Drácula. Bram Stoker
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28 de julio.
Cuatro días en el infierno, balanceándonos como en una especie de remolino y vientos tempestuosos. Nadie ha dormido. Todos los hombres están exhaustos. Apenas pueden montar guardias, ya que nadie está en condiciones para hacerlo. El segundo oficial se ofreció a tomar el control del timón y hacer guardia, para que los hombres durmieran algunas horas. El viento está disminuyendo, el mar continúa terrorífico, pero es menos perceptible, porque el barco está más estable.
29 de julio.
Otra tragedia. Hubo guardia sencilla esta noche, porque el resto de la tripulación estaba demasiado cansada para hacer guardias dobles. Cuando el guardia de relevo subió esta mañana a cubierta no encontró a nadie, además del timonero. Hizo un escándalo y todos subieron a cubierta. Se hizo una revisión minuciosa, pero no encontramos nada. Nos hemos quedado sin segundo oficial, la tripulación está en gran pánico. El piloto y yo acordamos ir armados de ahora en adelante, en espera de cualquier signo.
30 de julio.
Noche anterior. Todos estamos felices porque nos estamos acercando a Inglaterra. Buen tiempo. Todas las velas desplegadas. Me retiré exhausto y dormí profundamente, pero fui despertado por el piloto diciéndome que los dos hombres que estaban de guardia y el timonero están desparecidos. Sólo quedamos el piloto, dos miembros de la tripulación y yo para controlar el barco.
1 de agosto.
Dos días de niebla y ni una sola vela a la vista. Tenía la esperanza de enviar señales de ayuda, o al menos de llegar a algún lado, cuando estuviéramos en el Canal de la Mancha. Al no tener fuerza para controlar las velas, tenemos que navegar con el viento en popa. No me atrevo a arriarlas, porque no podríamos desplegarlas de nuevo. Parece que estamos vagando sin rumbo hacia un horrible destino. El piloto está ahora más desmoralizado que el resto de los hombres. Parece que su fuerte naturaleza se volvió contra él. Los marineros parecen haber superado el miedo y trabajan imperturbable, pacientemente, preparándose para lo peor. Ellos son rusos; el piloto es rumano.
2 de agosto, medianoche.
Me desperté de una breve siesta al escuchar un grito, que parecía venir del otro lado de mi puerta. No podía ver nada por la neblina. Corrí a cubierta y me encontré con el piloto. Me dijo que escuchó el grito y corrió, pero no había ninguna señal del hombre que estaba de guardia. Otro desaparecido. ¡Señor, ayúdanos! El piloto dice que ya debemos estar más allá del Estrecho de Dover, pues en un momento en que la niebla disminuyó pudo ver North Foreland, justo cuando escuchó el grito. Si así fuera, significa que estamos en el Mar del Norte y sólo Dios podrá guiarnos en esta niebla, que parece moverse junto con nosotros. Pero parece que Dios nos ha abandonado.
3 de agosto.
A medianoche fui a relevar al hombre encargado del timón, pero cuando llegué no vi a nadie. El viento estaba tranquilo, y como navegamos frente a él no hubo ningún movimiento. No me atreví a separarme del timón, así que le grité al piloto. Luego de unos segundos, llegó corriendo a cubierta en sus pantalones de franela. Tenía los ojos desorbitados y se veía demacrado, me temo mucho que haya perdido la razón. Se acercó a mí y, con voz ronca, con su boca muy cerca de mi oreja, como si temiera que hasta el aire pudiera escucharlo, me susurró: “Está aquí. Ahora lo sé. Lo vi en la guardia de anoche. Es como un hombre alto y delgado, y de un pálido fantasmal. Estaba en la proa mirando hacia afuera. Me acerqué a él a rastras y lo apuñalé con mi cuchillo, pero este lo atravesó, como si frente a mí solo hubiera aire”. Y mientras hablaba, tomó el cuchillo y empezó a agitarlo salvajemente en el aire. Luego, prosiguió: “Pero está aquí, y voy a encontrarlo. Está en la bodega, tal vez en alguna de esas cajas. Las abriré una por una y veré. Usted encárguese del timón”. Y con una mirada de advertencia, se puso un dedo sobre sus labios, y se dirigió hacia