Todo empezó con un baile. Louise Fuller
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Sin embargo, aquel no era el momento de pensar en el pasado. Su mejor amiga estaba allí en Londres y no iba a permitir que nada le estropeara el momento. Se sentó por fin y miró con admiración el restaurante.
–Es un local fantástico.
–Sí, pero lo que yo quiero es que me cuentes todo lo que hayas estado haciendo –dijo Alicia colocando su menú sobre la mesa–. Empezando con tu película.
Mimi tomó su copa de agua porque no sabía qué decir. Resultaba deprimente lo poco que tenía que contar. Como todo lo demás que ella tocaba, se había desmoronado. Todos sus esfuerzos y sus esperanzas se habían convertido en polvo como siempre.
Era cierto que había hecho una película, muy breve, muy improvisada y en blanco y negro, sobre un grupo de chicas que salen de fiesta una noche en Londres. Lo más increíble de todo era que había conseguido encontrar un distribuidor, pero eso había sido hacía ya nueve meses y aún estaba tratando de conseguir que la estrenaran. Desgraciadamente, las posibilidades de que algo así pudiera ocurrir eran cada vez más escasas.
Sintió una fuerte tensión en los hombros.
Cuando la grabación comenzó, las actrices principales habían estado deseando hacerse un nombre en el mundo del espectáculo, pero, desde entonces, habían conseguido un contrato con una productora de más importancia y, en aquellos momentos, sus abogados estaban bloqueando la película de Mimi diciendo que sus clientas solo habían actuado en la película como un favor personal hacia ella.
No era cierto. La verdadera razón por la que aquellas actrices no querían que se estrenara la película era que algunos de los comentarios improvisados que realizaban en ella no eran autorizados para todos los públicos y no querían perjudicar su nueva imagen.
Todo era un lío… y demasiado aburrido para un almuerzo de reencuentro. Sacudió la cabeza.
–Luego –dijo mientras tomaba la mano de Alicia para poder contemplar el anillo de compromiso que relucía bajo las luces del restaurante–. En estos momentos, lo único que quiero saber es cómo os conocisteis.
Mimi se fue relajando mientras escuchaba hablar a su amiga. Había un algo tan inocente y tan lleno de esperanza en sus palabras. Philip tenía razón. Alicia hacía que el mundo fuera un lugar mejor y ella quería que el mundo fuera mejor también para todo el mundo.
–Entonces, ¿cuántos invitados hay para la boda? –le preguntó mientras los camareros recogían la mesa.
Philip frunció el ceño.
–Hemos tratado de reducirlos a unos doscientos –comentó.
Mimi estuvo a punto de soltar una carcajada. Luego comprendió que la boda no era tan solo un intercambio de votos matrimoniales. Era un evento muy importante en el calendario social.
–Supongo que la vais a celebrar en Fairbourne –dijo ella tras aclararse la garganta.
Antes de que su vida se hubiera puesto patas arriba, ella había sido una habitual en Fairbourne, la mansión de estilo georgiano en la que vivían los Caine. Aún recordaba la primera vez que fue, lo impresionada que se quedó por la grandiosidad y belleza de la casa y la perfección que reinaba por todas partes, aunque no tanto como cuando el atractivo heredero de la casa la besó hasta llevarla a su dormitorio, cerró la puerta, se desnudó y luego la desnudó a ella.
Sintió que los dedos se deslizaban por el blanco mantel. Recordó que Bautista era increíblemente atractivo vestido. Tenía la clase de físico esbelto, tonificado y esculpido que le permitía ponerse cualquier cosa y llevarlo mejor que nadie, pero desnudo…
De repente, sintió que la boca se le secaba. Desnudo, era igual de atractivo, pero aún más impresionante. Piel dorada y suave, que se plegaba delicadamente sobre los músculos. Recordó a Bautista estirándose encima de ella… Parpadeó rápidamente al ver que Alicia sacudía la cabeza. De repente, sus ojos marrones se habían llenado de lágrimas.
–¡Oh, Lissy! ¿Qué te pasa?
Philip tomó la mano de Alicia.
–Bob tuvo una fuerte infección vírica en Navidad y lleva un poco decaído desde entonces. Por eso, hemos decidido adelantar la fecha a mayo.
Mimi asintió y trató de calmar su agitado corazón. Había visto al padre de Alicia, el financiero y filántropo Robert Caine en muchas ocasiones y él siempre había sido un anfitrión amable y generoso. Sintió una fuerte sensación de culpabilidad. Eso había sido antes de que su frágil estado de salud se hubiera deteriorado tras la traición del padrastro y del tío de Mimi.
–Y por eso hemos decidido celebrar la boda en Argentina –añadió Philip–. Allí será otoño y el clima es más cálido, no tan húmedo.
Alicia sonrió débilmente.
–Y Basa nos ha ofrecido muy amablemente usar su estancia en la Patagonia para la ceremonia en sí. También permitirá que los invitados se alojen en su casa de Buenos Aires de camino hasta allí.
Mimi sonrió automáticamente para responder la alegría que se reflejaba en la voz de su amiga. Sin embargo, durante un instante, le resultó imposible respirar o hablar. Las palabras de Alicia no paraban de resonar en el interior de su cabeza, como si fueran las notas discordantes de un piano desafinado, pero consiguió hablar con bastante normalidad.
–Lissy, eso es maravilloso…
Los camareros llegaron con los postres. Tras mirar su bizcocho borracho con gelatina de hibisco, Mimi sintió náuseas de repente. Desde que aceptó la invitación de Alicia, había sabido que era cuestión de tiempo que el nombre de Bautista surgiera en la conversación, pero incluso así le sorprendió escuchar lo mucho que le dolía oírlo nombrar en voz alta.
¿Era así como se sentía él cuando oía el nombre de Mimi? ¿Sentía vergüenza por el modo en el que la había tratado? O, dado lo que Charlie y Raymond habían hecho, ¿se sentía aliviado de no haberse acostado con ella?
Mimi dudaba que tener relaciones sexuales con la hijastra de uno de los hombres que habían estado a punto de arruinar a su familia ocupara un lugar muy importante en la lista de objetivos personales.
–Es un lugar precioso, Mimi. El cielo parece más grande y más azul, las montañas en la distancia y la amplia extensión de hierba dorada en todas direcciones –comentó Alicia sonriendo–. Basa dice que es el primer escalón para llegar al cielo.
Mimi sintió que el corazón se le detenía. No. El primer escalón hacia el cielo había sido el contacto de los labios de Bautista con los suyos. Sintió cómo la piel se le acaloraba al recordar lo que había sentido cuando él la besó.
La mano le temblaba ligeramente cuando agarró su copa para tomar un sorbo de vino.
–Estoy deseando, Lissy –dijo con una convicción que no sentía–. Va a ser un día muy especial, pero, ¿hay algo que yo pueda hacer? Es decir, estoy segura de que tienes montones de gente ayudándote…
–En realidad, hay una cosa que te íbamos a pedir…
Philip y Alicia se miraron el uno al otro.
–¿De verdad? –les preguntó Mimi inclinándose hacia