Besos de mariposa. Lorraine Cocó
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Editado por Harlequin Ibérica.
Una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Núñez de Balboa, 56
28001 Madrid
© 2016 Lorraine Cocó
© 2020 Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
Besos de mariposa, n.º 277 - septiembre 2020
Todos los derechos están reservados incluidos los de reproducción, total o parcial. Esta edición ha sido publicada con autorización de Harlequin Books S.A.
Esta es una obra de ficción. Nombres, caracteres, lugares, y situaciones son producto de la imaginación del autor o son utilizados ficticiamente, y cualquier parecido con personas, vivas o muertas, establecimientos de negocios (comerciales), hechos o situaciones son pura coincidencia.
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Imagen de cubierta utilizada con permiso de Shutterstock.
I.S.B.N.: 978-84-1348-703-8
Conversión ebook: MT Color & Diseño, S.L.
Índice
Capítulo 1
Dejé caer mi corazón, y mientras caía te levantaste para reclamarlo. Estaba oscuro y yo estaba acabada, hasta que besaste mis labios y me salvaste.
Set Fire to the Rain, Adele
—¿Cuánto tiempo crees que seguirán dando vueltas en ese maldito tiovivo antes de bajar? —preguntó Gina mirando con exasperación su reloj de pulsera.
Se cruzó de brazos y ojeó a su nueva ayudante, Penélope, que a pesar de su pregunta seguía mirando la atracción cual niña fascinada por las luces y colores de aquel artefacto del demonio. La chica era brillante; joven, pero brillante. Y estaba claro que necesitaba espabilar un poco. Aún era demasiado impresionable y le faltaba la dureza necesaria para el competitivo mundo en el que se movían. Como agente literaria debía parecerse más a un tiburón que a la pintoresca pececilla de colores a la que le recordaba en ese momento; con su vestido verde manzana y aquellos accesorios salmón en muñecas, cuello y cabello.
—¡Penélope! —la llamó alzando la voz.
La joven dio un respingo y se llevó una mano al cuello, azorada. Tan asustadiza como un conejillo, acarició las cuentas redondas de su collar, con nerviosismo. Gina no se molestó en ocultar una sonrisa divertida ante su reacción.
—Perdone, señorita Walters, ¿qué me decía? —Ruborizada hasta el cuero cabelludo, la joven se giró hacia ella.
—Te