abajo. El aire comenzó a agitarse, por lo que no pude alejarme del timón. Lo vi subir nuevamente a cubierta con una caja de herramientas y una linterna, y luego bajar por la escotilla delantera. Está loco, total y completamente loco. No tiene ningún caso que trate de detenerlo. No puede hacerle ningún daño a esas grandes cajas, pues están llenas de arcilla y arrastrarlas de un lado a otro es lo más inofensivo que puede hacer. Así que aquí me quedaré cuidando el timón, mientras escribo estas notas. Sólo puedo confiar en Dios y esperar a que la niebla se despeje. Entonces, si no puedo navegar hacia algún puerto debido a este espantoso viento, arriaré las velas y esperaré, enviando señales para pedir ayuda…
Ya todo está a punto de terminar. Justo cuando esperaba que el piloto saliera de la bodega más tranquilo, pues lo escuché martillando algo, y el trabajo le hace bien, surgió por la escotilla un grito repentino y asustado, que me heló la sangre. Subió corriendo a cubierta como si hubiera sido lanzado desde un cañón, completamente loco, con los ojos y el rostro convulsionados por el miedo. “¡Sálveme! ¡Sálveme!”, gritó, y luego miró a su alrededor a través de la neblina. Su terror se convirtió en desesperación, y dijo con voz firme: “Será mejor que usted también venga, capitán, antes de que sea demasiado tarde. ¡Está aquí! Ahora conozco el secreto. ¡El mar me salvará de Él, y es todo lo que queda!” Antes de que pudiera decir nada, o diera un paso para sujetarlo, saltó por la borda y se lanzó deliberadamente al mar. Supongo que ahora yo también conozco el secreto. Fue este demente el que hizo desaparecer a los hombres uno por uno, y ahora él mismo los ha seguido. ¡Que Dios me ayude! ¿Cómo podré explicar todos estos horrores cuanto llegue a puerto? ¡Cuando llegue a puerto! ¿Será que eso llegue a suceder?
4 de agosto.
Sigue habiendo neblina, que no permite ser traspasada ni por el sol. Sé que hay luz del sol porque soy marinero, pero no por otra razón. No me atreví a bajar ni a separarme del timón, así que aquí me quedé toda la noche, y en la penumbra de la noche lo vi, ¡a Él! Que Dios me perdone, pero el piloto tuvo razón en haber saltado por la borda. Es mejor morir como un hombre. Morir como marinero en el mar azul, es algo a lo que ningún hombre puede objetar. Pero yo soy el capitán, y no debo abandonar mi barco. No obstante, detendré a ese demonio o monstruo, pues ataré mis manos al timón cuando mis fuerzas comiencen a fallarme, y junto con ellas ataré también aquello que él, o esa cosa, no se atreverá a tocar. Y luego, haya buen o mal viento, salvaré mi alma y mi honor de capitán. Cada vez me siento más débil y la noche ya se acerca. Si vuelve a verme a la cara, tal vez no tenga tiempo de actuar… Si naufragamos, tal vez alguien encuentre esta botella, y así puedan comprender. Si no… bueno, entonces todos los hombres sabrán que he sido leal a mi juramento. Que Dios, la Santísima Virgen y todos los santos ayuden a esta pobre alma ignorante que solo está tratando de cumplir con su deber…
Desde luego, el veredicto fue abierto. No hay evidencias que aportar, y ya no hay nadie que pueda atestiguar si el capitán cometió o no los asesinatos. La gente de aquí afirma casi unánimemente que el capitán es simplemente un héroe, y que debe tener un funeral público. Ya se han hecho los arreglos necesarios para que su cuerpo sea llevado en un tren de botes por un tramo del Esk, para luego ser traído de vuelta al Muelle Tate Hill y subido por la escalinata de la Abadía, pues será enterrado en el cementerio del despeñadero. Los propietarios de más de cien barcos ya han dado sus nombres para ofrecerse a seguir al capitán hasta su tumba.
No se ha encontrado rastro alguno del enorme perro, lo cual es motivo de gran tristeza, porque, en el presente estado de la opinión pública, creo que hubiera sido adoptado por la ciudad. Mañana será el funeral, y así terminará este “misterio del mar”.
Diario de Mina Murray
8 de agosto.
Lucy estuvo muy inquieta toda la