El Viaje De Los Héroes. Cristian Taiani

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу El Viaje De Los Héroes - Cristian Taiani страница 4

El Viaje De Los Héroes - Cristian Taiani

Скачать книгу

regateos para ahorrar algo de dinero, los niños aferrados a las faldas de sus madres. Si hubiera sido verano habría sido aún más hermoso con los carruajes llenos de vegetales coloridos y las grandes fuentes llenas de párvulos. Se dio cuenta de que estaba perdiendo el tiempo, miró al cielo gris y decidió apresurar el paso para llegar a tiempo a la posada.

      🟇🟇

      Rhevi se levantó muy temprano esa mañana, salió de la posada, admiró la suave capa de nieve, y con su habitual dedicación realizó su entrenamiento sin escatimar esfuerzos. Un tajo a la izquierda, otro a la derecha, y luego se detuvo con su espada larga y brillante.

      Se dio cuenta de las gotas que cubrían la cimitarra. Una ligera lluvia caía del cielo, pronto se convirtió en nieve.

      Se preparó para reunirse con Talun, tomó la espada, la pulió y, aunque no era necesario, la afiló. La empuñadura y la hoja estaban hechas de una extraña y casi indestructible aleación con una piedra azul en la parte superior. El filo de la espada tenía venas del mismo verde que los reflejos de su cabello, pero ella no conocía el secreto, y en ese momento ni siquiera se lo preguntaba.

      Finalmente, la colocó en su vaina, entró en la posada, se dirigió a su habitación y llenó una tina de madera con una infusión de hierbas y agua caliente. Se sumergió en ella y se quedó un rato para disfrutar del calor del agua caliente hasta que esta se enfrió.

      Cuando salió de la bañera, observó su cuerpo reflejado en el espejo y quedó fascinada. Este era simplemente perfecto, magro, ágil.

      Con un gesto inusual para sus rudos modales, acarició su larga cabellera azul y miró el brillo de sus propios ojos, de un verde esmeralda profundo, aquello la asombró. Era de una belleza única, a pesar de esas orejas puntiagudas que a veces le sobresalían de la cabellera, haciéndola sentir graciosa a los ojos de los demás. Se vistió con su típico atuendo masculino. Con su corpiño, su espada y sus pantalones de cuero oscuro era mal vista por las chicas de la ciudad, pero aquello no le preocupaba en absoluto. De hecho, le divertía.

      Bajó a la cocina de la posada, como siempre, bastante ordenada y limpia.

      "¿Adónde vas? Trabajaremos esta noche, ¿sí lo sabes?" dijo el abuelo Otan, mientras secaba un vaso detrás del mostrador y luego lo colocaba junto a un plato lleno de huevos cocidos al vapor y dos rebanadas de tostadas. Se acercó a la chica que comía con avidez.

      "Sí, lo sé, pero quería pedirte una tarde libre, tengo que hacer una entrega de comida para un hombre que vive fuera de la ciudad, ¡o de lo contrario tú tendrás que ir!" mintió.

      "De ninguna manera, soy un pobre viejo y con este frío ni siquiera llegaría a las puertas de la ciudad, pero ¿vas a ir sola? Allá afuera es peligroso y más peligrosos aún son los hombres que buscan la compañía de chicas hermosas".

      Rhevi lo miró y sacó su espada con una velocidad sobrehumana. "No te preocupes, puedo cuidar de mí misma", sonrió suavemente.

      Otan enroscó su labio en una mueca.

      "¡Ah, lo olvidé! Traeré agua y verduras", dijo la chica al entrar en la cocina.

      "No llegues tarde, sabes que me preocupo, aunque en mi corazón sé que puedes arreglártelas, te veré esta noche, mi pequeña", dijo el abuelo en un tono meloso. Al final del día ella seguía siendo su niña, ella había tomado el lugar de su hijo, y él la había criado sin que le faltara nada.

      Rhevi salió de la posada y esperó al mago, y después de unos minutos lo vio llegar, ya cansado.

