Maestros de la Poesia - César Vallejo. Cesar Vallejo

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Maestros de la Poesia - César Vallejo - Cesar  Vallejo Maestros de la Poesia

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padre duerme. Su semblante augusto

      figura un apacible corazón;

      está ahora tan dulce...;

      si hay algo en él de amargo, seré yo.

      Hay soledad en el hogar; se reza;

      y no hay noticias de los hijos hoy.

      Mi padre se despierta, ausculta

      la huída a Egipto, el restañante adiós.

      Está ahora tan cerca;

      si hay algo en él de lejos, seré yo.

      Y mi madre pasea allá en los huertos,

      saboreando un sabor ya sin sabor.

      Está ahora tan suave,

      tan ala, tan salida, tan amor.

      Hay soledad en el hogar sin bulla,

      sin noticias, sin verde, sin niñez.

      Y si hay algo quebrado en esta tarde,

      y que baja y que cruje,

      son dos viejos caminos blancos, curvos.

      Por ellos va mi corazón a pie.

      Masa

      Al fin de la batalla,

      y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre

      y le dijo: "¡No mueras, te amo tanto!"

      Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

      Se le acercaron dos y repitiéronle:

      "¡No nos dejes! ¡Valor! ¡Vuelve a la vida!"

      Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

      Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,

      clamando "¡Tanto amor y no poder nada contra la muerte!"

      Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

      Le rodearon millones de individuos,

      con un ruego común: "¡Quédate hermano!"

      Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.

      Entonces todos los hombres de la tierra

      le rodearon; les vio el cadáver triste, emocionado;

      incorporóse lentamente,

      abrazó al primer hombre; echóse a andar...

      Medialuz

      He soñado una fuga. Y he soñado

      tus encajes dispersos en la alcoba.

      A lo largo de un muelle, alguna madre;

      y sus quince años dando el seno a una hora.

      He soñado una fuga. Un "para siempre"

      suspirado en la escala de una proa;

      he soñado una madre;

      unas frescas matitas de verdura,

      y el ajuar constelado de una aurora.

      A lo largo de un muelle...

      Y a lo largo de un cuello que se ahoga!

      Mentira

      Mentira. Si lo hacía de engaños,

      y nada más. Ya está. De otro modo,

      también tú vas a ver

      cuánto va a dolerme el haber sido así.

      Mentira. Calla.

      Ya está bien.

      Como otras veces tú me haces esto mismo,

      pero yo también he sido así.

      A mí, que había tanto atisbado si de veras

      llorabas,

      ya que otras veces sólo te quedaste

      en tus dulces pucheros,

      a mí, que ni soñé que los creyeses,

      me ganaron tus lágrimas.

      Ya está.

      Mas ya lo sabes: todo fue mentira.

      Y si sigues llorando, bueno, pues!

      Otra vez ni he de verte cuando juegues.

      Nervazón de angustia

      Dulce hebrea, desclava mi tránsito de arcilla;

      desclava mi tensión nerviosa y mi dolor...

      Desclava, amada eterna, mi largo afán y los

      dos clavos de mis alas y el clavo de mi amor!

      Regreso del desierto donde he caído mucho;

      retira la cicuta y obséquiame tus vinos:

      espanta con un llanto de amor a mis sicarios,

      cuyos gestos son férreas cegueras de Longinos!

      Desclávame mis clavos ¡oh nueva madre mía!

      ¡Sinfonía de olivos, escancia tu llorar!

      Y has de esperar, sentada junto a mi carne muerta,

      cuál cede la amenaza, y la alondra se va!

      Pasas... vuelves... Tus lutos trenzan mi gran cilicio

      con gotas de curare, filos de humanidad,

      la dignidad roquera que hay en tu castidad,

      y el judithesco azogue de tu miel interior.

      Son las ocho de una mañana en crema brujo...

      Hay frío... Un perro pasa royendo el hueso de otro

      perro que se fue... Y empieza a llorar en mis nervios

      un fósforo que en cápsulas de silencio apagué!

      Y en mi alma hereje canta su dulce fiesta asiática

      un dionisíaco hastío de café...!

      Nochebuena

      Al

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