E-Pack Magnate. Varias Autoras
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–¿Nunca quisiste ir a la universidad?
–No. Quería estar en el mundo de verdad, ganando dinero en vez de escuchar cómo otros hablaban de ello.
Eso y el hecho de que no había hecho los exámenes. La mano que se rompió fue la derecha. Como no podía escribir, no había motivo para presentarse a los exámenes. Por lo tanto, dejó de estudiar a los quince años.
Luke siempre había sabido que jamás conseguiría tener éxito en los mercados financieros por su familia. ¿Quién confiaría en el hijo de un ladrón, en el nieto de un timador? Jamás comprendió cómo consiguió apuntarse al máster donde conoció a Karim.
–Es decir, te convertiste en millonario gracias a la red.
–Así es. Luego me aburrí.
–¿Y fue entonces cuando empezaste a comprar negocios con problemas?
–En realidad, fue por casualidad. El gimnasio al que yo iba... Bueno, solía tomarme una cerveza con el dueño de vez en cuando. Lin me explicó que los dueños del local le iban a subir el alquiler y que no iba a poder pagar los costes, por lo que tendría que vender. Yo no quería tener que buscarme otro gimnasio, por lo que lo convencí para que me dejara echar un vistazo a los libros y ver si podía hacer algo –añadió, con una sonrisa–. No tardé en ver los problemas y conseguí arreglárselos. A cambio, Lin no me cobraba el gimnasio y me enseñó kick boxing.
–¿No es eso un poco violento?
–Si se practica adecuadamente, no. Se trata del control y la disciplina.
–Eso encaja bien contigo.
–Así es. Es lo mejor que se puede hacer si has tenido un mal día y quieres librarte del estrés. Además, la disciplina que se aprende ayuda mucho con otros deportes.
–Es decir, que te vuelven loco los deportes.
–¿Y qué esperabas de un tipo que es dueño de varios gimnasios? Juego al squash un par de veces a la semana. Hago kick boxing otras tantas y el resto del tiempo me entreno con aparatos.
–Y no me lo digas. No te pierdes nunca una retransmisión deportiva en televisión.
–En realidad, no tengo televisión.
Sara lo miró fijamente. Durante un instante, pareció sorprendida.
–Deja que lo adivine. No ves la tele porque prefieres pasarte el tiempo trabajando.
–Lo has adivinado a la primera.
–Pero ¿no te...? Bueno, debes de hacer algo para relajarte.
–Claro que sí. A veces voy a algún concierto. Cuando tocan muy fuerte es genial.
–¿Y el cine o el teatro?
–No me van mucho.
Entonces, para su alivio, el tráfico empezó a moverse un poco.
–Ya iba siendo hora –comentó. Miró al reloj del salpicadero–. Vamos a llegar una hora tarde, pero no será demasiado como para poder cenar.
A partir de aquel momento restringiría la conversación a temas más seguros. Como el trabajo.
Capítulo Cinco
A las ocho y cinco, Luke aparcó frente al hotel. Sara se asomó por la ventana y observó el edificio. La fachada tenía la pintura pelada. Se dijo que los edificios que están junto al mar siempre tienen un aspecto algo desaliñado por la sal que contiene el aire. Tal vez el interior estuviera mejor acondicionado.
Sus esperanzas se desvanecieron en cuanto entraron en recepción.
–Lo siento, ha habido un problema –les dijo la recepcionista al verlos. Parecía estar a punto de echarse a llorar–. Esta tarde se nos ha reventado una tubería y no podemos ponerles en las habitaciones que ustedes reservaron.
–No hay de qué preocuparse. No nos importa tomar dos habitaciones completamente diferentes –dijo Luke.
La recepcionista se mordió el labio.
–De eso se trata precisamente. El daño que ha producido el agua... significa que sólo nos queda una habitación libre. Una doble.
Sara la miró horrorizada. ¿De verdad estaba sugiriendo la recepcionista que compartieran la habitación?
–Luke, tenemos que hablar –dijo mientras le tiraba del brazo.
–¿Qué es lo que pasa? –le preguntó él cuando estuvieron algo alejados del mostrador.
–No podemos compartir habitación. Tenemos que irnos a otra parte.
–A estas horas de un viernes por la noche en plena temporada de verano, tendríamos suerte de encontrar otro sitio.
–Tiene que haber otro lugar.
–Por el amor de Dios, Sara. Hemos estado seis horas metidos en el coche. En estos momentos, lo único que quiero hacer es cenar, darme una ducha, comprobar mis correos y dormir. Tienes razón. Jamás se planteó el hecho de compartir habitación, pero sólo es una noche. Somos adultos y compañeros de trabajo. Somos perfectamente capaces de compartir una habitación sin tener relaciones sexuales.
–Supongo –dijo Sara a pesar de que no estaba tan segura.
–Te aseguro que no me voy a abalanzar encima de ti.
Sara no respondió. No podía decirle que le parecía mucho más probable que ella misma se abalanzara sobre él.
–Mira, en este momento no estoy de humor para discutir. Estoy cansado y quiero darme una ducha y cenar algo. Te aseguro que nos las arreglaremos. Mira. Pediré un edredón o algo así para poder dormir en el suelo.
Con esto, Luke regresó a la recepción y le dijo a la recepcionista que se iban a quedar con la habitación. Entonces, se metió en el bolsillo la llave que le dieron y cargó con las dos maletas.
La habitación era mucho peor de lo que habían temido. Era pequeña, con sólo el espacio justo para la cama, una mesilla de noche, un armario empotrado y una cómoda. Por lo tanto, era impensable que Luke pudiera dormir en el suelo. Tendrían que compartir la cama.
–Ni lo digas... En este momento, mi prioridad es comer.
La cena resultó ser tan horrible como la habitación, además de tardar mucho en que se la sirvieran.
–Tal vez todo parece malo porque hemos tenido un viaje horrible –dijo ella–. Estoy segura de que todo tendrá mejor aspecto mañana.
–Puede ser.
Sara no se podía creer que, después de todo lo visto, Luke siguiera pensando