No te alejes de mí - Innegable atracción. Melissa Mcclone
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Vio que Sarah hacía una mueca y le faltó tiempo para acercarse a la cama.
–¿Es la cabeza?
Ella asintió con un gesto casi imperceptible.
–Puede que haya caminado hoy más de la cuenta.
–¿Te duele algo más? –le preguntó muy preocupado.
–No más de lo habitual.
Con el dorso de la mano, le tocó la cara para ver si estaba caliente.
–No parece que tengas fiebre –le dijo él.
–Supongo que mi cerebro está rebelándose. Hoy le he hecho trabajar demasiado. Creo que necesito otra siesta –sugirió Sarah.
–Probablemente.
Pero Cullen prefería ser cauteloso. Comprobó la circulación de la mano derecha. Aunque no le gustaba reconocerlo, sabía que le preocupaba de manera personal, no solo como médico.
–Siempre has sido muy buen médico a la hora de tratar a tus pacientes –le dijo Sarah.
–Con algunos es más fácil.
–¿Como en mi caso? –le preguntó ella en tono esperanzador.
–Sí.
–Gracias –repuso con una leve sonrisa.
–De nada –le dijo él mientras le apartaba el pelo de la cara.
Vio que sus párpados revoloteaban como alas de mariposa y recordó haberlas sentido contra la mejilla cuando Sarah dormía junto a él. Le entraron ganas de abrazarla, pero no podía caer en la tentación. Esa mujer le había roto el corazón una vez y no podía permitir que volviera a hacerlo.
–No estoy tratando de ser difícil –le aseguró Sarah en voz baja.
–Lo sé, te estás limitando a ser tú misma.
Pero Cullen esperaba más de sí mismo. Ver a Sarah herida había provocado que su instinto de protección lo dominara, pero sabía que debía tener cuidado y ser inteligente.
Recordó que Sarah le había asegurado que lo quería hasta el día que le habló de divorcio. Creía que lo había estado mintiendo y que después lo había abandonado de la peor forma posible.
No confiaba en ella. No podía hacerlo.
Creía que había enterrado sentimientos en lo más profundo de su ser. Le gustaba mantener sus emociones en secreto, pero le resultaba muy fácil perder el control cuando estaba con ella.
–No necesito más tiempo para pensar –le dijo–. Mi objetivo es recuperarme lo antes posible. Mi piso es demasiado pequeño para que viva un cuidador conmigo y no me veo en uno de esos centros… Así que creo que me iré a Hood Hamlet contigo si la oferta sigue en pie.
Una vez más, lamentó haberle ofrecido esa opción. Su corazón comenzó a latir con fuerza. Estaba acostumbrado a enfrentarse a situaciones de peligro, pero con Sarah no las tenía todas consigo. No le gustaba nada cómo reaccionaba cuando estaba con Sarah, le parecía inaceptable.
Pero le había ofrecido su ayuda y era un hombre de palabra. Se dio cuenta de que iba a tener que controlar muy bien sus emociones y mantener las distancias con ella.
–Por supuesto –le dijo Cullen mientras trataba de hacerse a la idea.
Capítulo 4
CULLEN tenía muy claros sus objetivos. Tenía que llevar a Sarah a su casa, conseguir que se recuperara lo antes posible y acompañarla después de vuelta a su piso y su vida.
Mientras conducía por la autopista, trató de concentrarse en la carretera e ignorar a la mujer que estaba sentada a su lado. No era nada fácil, lo envolvía el dulce aroma floral de su champú. Agarró con fuerza el volante y se centró en la conducción.
Pocos minutos después, aceleró para adelantar a un camión y luchó para controlar el impulso de mirarla de reojo. Creía que era mucho más seguro fijarse solo en la carretera.
–Ni siquiera has probado tu batido –le dijo Sarah entonces.
Sus conversaciones habían sido tan difíciles e incomodas durante las cuatro horas que llevaban de viaje que soñaba con poder tener el poder de transportarlos mágicamente a los dos a su cabaña. Creía que el silencio, por incómodo que fuera, era mucho mejor.
–No tengo sed –le contestó él.
–Pues tú te lo pierdes, mi batido de chocolate está buenísimo. Gracias por sugerirme que paráramos –le dijo Sarah.
Esos descansos le permitían a su compañera de viaje estirar las piernas y cambiar de posición, pero también había agregado más tiempo al trayecto.
–Tenías que andar un poco.
Y también él necesitaba salir del coche de vez en cuando. Era un espacio demasiado pequeño.
–Si has cambiado de opinión y prefieres el de chocolate, podemos negociar –le ofreció Sarah mientras tendía el vaso hacia él–. Me gusta la vainilla.
Recordó entonces otros viajes como ese. Solían parar de vez en cuando para comprar batidos y también para hacer el amor en el coche. Pero sabía que no era buena idea pensar en ello.
–No, gracias –le contestó él apretando con más fuerza aún el volante.
–Como quieras, pero estoy dispuesta a compartir.
Vio de reojo cómo tomaba en sus labios la pajita y bebía un sorbo de batido.
Su entrepierna reaccionó al instante. Le hervía la sangre y le sudaban las palmas de las manos.
Necesitaba refrescarse y pensar en otra cosa.
–Me gusta el mío –le dijo mientras probaba su batido.
Se sintió un poco mejor, pero no podía ignorar su presencia ni cómo lo miraba Sarah de reojo. Esa mujer le atraía como ninguna y no había nada que pudiera hacer para evitarlo. Estaba perdido. Sarah había cambiado su vida por completo y había conseguido sacar de él su lado más imprudente e impulsivo. La parte que había enterrado cuando murió su hermano.
Echaba mucho de menos el sexo, pero sabía que podía sobrevivir sin ella. Había decidido que el celibato era su mejor opción por el momento. Blaine se había perdido en el mundo de las drogas y él había comprobado por sí mismo cómo era perder el control con Sarah. No pensaba volver a caer en sus redes, eso lo tenía muy claro.
–¿Queda mucho para Hood Hamlet? –le preguntó Sarah.
–No, solo unos veinticinco minutos si no hay mucho tráfico.
–¡Vaya! No esperaba una respuesta tan precisa.
–Es