Lluvia De Sangre. Amy Blankenship
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–Te enseñaré no sólo a usar los poderes que se han despertado dentro de ti, sino también a controlar los que pondrán a otros en peligro —susurró falsamente, antes de tomarla en sus brazos.
Lacey pestañeó cuando Ren se le acercó y notó que la oficina se desvanecía en la distancia. En unos segundos se encontró en la misma habitación en la que se había despertado, la de él. Su mirada se desvió hacia la cama esperando que finalmente iba a conseguir lo que secretamente anhelaba desde que lo había conocido. En vez de eso, él la agarró del brazo y la llevó más allá de la cama, confundiéndola.
Al ser empujada dentro del baño cercano, no pudo reprimir un grito de sorpresa cuando de repente se encontró debajo de la ducha cayéndole una cascada de agua helada sobre su cabeza. Temblando, extendió la mano y cerró el agua al darse cuenta de que aún estaba completamente vestida. Ahora notaba como su piel sensible respondía ante una nueva situación. Era mucho más frío de lo que jamás pensó que podía sentir.
–¿Para qué coño hiciste eso? —preguntó Lacey mirando a Ren con mirada asesina.
–Lección número uno —gruñó Ren, inclinándose hacia ella para subrayarlo—, no dejes que el calor sexual mal enfocado te afecte tanto que te acostarías con cualquiera para conseguir calmarlo.
La mirada de rabia de Lacey no disminuyó mientras sus dientes castañeteaban. —Tienes razón. ¿En qué demonios estaría yo pensando al preguntarte? Te prometo que la próxima vez elegiré a alguien un poco más listo.
Ella esperó a que volviera, pero se encontró con un silencio total que la puso un poco nerviosa, y el hecho de que no pudiera ver sus ojos a través de las estúpidas gafas de sol no ayudaba en nada. Se preguntaba adónde había ido a parar el deseo que Ren había estado sintiendo hace un momento y por qué demonios había sido reemplazado de repente por esa rabia. La emoción era tan fuerte que tenía que luchar para contenerla. Había pasado el último año vigilando sus pensamientos y emociones ante gente peligrosa y ahora era casi una profesional haciéndolo, pero por alguna maldita razón, cuando estaba junto a él no ocurría así.
En vez de golpear a ese grandísimo idiota como estaba deseando, cerró la puerta de la ducha delante de su cara para no tener que verlo más. Se quitó el vestido empapado y lo lanzó por encima de la puerta de la ducha y sonrió cuando escuchó que chocaba contra algo. Esperaba que el vestido mojado con agua fría le hubiera golpeado en la cara. Se merecía eso y mucho más.
Mirando hacia el vidrio esmerilado de la ducha, Lacey pensó en hacer un bailecito triunfante cuando vio la sombra del cuerpo de Ren que se quitaba las gafas de sol para secarlas. Saboreó ese pequeño momento de venganza que calmó su ira por un instante. Lacey abrió el agua caliente y se metió debajo gimiendo de placer al sentir como se calentaba su carne fría.
Ren apretó los dientes, aún furioso por la forma tan fácil en que le había informado que pediría ayuda a otro la próxima vez que se pusiera cachonda. Arrojarla a la ducha fría había sido causado por su mal genio y su mal genio nunca había sido muy listo. Él tendría que arreglar el error antes de que ella intentara cumplir con su amenaza, siendo intentar la palabra clave porque él nunca permitiría que alguien más la tocara de esa manera.
Sus labios se abrieron para advertirle que ella condenaría a sentencia de muerte a cualquiera que intentara seducir, pero apretó los dientes con rabia para evitar que sus palabras salieran de su boca. Ella sólo lo tomaría como un desafío de todos modos y probablemente correría directo a su amante, ya que matar al idiota no la importaría.
Ren pasó una mano por su flequillo para quitárselo de los ojos y comenzó a caminar de un lado para otro mientras sus pensamientos se aceleraban. Era cierto que tendría que poner a prueba los límites de ella en saber cuánto del mundo que le rodeaba estaba cifrando. Lo último que necesitaban era que ella enloqueciera sólo porque el demonio de a su lado estaba de mal humor. Él había estado practicando en esto mucho más tiempo que ella, y él sería el que le enseñaría cómo lidiar con ello.
