Cómo despertar el amor de una planta. Summer Rayne Oakes
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Pero incluso los botánicos cometen errores, o aprenden cosas nuevas sobre las plantas que les permiten categorizarlas mejor, como el hecho de que sus hojas, como en el caso de algunos filodendros, pueden cambiar de forma a medida que maduran —por lo que una especie considerada distinta podría ser la misma, aunque en otra etapa de vida. En ese tenor, utilizaré el nombre en latín más actualizado, según lo definido en revistas científicas revisadas por pares y The Plant List (www.theplantlist.org), una colaboración entre los Jardines Botánicos Reales, los Jardines de Kew y el Jardín Botánico de Missouri, la cual constituye una de las listas más recientes de todas las especies conocidas de plantas.
Los nombres científicos por lo general contienen un nombre de género y especie. Un género es un grupo taxonómico que consiste en una o más especies. Una especie identifica a un grupo de individuos que comparten características clave, pero que es distinto a otros miembros del género. Los nombres botánicos en latín por lo general se escriben en cursivas, el nombre del género se escribe con mayúscula inicial y la especie en minúsculas (por ejemplo, la Peperomia fraseri, el nombre científico de una planta comúnmente conocida como “peperomia floreciente”). Si se desconoce o no se especifica una especie en particular, esto se indica al escribir las letras “sp.” después del género (Peperomia sp.).
Aparte de la jerga científica, también notarás que antes de adentrarnos en el “cómo”, primero abordaremos el “por qué”. Siempre he pensado que explorar a profundidad el porqué me permite entender a las plantas con las que decido rodearme, y que también, pienso, eligen estar a mi alrededor.
Finalmente, verás que el libro está entrelazado con historias personales —tanto mías como de una gran comunidad de personas que han incorporado plantas a su vida. Tengo la esperanza de que estas experiencias íntimas te ayuden a visualizar la alegría de cultivar, aprender y vivir rodeado de plantas. Hay mucho que aprender de ellas. Tal y como lo descubrirás, las plantas se comunican constantemente a su manera. Sólo nos queda aprender a escucharlas.
INTRODUCCIÓN
Aún desconozco por qué las plantas brotan de la tierra, flotan en arroyos, se arrastran sobre las rocas o salen del mar. Su misterio me fascina y sus variedades y tipos me absorben. Son visibles en todas partes y al mismo tiempo permanecen ocultas. —Liberty Hyde Bailey
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Las plantas me tranquilizan. En cuanto comencé a adquirir plantas para decorar mi espacio, sentí que una luz se encendió dentro de mí y me percaté de que había permanecido en la oscuridad durante demasiado tiempo. No puedo decirte por qué, pero así es.
—Tomas
Durante años he querido escribir un libro sobre plantas. Pasé gran parte de mi infancia al aire libre. En la primavera y el verano, corría a través del pasto Timothy (Phleum pratense), afectuosamente conocido como “pasto que te hace cosquillas en el trasero”, y emergía con las piernas asoleadas y llenas de restos de espuma de ninfa y marcas rojas provocadas por el contacto con la abrasiva festuca (Festuca arundinacea), la cual contiene sílice y hierba de centeno (Lolium perenne). En los meses otoñales más fríos, me regocijaba en los brillantes tonos rojos y ocres con motas doradas de las hojas que transformaban el paisaje. En los meses invernales, cuando mis manos enguantadas recogían pedazos de nieve color alabastro, a menudo me deslumbraban los musgos color esmeralda que se acurrucaban cómoda e impávidamente bajo sus iglús en el lecho forestal.
Es difícil expresar cuán viva me siento cuando estoy al aire libre, entre todas las complejidades y misterios del mundo natural. He dedicado gran parte de mi vida profesional a reconectar a las personas con la naturaleza. Con el paso del tiempo, mi trayectoria profesional me condujo a la ciudad de Nueva York, donde tuve que abandonar mi mosquitero, mis botas y, en gran medida, el estilo de vida al que estaba acostumbrada. Hice este sacrificio a fin de explorar cómo podrían las poblaciones urbanas reconectarse con su entorno a través de los productos que consumen con regularidad, como ropa, cosméticos y comida; y las acciones que realizan a diario, como preparar y comer más alimentos de origen local (ahondaremos en eso más adelante). Dado que en ese momento me resultaba imposible salir por la puerta trasera de mi casa para adentrarme en la naturaleza, necesitaba una manera de traer la naturaleza a mí. Tuve que hacerme de un espacio verde en mi departamento y mi comunidad urbana, lo cual implicaba formar una relación completamente nueva con las plantas en un contexto totalmente distinto.
Entonces, empecé. Primero con una higuera hoja de violín (Ficus lyrata) en mi habitación hace más de diez años. Hoja por hoja, fronda por fronda, flor por flor, mi colección de compañeras verdes de interior creció. Descubrí plantas a un costado de la carretera, en macetas de ventanas olvidadas mucho tiempo atrás, en mercados de agricultores y tiendas de jardinería locales e incluso brotando con valentía a través del pavimento agrietado. Muchas encontraron un hogar conmigo. Las acomodé en resistentes macetas de terracota, hermosas maceteras, coladores de cocina (¡ideales para drenar!), canastas tejidas, tarros Mason y montones de latas de té recicladas. Hallé maneras y lugares económicos y originales para almacenarlas, colgarlas, arroparlas, anclarlas, asegurarlas y suspenderlas, obviando la cantidad y la angostura de los alféizares de mis ventanas y habilitando los muros, postes, pilares, vigas e incluso un enrejado que encontré en la calle. Poco tiempo después, contaba con más de 1,000 plantas y alrededor de 550 especies en mi hogar, bautizado acertadamente por uno de mis amigos como: “Los jardines colgantes de Brooklyn”.
Al parecer, mis esfuerzos resonaron en mucha gente. Me sorprendió descubrir que mi frondoso departamento se hizo viral. En cuestión de meses, millones de personas reproducían videos o compartían historias sobre las plantas en mi casa. ¿Acaso buscaban la primicia del día? No lo creo. Aunque el encabezado “Mujer vive con cientos de plantas de interior en su casa” puede resultar atractivo, yo sospechaba que algo más se escondía detrás del interés de la gente. Tampoco creía que simplemente buscaran inspiración para decorar el interior de sus casas. He aprendido que las plantas nos ofrecen mucho más que una decoración atractiva. De hecho, muchas personas compartieron conmigo sus historias —algunas de las cuales encontrarás en este libro— sobre cómo la comunión con las plantas mejoró su vida de incontables maneras:
Amo el aire limpio que se respira en mi sala de estar. Además, el color que agregan las plantas a mi hogar me llena de felicidad. Vivo en un departamento de sótano sin ventanas, por ello me emocionó ver que mis plantas prosperaban bajo la luz artificial de los focos. —Alamay
A mi esposo y a mí nos encanta tener plantas. El aire se percibe más limpio, y verlas sobre el alféizar de la ventana al despertar es relajante. Cuidarlas y regarlas me hace sentir tranquila y llena de propósito, como si de alguna manera cultivara un éxito modesto. Cuando florecen o simplemente crecen, de alguna forma yo también siento que crezco. Y alimentarlas con fertilizante natural me recuerda que necesito nutrirme a mí misma. —Sarah A.
@clandestine_thylacine