El único e incomparable Bob. Katherine Applegate
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A mí me agarraron un par de veces. Las manos humanas me cogieron, me sujetaron con fuerza. Eran toscas y despedían un extraño aroma amargo y carnoso.
El gruñido de mamá me hacía perder el miedo y me retorcía y chillaba. Las manos humanas me empujaban de vuelta al lugar cálido, donde podía dormir, beber y soñar a salvo.
Aun así, entendí, a mi simple manera de cachorro, que los perros pertenecemos a los humanos, y que así es como será siempre.
Jefa
Mamá no era muy buena para los nombres. Había tenido muchas camadas. Supongo que ya se había quedado sin ideas.
Mi hermano “Primero” era, naturalmente, el primogénito. “Benjamín”, mi hermano menor, era el último. “Mancha” tenía un pequeño lunar en el lomo, y “Angus” se quejaba todo el tiempo. Yo era “Revoltoso”. Supongo que no hay que explicar por qué. Y eso deja al final a mi hermana mayor. Todos la llamábamos “Jefa”.
Jefa era pequeña pero fuerte, con un distintivo ladrido agudo. Superaba a cualquiera de nosotros a la hora conseguir el mejor lugar para cenar.
Yo admiraba su determinación. Incluso si me ponía de los nervios.
Cuando nos hicimos un poco mayores, menos ciegos, más engreídos, peleaba con ella de vez en cuando. Pero Jefa ganaba la mayoría de las veces. Era valiente esa cachorra.
Solo
La camioneta llegó una noche, sin previo aviso. Nos arrojaron a una caja y dejaron a mamá detrás. Todavía puedo escuchar sus frenéticos aullidos.
Aterricé en una cuneta llena de fango. Era una noche nublada, casi helada. Incluso la luna me había abandonado.
¡Y los olores! Todo era tan salvaje y desconocido. Animales con grandes fauces y un apetito todavía más grande. Pájaros que se lanzaban en picado a matar. La muerte y la vida, una sola y misma cosa.
Busqué a mis hermanos hasta que la verdad se hizo evidente:
Ya estaba completamente solo.
Coches
A la mañana siguiente comencé mi lento viaje, moviéndome a través de la hierba alta y húmeda, con las extremidades rígidas por el frío.
De tanto en tanto bebía de un charco de fango o mordisqueaba un poco de hierba. Al anochecer, estaba mareado por el hambre y la sed.
Seguí la autopista. Cada vez que una criatura de cuatro ruedas rugía cerca, me paralizaba de miedo. Sin embargo, y esto es lo que me tortura, sabía que en los coches iban humanos y que los humanos significaban, tanto una esperanza como una condena.
El búho
La oscuridad había caído cuando llegó de la nada, el búho.
Una sombra en la sombra.
Ellos no hacen sonido alguno, como sabes. Nada.
Es bastante impresionante, si lo piensas.
Suerte
Justo en el momento en que sus garras, esas armas impresionantes, rastrillaron mi pelaje, mi pata derecha delantera quedó atrapada en un pequeño agujero y tropecé.
Si las garras del búho se hubieran aferrado a mi cuerpo, ya no estaría aquí. Pero lo único que pudieron sujetar fue mi cola.
Sólo una vez en la vida me he arrepentido de estos hermosos cuartos traseros.
Estaba en el aire, colgando boca abajo, mareado y aturdido. Y lo suficientemente loco para pensar: Eh, estoy volando, antes de que el terror me golpeara con toda su fuerza.
Me llegó el aroma de otros animales debajo. Más tarde descubrí que eran tuzas —unos roedores—, pero en ese momento sólo supe que estaba olfateando algo completamente extraño.
El búho debió haber decidido que las tuzas serían un alimento más apetitoso. Liberó su agarre y me precipité al suelo.
Más suerte
Tal vez fue porque yo era un cachorro muy gordo, o porque tenía los huesos muy suaves, o por mi increíble buena suerte.
Pero no morí.
No me rompí nada.
Ya había volado dos veces en mi corta vida, y había vivido para contarlo.
Voluntad
Encontré un pequeño hueco en la base de un árbol caído. Metí la nariz y recibí un manotazo y el siseo de un mapache malhumorado.
Seguí adelante. Caminando, gimiendo.
Luces al frente. Nuevos aromas extraños.
Seguí adelante.
Seguí adelante.
Es sorprendente la manera en que la simple voluntad de no morir puede mantenerte en movimiento.
Salida 8
Finalmente llegué a un pequeño camino en una curva de la autopista principal. Resultó ser la salida 8. Un enorme anuncio espectacular mostraba la imagen de un animal aterrador.
Por supuesto, yo no sabía qué era un anuncio espectacular. No sabía que ese animal aterrador era un gorila ni, mucho menos, que se convertiría en mi amigo más querido.
Pero algo me dijo que siguiera la rampa de salida.
Y entonces terminé en el centro comercial Gran Circo, en la salida 8, con galería de videojuegos, hogar de Iván, el único e incomparable.
Historia
Llegué al centro comercial. Dormí en el heno sucio, junto a unos contenedores de basura. A la noche siguiente encontré un agujero en la jaula de Iván. Robé su plátano. Dormí sobre su barriga. Y el resto, como dicen, es historia.
Durante dos años viví en ese viejo y sórdido lugar que era parte centro comercial, parte circo, y bastante horrible en cualquier caso.
Pero eso no fue nada comparado con Iván. Él pasó veintisiete terribles años allí. Y nuestra querida amiga Stella, una vieja elefanta de circo, también estuvo atrapada allí la mayor parte de su vida.
Cuando Stella murió, eso casi le rompió el corazón a Iván. Intenté ayudarle por todos los medios a lidiar con esos días oscuros. Pero la que en realidad lo salvó, creo, fue Ruby, nuestra amiga elefante bebé.
Antes de que Stella muriera, Iván le prometió que sacaría a Ruby de ese horrible lugar. Y para mi sorpresa, logró cumplirlo.
Iván y Ruby, y un grupo de amigos nuestros terminaron en diferentes lugares: zoológicos