Su ritmo se moderó al darse cuenta de que ella no era la única que necesitaba aprender a manejar las nuevas cosas. Por el amor de Dios, ni siquiera había salido del baño para que ella pudiera ducharse en paz. ¿Tenía tanto miedo de perderla de vista? De nuevo, la respuesta a esa pregunta era obvia.
Ren volvió lentamente su mirada hacia el vidrio ligeramente esmerilado que los separaba. Su vista era demasiado buena para seguir mirando.
Con un suspiro frustrado, se giró sobre sus talones y salió del baño a grandes pasos. Necesitaba alejarse de la visión de su desnudez para poder pensar con claridad. Se detuvo en medio de su dormitorio cuando vio a Storm, que se apoyaba sin reparo en el poste de la cama con un par de bolsas de las compras a sus pies.
–Voy a contarte esto rápidamente porque en unos minutos, ella saldrá de allí con el culo al aire echándote la culpa. Storm sonrió, sabiendo que su amigo estaba pasando por un momento difícil. Parecía que ninguno de los dos estaba teniendo un buen día, pero el de Ren estaba a punto ser mucho más corto.
–Pues entonces date prisa, antes de que yo mismo teletransporte tu lento trasero fuera de aquí —dijo Ren, devolviendo la sonrisa, que rápidamente se desvaneció cuando se dio cuenta que Storm sabía que Lacey saldría desnuda. Ladeó la cabeza al ver la sangre que se acumulaba en la oreja de Storm cuando el Caminante del Tiempo giró su cabeza.
–Ella va a necesitar esto —dijo Storm, señalando las bolsas antes de desaparecer.
El saber que Storm evitaba la reprimenda que estaba a punto de darle no ayudó en nada al mal humor de Ren. ¿Qué demonios estaba haciendo Storm para que le sangrara la oreja? Se acercó para mirar las bolsas y comprobó que había ropa. Al ver la ropa se acordó de que ella en ese momento no llevaba nada bajo el agua.
Miró lentamente a la puerta que los separaba preguntándose si no debería dejar la ropa justo donde estaba.
El pulso de Lacey seguía acelerado mientras se enjabonaba y frotaba su piel febril con movimientos rápidos y casi dolorosos. Estaba muy enfadada y curiosamente, todavía muy excitada, lo que aún la enfadaba más. Maldición, el dolor al restregarse demasiado fuerte le hacía sentir incluso bien.
Todo esto era culpa de Ren. Estaba segura de que había sido la necesidad sexual de él la que la había llenado en la oficina justo hace un momento. El deseo había sido tan fuerte que ella casi podía saborearlo. Tampoco había duda de que él se había excitado cuando la encerró contra el escritorio, el enorme bulto de sus pantalones no se podía negar.
¿Cómo se atrevía a sermonearle que tuviera que controlarse cuando ella acaba de ver como perdía el control en La Cerveza de la Bruja? Cerró los ojos y se mordió el labio inferior tratando de suprimir un gemido cuando ese recuerdo le trajo una ardiente ráfaga blanca que la golpeó directamente en su abdomen.
Maldito sea. Hubiera deseado que funcionara en ambos sentidos para poder devolverle la frustración sexual que ella estaba experimentando. La esponja enjabonada se detuvo justo debajo de sus pechos, mientras ella se calmaba. Tal vez sí era una vía de doble sentido. Él sacaba las emociones de otros, así que, podría sentir la excitación que tenía en este momento, especialmente si ella la aumentaba adrede. Ninguna mujer de carne y hueso en su sano juicio dejaría pasar la oportunidad de la masturbación si no tenía otras opciones.
Bajó sus hombros mientras se preguntaba por qué intentaba pelear con el hombre que le había salvado la vida hace un par de horas. De acuerdo, era mandón y podía