en solitario se ponía a hacer Oración, y así al cabo de un tiempo vio como el que estaba inclinado asentía, y volvía a hacerlo, y así estuvo un tiempo y así se puso sentado sobre sus talones, y con los ojos cerrados escuchaba, cuando terminó de hacerlo, salió de la habitación y se reunió con todos y así el Rey dijo:
―Es tarde, así que como necesitas tu tiempo seguiremos mañana, marchar todos y volver a la segunda guardia ―Y que todos conocían que era la hora en que el sol estaba en vertical.
Por la mañana se reunieron todos, y así el Juez se expresó, primero saludando al Rey y al Consejero de Justicia, y a los otros consejeros que habían acudido, y que ya había varios aparte de los llamados por el Rey, pues enterados de ello y no queriendo quedarse aparte, vinieron por propia iniciativa, y luego saludó a sus compañeros y se expresó así.
―Veréis Señor ―y de dirigió al Rey― aquel que me escucha y aquel que me aconseja también ha escuchado vuestras palabras y me ha dicho lo siguiente: