«Había Una Vez», Cuentos De Los Zaza. Olivier Aymar
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Olivier Aymar
«Había una vez», cuentos de los zaza
cuentos
Traducción del francés por Elizabeth Garay
2 Un rey
5 Syamed
Introducción
Si bien los zaza no son conocidos por la mayoría de las personas, ellos existen. Los zaza son descendientes de las civilizaciones de Anatolia y Mesopotamia. Sus antepasados son a su vez los sumerios, los hattis, los hititas, los louvitas, los hurritas, los partes y los sasánidas. Tras la invasión del Imperio sasánida en el año 634 d.C., la tierra de los zaza fue objeto de sucesivas invasiones de árabes, selyúcidas, mongoles, Genghis Khan y Tamerlán, persas y turcos.
A partir de 1514, el pueblo zaza fue diezmado por los sultanes otomanos y los kurdos. Desde esa fecha, el pueblo zaza ha sido borrado de la historia, y su cultura, idioma, etnia y su propia historia se han atribuido a los kurdos que combatieron mano a mano con las autoridades turco—otomanas hasta 1940. Los cuentos que leerás en este libro relatan parte de la cultura oral del pueblo zaza .
Un rey
Un día, un rey reúne a sus tres hijas y pregunta a su hija mayor:
— ¿Cuánto me amas, hija mía?
Su hija le responde:
— Padre, te amo como al azúcar.
El rey queda tranquilo. Piensa que esto es bueno ya que significa que ella lo ama mucho. Se dirige a su siguiente hija:
— Tú, hija mía, ¿cuánto me amas?
— Te amo como a la miel.
El rey está muy contento, cree que esto es muy bueno porque ella también lo quiere mucho.
Cuando le llega el turno de la hija menor, ella le responde:
— Padre, te quiero tanto como amo la sal.
El rey no esperaba tal respuesta. Y se siente ofendido.
Al creer que es amado como la sal, es decir, nada, se retira a su habitación y comienza a pensar en encontrar una solución a esta ofensa. Después de un tiempo, decide enviar a su hija "malvada" lejos de su corte.
Llama a dos de sus sirvientes y les dice:
Tomen a mi hija menor y entréguenla al hombre más perezoso del país.
A la mañana siguiente, los dos sirvientes toman a la joven y se marchan con la esperanza de encontrar al hombre más perezoso del país. En el camino, ven a un hombre tumbado bajo un árbol de dátiles con la boca abierta, esperando que los dátiles caigan por sí solos.
Los dos sirvientes se detienen y comentan entre ellos que no podrán encontrar un hombre más perezoso que este.
Lo llaman:
— ¡Oye, tú! ¿Puedes oírnos?
— Sí, ¿qué quieren de mí?
— Te traemos a una de las hijas del rey para que te cases con ella.
El hombre responde:
— Muy bien, acérquenla.
Así que los dos sirvientes dejan a la chica con este hombre y regresan al palacio.
El hombre perezoso se llama Memet. Es tan perezoso que rara vez se levanta de su cama. Todas las mañanas, mientras está acostado, su madre lo lleva a la sombra de un árbol de dátiles. Por la noche, ella lo regresa a casa.
Esto había estado ocurriendo durante mucho tiempo.
La nueva esposa se rebela contra la situación de su marido. Le dice a su suegra:
— ¿Qué es este asunto de llevarlo y traerlo de vuelta, mañana y noche?
La suegra responde:
— ¿Qué quieres que haga, hija mía? El buen Señor me ha dado un hijo perezoso, y solo puedo soportar.
La hija del rey se pone a pensar. Cree que no puede seguir así para siempre y que tendrá que encontrar una solución. Esa misma noche, le dice a su marido:
— Mi querido esposo, sabes que para vivir, tendrás que ir a trabajar. De lo contrario, pronto no tendremos nada que comer.
El marido le responde:
— Pero querida, no sé cómo trabajar.
— ¡Está bien, ya aprenderás! Primero, comprarás una cuerda, luego irás al mercado de Les Halles a ofrecerte como cargador. Eso no requiere ningún entrenamiento.
El marido no insiste. A la mañana, compra una cuerda y llega al mercado de Les Halles.
Un hombre lo llama:
— Oye tú, ¿eres cargador?
Memet corre hacia el hombre:
— ¿Sí, señor?
— Lleva estos costales de harina a mi casa. Buscaré a otros cargadores para que lleven el resto de la mercancía.
— Muy bien señor, dijo Memet y de inmediato se pone a trabajar.
Mientras que el hombre buscaba a otros cargadores, Memet iba y venía varias veces y se las arregló para llevar él solo, todos los costales. Cuando el hombre regresa con otros dos cargadores, ya no había nada más para llevar. Así, le pregunta a Memet