El Fantasma De Girolamo Riario. Ivo Ragazzini
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу El Fantasma De Girolamo Riario - Ivo Ragazzini страница 6
—Increíble —respondió el investigador.
—No tanto. En realidad, se trataba de la propaganda negra preparatoria habitual, seguida por la política de conquista militar de la época —explicó el testigo.
—¿Y luego qué sucedió?
—Luego, a la vista de que pasaban los años y no ocurría nada de lo que decían la estrellas, alguien ordenó a la Compañía de matarifes que hiciera aquello que estaba también escrito en algún lugar de los cielos, pero que, por diversos motivos, no acababa de pasar en la tierra —explicó el testigo.
—En cuanto a Riario, ¿quién era…? —trató de preguntar el investigador.
—Girolamo Riario era quien había organizado el asesinato de los Médicis por cuenta de su tío, el papa Sixto IV. Y debía tomar el mando de Florencia en lugar de Lorenzo el Magnífico una vez asesinado. Y es por esto por lo que había acabado encabezando la lista de esa compañía de matarifes, o sicarios, si lo prefiere —explicó el testigo.
—Pero ¿por qué razón había tratado Riario de hacer algo así? —preguntó el investigador.
—Por varios motivos. Uno, porque era capitán general de la Iglesia19 y el papa le había ordenado tomar Florencia. El otro, porque a él también le interesaba tomar Florencia para unirla a sus señoríos de Imola y Forlí y crear así un gran ducado único, añadiendo también Faenza, entonces aliada de Florencia, que se interponía entre Imola y Forlí. Ese plan fracasó y solo murió Juliano de Médicis, mientras que Lorenzo el Magnífico se salvó del ataque de dos sacerdotes sicarios y el resto pronto lo entenderá a medida que se lo vaya explicando —respondió el testigo.
—Continúe entonces —asintió el investigador.
—Volviendo al libro de la profecía, antes de la muerte de Riario, se encontraron sobre una columna del altar mayor de la iglesia de San Mercuriale de Forlí unas inscripciones misteriosas en griego que aludían a algo, y esto hizo sospechar a algunos.
—¿A qué aludían esos escritos de la iglesia?
—Según muchas personas de la época, aludían a su muerte. Sin embargo, el cronista Leone Cobelli tomó ese libro en verso que le habían entregado, escribió algo titubeante y habló por ahí haciendo también propaganda a los enemigos. Pero algunos sospecharon que era un truco de los conjurados para ocultar el homicidio que estaban preparando y sepultar a Riario bajo una especie de damnatio memoriae20 —explicó el testigo.
—¿Qué es una damnatio memoriae? —preguntó el investigador.
Damnatio memoriae La condena a ser olvidado por la historia
—¿Se ha preguntado alguna vez por qué de algunos se saben muchas cosas y hechos, mientras que de otros solo se sabe que existieron o que les pasó algo, pero poco a nada de ellos o de lo que les pasó de verdad? —preguntó el testigo al investigador.
—Sí, pero pienso que se debe al hecho de que el lugar en que vivía o donde sucedió algo no había buenos escritores o cronistas que decidieran escribir los acontecimientos. Y así se acabó perdiendo el recuerdo de algo o de algún personaje —respondió el investigador.
—Podría ser así en unos pocos casos, pero lo ha dicho correctamente al acabar la respuesta: se acaba perdiendo el recuerdo de alguien o de algo.
—Bueno, eso también puede ser por causas diversas —replicó el investigador.
—Sí, es posible. Pero también existen algunas maneras de hacer que esto suceda. Es imposible que ocurra algo en un lugar y que nadie vea que ha pasado algo y se olvide del todo, a menos que alguno se ocupe de que se olvide todo o haga que de alguna manera todos los demás olviden todo —respondió el testigo.
—Le escucho, continúe.
—Al contrario que otros acontecimientos y personajes del pasado, de Riario y sus empresas no queda casi nada, incluida la mayor parte de los documentos oficiales que escribió y firmó. Tampoco los recuerdos, las palabras y las historias que habitualmente se transmiten oralmente parecen ya existir en el caso de Riario, mientras que, por ejemplo, de su esposa, Catalina Sforza, quedan cartas, relatos escritos, palabras y recuerdos que persisten en el tiempo.
—¿Y cuál es la razón?
—Damnatio Memoriae la llamaban los latinos. Era una condena a ser olvidado y eliminado del recuerdo histórico de todos. Una práctica habitual entre romanos y egipcios desde hacía tiempo y que también se usó después de ellos para eliminar a alguien de la historia —explicó el testigo. Luego añadió—: En la práctica, se eliminaban todos los recuerdos y cosas que la persona hubiera hecho en vida. Todos sus escritos, todas las imágenes en las que estuviera retratado, todas sus insignias y cualquier cosa que la recordase. Si se habían acuñado monedas con su nombre e imagen, estaba prohibido usarlas y tenían que entregarse para fundirlas o acuñarlas con otra forma.
»Incluso sus propiedades se demolían hasta los cimientos o se despojaban de cualquier recuerdo y eso es lo que hicieron con Riario. Y también lo que luego hizo Catalina Sforza con los asesinos de Riario: se apoderó y arrasó hasta los cimientos sus casas y propiedades, para que desapareciera todo recuerdo de ellos y se eliminaran y olvidaran también en la historia.
—¿Y dónde están escritas ahora estas cosas? —preguntó el investigador.
—No tengo ni idea de dónde están escritas ahora. Pero puedo decirle dónde estaban escritas entonces.
—Dígamelo.
—El cronista Leone Cobelli escribió algunas en sus crónicas y, si mira su correspondencia original, verá que algunas páginas están arrancadas justo en el punto en que habla de hechos de Caterina y Riario. Y también otro escritor y cronista de Forlí, hoy prácticamente desconocido, Guido Peppo, llamado de la Estrella, tuvo el mismo final y hoy sus escritos ya no existen. Este escribió muchos libros de historia que contaban muchos hechos y crónicas acaecidos en la Romaña, pero todos sus escritos desaparecieron tras su muerte, porque había sido amigo y cronista de Riario y tal vez también por algún otro motivo —explicó el testigo.
—Quién era este Guido Peppo, llamado de la Estrella?
—Un escritor y médico curandero de Forlí, capaz de leer y traducir como pocos el hebreo antiguo y el griego.
—¿Y todo esto se lo susurró un fantasma en los oídos? —preguntó el investigador.
—No, el primero que me lo contó fue mi bisabuelo cuando tenía once años —respondió el testigo.
—¿Su bisabuelo le explicó todas estas cosas cuando tenía once años? —preguntó incrédulo el investigador.
—Aunque le parezca extraño, es así.
¿Quiere explicarme mejor quién es usted y qué le ha pasado?
—preguntó cada vez con mayor curiosidad el investigador.
—Mi apellido es hoy Plaxxxxx y los antepasados