Amenaza Principal. Джек Марс
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Algunas personas en la sala comenzaron a murmurar entre ellas.
–Orden, —dijo Stark, sin levantar la voz. —Orden, por favor.
–Está bien —dijo Dixon—, lo preguntaré. ¿Qué tiene de sensible?
Stark miró a un hombre con gafas, sentado hacia la mitad de la mesa. El hombre probablemente tenía treinta y muchos, pero tenía un sobrepeso que lo hacía parecer casi un niño angelical. La cara del hombre era grave. Diablos, estaba en una reunión con el Presidente de los Estados Unidos.
–Señor Presidente, soy el Dr. Fagen, del Departamento de Interior.
–Está bien, Dr. Fagen —dijo Dixon—, cuéntemelo.
–Señor Presidente, la plataforma Frobisher, aunque es propiedad de Innovate Natural Resources, es una inversión conjunta entre Innovate, ExxonMobil, ConocoPhillips y la Oficina de Administración de Tierras de los Estados Unidos. Les hemos extendido una licencia para hacer lo que se conoce como perforación horizontal.
En la pantalla, la imagen cambió. Mostraba un dibujo animado de una plataforma petrolera. Mientras Dixon observaba, un taladro se extendía hacia abajo desde la plataforma, debajo de la superficie del océano y hacia el fondo del mar. Una vez bajo tierra, el taladro cambió de dirección, giró noventa grados y ahora se movía horizontalmente debajo del lecho de roca. Después de un tiempo, se encontró con un charco negro debajo del suelo y el petróleo del charco comenzó a fluir lateralmente desde el cabezal de perforación hacia la tubería que lo seguía.
–En lugar de perforar verticalmente, que es como se realizaban la gran mayoría de las perforaciones en el siglo XX, ahora estamos dominando la ciencia de la perforación horizontal. Lo que esto significa es que una plataforma petrolera puede estar a muchos kilómetros de un depósito de petróleo, tal vez un depósito en una ubicación ambientalmente sensible…
Dixon levantó una mano. La mano en alto significaba PARAR.
El Dr. Fagen sabía lo que significaba la mano sin tener que preguntar. Al instante, dejó de hablar.
–Dr. Fagen, ¿me está diciendo que la plataforma Martin Frobisher, en el mar a seis kilómetros al norte del Refugio Nacional de Vida Silvestre del Ártico, realmente está perforando dentro del Refugio de Vida Silvestre?
Fagen miraba la mesa de conferencias. Su lenguaje corporal le dijo a Clement Dixon todo lo que necesitaba saber.
–Señor, con las tecnologías más modernas, las plataformas petroleras pueden explotar importantes depósitos subterráneos, sin poner en peligro la flora o la fauna sensibles, respecto a lo cual sé que ya expresó su preocupación…
Dixon puso los ojos en blanco y levantó las manos en el aire.
–Oh, demonios.
Miró al general.
–Señor, —dijo Stark. —La decisión de otorgar esa licencia se tomó hace dos administraciones. Solo era cuestión de perfeccionar la tecnología. De acuerdo, es controvertido y ni a usted ni a mi nos gusta esto. Pero yo creo que tendremos que aplazar esa discusión para otro momento. Ahora, tenemos una operación terrorista en marcha, con un número desconocido de civiles estadounidenses ya muertos y aún más vidas estadounidenses en peligro. El tiempo es esencial. Y, en la medida de lo posible, creo que debemos mantener este incidente, así como la naturaleza de esa instalación, fuera del alcance del público, por ahora. Más tarde, después de que hayamos rescatado a nuestra gente y disipado el humo, habrá mucho tiempo para debatir.
Dixon odiaba que Stark tuviera razón. Odiaba estos…
… compromisos.
–¿Qué sugiere? —dijo.
Stark asintió con la cabeza. En la pantalla, la imagen cambió y mostró un gráfico de lo que parecía ser un grupo de buzos de dibujos animados, nadando hacia una isla.
–Sugerimos encarecidamente que un grupo encubierto de operadores especiales altamente entrenados, Navy SEAL, se infiltre en las instalaciones, descubra la naturaleza de los terroristas y sus efectivos, decapite su liderazgo y, si es posible, recupere la plataforma con la menor pérdida de vida civil como las circunstancias lo permitan.
–¿Cuántos y cuándo? —preguntó Dixon.
Stark asintió nuevamente. —Dieciséis, quizá veinte. Esta noche, dentro de las próximas horas, antes del primer amanecer.
–¿Los hombres están listos? —dijo Dixon.
–Sí, señor.
Dixon sacudió la cabeza. Ser Presidente era una pendiente resbaladiza. Eso era algo que, a pesar de todos sus años de experiencia, nunca había entendido. Todos sus discursos ardientes, golpeando el atril, sus demandas de un mundo más justo y limpio… ¿para qué? Todo se había vendido río abajo incluso antes de empezar.
El Refugio Nacional de Vida Silvestre del Ártico estaba fuera de los límites de la perforación, en la superficie. Así que se estacionaron en el mar y perforaron desde debajo, por supuesto que lo hicieron. Eran como termitas, siempre mordiendo, royendo y convirtiendo la construcción más resistente en un castillo de naipes.
Y luego los hombres que estaban haciendo la perforación fueron atacados y retenidos como rehenes. Y como Presidente, ¿qué se suponía que tenías que decir: —Déjalos comer del pastel?
De ninguna manera. Eran estadounidenses y, en un nivel difícil de entender, eran inocentes. Solo hago mi trabajo, señora.
Dixon miró a Thomas Hayes. De todos los hombres en esta habitación, Hayes sería el más cercano a sus propios pensamientos sobre esto. Hayes probablemente se sentiría encajonado, traicionado, frustrado y atónito, al igual que Clement Dixon.
–¿Thomas? —dijo Dixon. —¿Qué opinas?
Hayes ni siquiera dudó. —Yo entiendo que es una discusión para otro momento, pero me alarma escuchar que estamos perforando en un entorno natural que debe ser apreciado y protegido. Estoy alarmado, pero no sorprendido y eso es lo peor.
Se detuvo. —Después de que estos hombres sean rescatados y, como usted dice, se disipe el humo, creo que debemos volver a revisar la moratoria de la perforación y dejar claro que no perforar significa no perforar, ya sea desde la superficie o desde el mar.
–Además, si va a haber una intervención militar, creo que hay que asegurarse de que haya supervisión civil de toda la operación, de principio a fin. Sin ánimo de ofender, General, pero en el Pentágono tienen tendencia a matar mosquitos a cañonazos. Creo que ya hemos oído hablar de demasiadas celebraciones de bodas en Oriente Medio siendo aniquiladas por ataques aéreos.
El general Stark parecía que estaba a punto de decir algo en respuesta, pero se contuvo.
–¿Puede hacerlo, General Stark? —preguntó Dixon. —No importa cuántos activos militares estén involucrados, ¿puede garantizarme la supervisión y participación civil durante toda la operación?
El general asintió. —Sí, señor. Conozco la agencia civil idónea para el trabajo.
–Entonces,