Maestros de la Poesia - César Vallejo. Cesar Vallejo

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Maestros de la Poesia - César Vallejo - Cesar  Vallejo Maestros de la Poesia

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style="font-size:15px;">      y, no obstante, al voltear, me da con su tristeza en la cabeza...

      Examinando, en fin,

      sus encontradas piezas, su retrete,

      su desesperación, al terminar su día atroz, borrándolo...

      Comprendiendo

      que él sabe que le quiero,

      que le odio con afecto y me es, en suma, indiferente...

      Considerando sus documentos generales

      y mirando con lentes aquel certificado

      que prueba que nació muy pequeñito...

      le hago una seña,

      viene,

      y le doy un abrazo, emocionado.

      ¡Qué más da! Emocionado... Emocionado...

      ¡Cuídate, España, de tu propia España!

      ¡Cuídate, España, de tu propia España!

      ¡Cuídate de la hoz sin el martillo,

      cuídate del martillo sin la hoz!

      ¡Cuídate de la víctima a pesar suyo,

      del verdugo a pesar suyo

      y del indiferente a pesar suyo!

      ¡Cuídate del que, antes de que cante el gallo,

      negárate tres veces,

      y del que te negó, después, tres veces!

      ¡Cuídate de las calaveras sin las tibias,

      y de las tibias sin las calaveras!

      ¡Cuídate de los nuevos poderosos!

      ¡Cuídate del que come tus cadáveres,

      del que devora muertos a tus vivos!

      ¡Cuídate del leal ciento por ciento!

      ¡Cuídate del cielo más acá del aire

      y cuídate del aire más allá del cielo!

      ¡Cuídate de los que te aman!

      ¡Cuídate de tus héroes!

      ¡Cuídate de tus muertos!

      ¡Cuídate de la República!

      ¡Cuídate del futuro!...

      Deshojación sagrada

      Luna! Corona de una testa inmensa,

      que te vas deshojando en sombras gualdas!

      Roja corona de un Jesús que piensa

      trágicamente dulce de esmeraldas!

      Luna! Alocado corazón celeste

      ¿por qué bogas así, dentro la copa

      llena de vino azul, hacia el oeste,

      cual derrotada y dolorida popa?

      Luna! Y a fuerza de volar en vano,

      te holocaustas en ópalos dispersos:

      tú eres talvez mi corazón gitano

      que vaga en el azul llorando versos!...

      Deshora

      Pureza amada, que mis ojos nunca

      llegaron a gozar. ¡Pureza absurda!

      Yo sé que estabas en la carne un día,

      cuando yo hilaba aún mi embrión de vida.

      Pureza en falda neutra de colegio;

      y leche azul dentro del trigo tierno

      a la tarde de lluvia, cuando el alma

      ha roto su puñal en retirada,

      cuando ha cuajado en no sé qué probeta

      sin contenido una insolente piedra,

      cuando hay gente contenta; y cuando lloran

      párpados ciegos en purpúreas bordas.

      Oh, pureza que nunca ni un recado

      me dejaste, al partir el triste barro,

      ni una migaja de tu voz; ni un nervio

      de tu convite heroico de luceros.

      Alejaos de mí, buenas maldades,

      dulces bocas picantes...

      Yo la recuerdo al veros ¡oh mujeres!

      Pues de la vida, en la perenne tarde,

      nació muy poco ¡pero mucho muere!

      Desnudo en barro

      Como horribles batracios a la atmósfera,

      suben visajes lúgubres al labio.

      Por el Sahara azul de la Sustancia

      camina un verso gris, un dromedario.

      Fosforece un mohín de sueños crueles.

      Y el ciego que murió lleno de voces

      de nieve. Y madrugar, poeta, nómada,

      al crudísimo día de ser hombre.

      Las Horas van febriles, y en los ángulos

      abortan rubios siglos de ventura.

      ¡Quién tira tanto el hilo: quién descuelga

      sin piedad nuestros nervios,

      cordeles ya gastados, a la tumba!

      ¡Amor! Y tú también. Pedradas negras

      se engendran en tu máscara y la rompen.

      ¡La tumba es todavía

      un sexo de mujer que atrae al hombre!

      El poeta a su amada

      Amada, en esta noche tú te has crucificado

      sobre los dos maderos curvados de mi beso;

      y tu pena me ha dicho

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