Velas de poder. Eric Barone

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Velas de poder - Eric Barone

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      Arranqué el cajón que me indicó Magister LIROLUVIILUI.

      Con las palpitaciones que uno puede imaginar (un poco por miedo a las arañas y mucho por la curiosidad), introduje la mano en el fondo del hueco, siguiendo las ranuras sobre las cuales se deslizaba el cajón, y.… exactamente encontré el clavo, muy liso, muy sólido, que me había anunciado. Intenté sacarlo con la mano, pero aquí también tenía razón. Más rápidamente que el campeón olímpico con su llama, subí con la pinza extraviada en el garaje.

      Sostengo el clavo, tiro con fuerza... y un mecanismo se pone en ruta: oigo una serie de “clics”. La pared del fondo del baúl se deslizó abruptamente. Una puerta, cuyas ranuras estaban disimuladas por una fina capa de cuero, se abrió rechinando.

      Descubrí un casillero en el cual un manuscrito parecía dormir con su sabiduría esperando que un humano lo despierte.

      Con la mano temblando, tomé el manuscrito cuya tapa era de cuero. Un sello, finamente grabado en oro surgió en relieve.

      

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      Así Magister LIROLUVILUI exista o no, esto sí, no era un sueño. Bajé a mi despacho y empecé a hojear el libro...

      Cito algunos pasajes que más me impactaron:

      “El futuro también tiene una historia, las Crónicas de Magister LIROLUVILUI son la historia del futuro del hombre.”

      Mi atención fue vivamente llamada: me di cuenta que tenía en manos un pergamino, un viejo documento de 108 años, que me hablaba de un futuro que también era el mío, ¡el nuestro!

      Ya me pregunto con viva curiosidad... qué van a contener las próximas Crónicas. Evidentemente la que tengo es la primera. ¿Quién encontrará las siguientes?

      “Dentro de 108 años el hombre estará en el umbral de Acuario. Entonces el Magister develará a la especie humana lo que debe saber para transmutarse a sí misma.

      “Los que sean capaces de descubrir quién es él, ya serán hombres de Acuario”.

      Por vanidad, yo ya me sentía “alguien de Acuario...”, pero una puntada irónica en mi cabeza me obliga a reflexionar: ¿Puedo pretender saber quién es Magister LIROLUVILUI tan sólo por haber recibido un llamado telefónico a continuación de un llamado telepático?

      “El hombre de Acuario deberá reivindicar los 33 derechos que la especie humana viola desde hace siglos.

      (...)

      Deberá curar no tan solo su cuerpo físico porque es el único visible, y sí tendrá que unificar medicina, psicología y esoterismo dado que son tres cabezas de una misma ciencia que debe ser mirada con nuestros tres ojos.

      (...)

      El deberá cesar sus luchas religiosas y volver al corazón mágico de las mismas. Corazón disimulado bajo montañas de política, poder y banalidad. Las iglesias de todas las religiones deben reencontrar la fuente de su creación... ellas han sido creadas para luchar contra el mal, ¡que lo hagan! sin generar una nueva inquisición, sino desarrollando la ciencia de la magia de acuario, es decir la esencia de las religiones: la fe!

      (...)

      Él deberá ampliar su conciencia a la totalidad de la tierra, porque no es justo que un solo hombre del mundo de Acuario se sienta feliz mientras que un solo pueblo del mismo planeta continúe sufriendo.

      (...)

      El hombre de acuario no tendrá más un cerebro adormecido, encarcelado en un cuerpo atrofiado. El deberá despertar todos sus poderes, todas sus capacidades, todos sus medios. Y así hará como el horrible gusano de seda que, entrando en su capullo de inconsciencia, se transmuta en maravillosa mariposa. El hombre debe dejar de arrastrarse y empezar a elevarse.”

      Entonces, totalmente atolondrado por estas revelaciones comprendo que sólo pasaremos a la era de acuario a costa de una reforma total de nosotros mismos, de nuestra vida, y seguramente hasta del más mínimo detalle constituyente de nuestro bienestar y malestar.

      

      Sigo leyendo y descubro que este libro de Magister LIROLUVILUI contiene treinta y tres “actos del espíritu sobre el espíritu”. Traducido en lenguaje moderno diríamos: “visualizaciones”.

      Me pregunto a mí mismo para qué tantos misterios por sólo algunas visualizaciones, pero rápidamente descubro que tienen muchas rarezas.

      Estas visualizaciones tocan nuestros problemas más fundamentales tanto en lo ordinario y cotidiano como en lo trascendente: la salud, la psicología, la vida social, lo espiritual. Hasta la moderna parapsicología está implicada.

      Hasta ahora, jamás he encontrado un manuscrito que pueda pretender ser tan holístico como este.

      Al analizar detalladamente estas visualizaciones, me doy cuenta que evocan a animales fantásticos: caballos de 6 patas, cuadrúpedos con tres cabezas, peces de fuego. Ellas emplean lugares extraordinarios: un planeta ajedrez, un laberinto en una montaña, una gruta en el Himalaya. Y sobre todo un lenguaje desconocido en nuestra tierra: HEIDIOBU- DIVIOULOT, MABEIMA- BEVEMEJE- VEV, QEQEWEELEZ.

      Sospecho que este documento, más extraterrestre que humano, contiene una fuerza que jamás comprenderemos totalmente. Casi insondable.

      Empiezo a practicar las técnicas indicadas, recordando que mi padre también tenía poderes. Mi madre nos impedía subir al primer piso o hacer ruidos a ciertas horas. Mi padre trabajaba en este mismo despacho donde estoy instalado ahora mismo. Escuchábamos ruidos extraños, y mamá nos decía que mi padre captaba la radio. Sentíamos olores magníficos y ella pretendía que papá quemaba inciensos para purificar su lugar de meditación. Es verdad que los pacientes hacían cola (él también era médico) y venían de muy lejos, hasta de países extranjeros para consultarlo. Él viejo tenía la reputación de curar lo imposible, pero como era nuestro padre, no nos impresionaba.

      En verdad, jamás habíamos visto un paralítico partir caminando, pero sí, siempre con su alma en paz.

      Centenares de cartas agotaban cada semana al cartero que las repartía en bicicleta. Sellos de todos los países se amontonaban en mi colección dando testimonio de que mi padre curaba también a distancia... pero la inconsciencia de mi juventud conocía solamente al padre que me ponía sobre mi caballito de madera cuando niño.

      Comencé a practicar la técnica de los siete rayos. A mí también me venía la pulsión de curar con las manos. Creí poco al inicio, como todo lector.

      ¡Cómo imaginar que un texto escrito puede transformarse en real realidad en lugar de ser solamente la realidad del imaginario! Entonces empecé a acumular energía en mi “lago del corazón”, logrando desecar “escaras” de la vecina en su silla de ruedas. Continué cerrando las heridas de los niños del vecindario, enseñándoles cómo hacer cantar sus células con la palabra: VIKIJOBIIOU.

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