      "Hola, Rhevi, ¿estás lista?" dijo el chico tiritando de frío.

       "Por supuesto, tengo mucha curiosidad respecto a ese hombre", respondió ella.

      Salieron del lugar y en poco tiempo llegaron a las puertas de Radigast. Saludaron a los guardias en las puertas y salieron.

      El frío cortaba sus rostros, los árboles estaban desnudos y el barro hacía más difícil la marcha, el cielo estaba bastante nublado y prometía una tormenta en breve.

      "Espero que no llueva antes de que lleguemos a la casa de Cortez", dijo Talun, quien se había cubierto con un abrigo muy pesado y tenía una capucha sobre su cara. Rhevi sólo llevaba una camisa gruesa y su corpiño, pero por el momento no tenía frío, su cuerpo parecía estar acostumbrado al clima.

      "Vamos, camina más rápido, Talun. Un poco de entrenamiento en el bosque no te vendría mal". La joven comenzó a reírse.

      "No te rías, llevo una túnica, mira, está sucia por barro, me la acabo de regalar y ya se está arruinando", respondió el joven mago.

      Después de aproximadamente una hora de marcha, vieron la roca negra que el hombre les había mencionado, miraron a su alrededor, se desviaron del camino y se perdieron entre los arbustos, hasta que divisaron una columna de humo blanco a lo lejos, y se dieron cuenta de que estaban en el camino correcto. Empapados, debido a que el clima no les había perdonado, llegaron a la casa.

      El exterior se estaba desmoronando y parecía abandonada, pero en realidad alguien estaba allí.

      Salía humo de la pequeña chimenea. Rhevi se acercó y golpeó la puerta, pero para su sorpresa notó que ya estaba abierta. Talun la miró con una expresión de sospecha y entró.

      "¿Hola?" preguntaron con voz fuerte y clara, pero no obtuvieron respuesta alguna.

      El lugar estaba lleno de libros y desordenado, la chimenea estaba encendida y había una olla en el fuego en la que hervía una sopa. Se podía percibir un olor nauseabundo en el ambiente.

      Rhevi y Talun buscaron en las otras habitaciones, pero no encontraron a nadie. Esperaron un rato, y luego la chica mitad elfa dijo: "¿Qué hacemos, nos vamos?" En ese momento, el fuego de la chimenea se extinguió de repente y un chorro de aire comprimido salió de un agujero bajo las brasas. Ambos saltaron asustados. "¿Qué hay ahí abajo?" preguntó Talun mientras se acercaba. Con un movimiento de su mano, levantó la reja sin tocarla y quedó al descubierto una escalera debajo.

      "¿Qué hacemos?" preguntó el mago, ya imaginando la respuesta.

      "¿Y lo preguntas? ¡Bajemos, no he venido hasta aquí sólo para coger frío y agua!"

      Rhevi bajó, seguida por su compañero. Al final de las escaleras había un túnel, se podía percibir un hedor a moho y no se veía nada, o al menos Talun no veía nada, porque Rhevi, con el más mínimo rayo de luz que salía de la parte superior de las escaleras, podía ver muy bien, un rasgo heredado de su madre.

      "¡Espera, no veo nada, por Eurotovar!" exclamó Talun decepcionado, y con un gesto acompañado de unas palabras incomprensibles hizo que saliera de sus manos una esfera de luz danzante. "Ahora podemos aventurarnos a quién sabe dónde, ¿eh?" dijo con un guiño burlón y engreído mientras la bola de luz los seguía.

      El túnel era estrecho, casi claustrofóbico, muy sucio y de paredes ennegrecidas.

      Rhevi, que estaba de pie frente a él, notó una puerta redonda de bronce. Mientras caminaban, se escuchó un chasquido y con una pirueta tan ágil que hizo que el mago abriera la boca, esquivó cuatro dardos que salieron disparados de las pequeñas grietas. Hizo un ademán de aprobación.

      "¿Estamos

Скачать книгу