Crónicas del cielo y la Tierra. Mariano Ribas
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Pero… ¿qué había ocurrido? ¿Por qué el clima viró tan dramáticamente, pasando de siglos de tiempo mayormente templado y cálido a siglos de fríos extremos y hielos dominantes? Todo indica que el principal factor de cambio climático –aunque no el único– fue el propio Sol. Una vez más.
Es extremadamente sugerente que, en forma paralela a la pequeña edad de hielo, nuestra estrella haya mostrado un marcado descenso de actividad con respecto al período anterior. De hecho, los períodos más álgidos de este enfriamiento generalizado (al menos en el hemisferio norte) coincidieron con períodos en los cuales el Sol prácticamente no mostró manchas.
Actividad solar
Los astrónomos han descubierto que la actividad solar varía con el tiempo: por término medio, la cantidad de manchas (y otros fenómenos) aumenta y disminuye a lo largo de ciclos de aproximadamente 11 años. En forma paralela, su emisión de radiación también sube o baja alrededor de 0,1%. Pero, como no todos los ciclos son iguales, podemos encontrar variaciones mayores. En números concretos: observaciones realizadas con satélites europeos y de la NASA entre 1978 y 2017, revelaron que la Irradiación Solar Total (TSI) ha oscilado entre 1363 y 1359 watts/m2. Una variación de 0,3%, en los últimos 40 años. Y siempre marchando a la par de la mayor o menor cantidad de manchas. La relación más manchas / mayor radiación solar parece indudable.
Un 0,3% puede parecer muy poco, pero varios investigadores comprobaron que los cambios de la TSI alteran las temperaturas atmosféricas y la circulación del aire (Brasseur, 1993; Balachandran/Rind, 1995; Haigh, 1996; Van Loon/Labitzke, 2000). Otros trabajos confirman que, además, esas mismas oscilaciones hacen subir o bajar varias décimas de grado las temperaturas superficiales del planeta (Cubasch et al., 1997; Tett et al., 1999; Cubasch/Voss, 2000).
Pero la actividad solar presenta cambios más complejos y profundos a lo largo de los siglos. Todo indica que el período cálido medieval (850 a 1300) que tanto ayudó a la expansión vikinga hacia Groenlandia y América del Norte estuvo ligado a una suba general de la actividad solar. A la inversa, la pequeña edad de hielo (1300 a 1820) parece haber sido exactamente lo opuesto. Y muy especialmente durante los llamados mínimos: de Wolf (1280-1340), de Spörer (1420-1550), de Maunder (1645-1715) y de Dalton (1790-1820), cuando el conteo de manchas solares cayó a niveles bajísimos. Es probable que durante estos “pozos” de actividad, la TSI haya bajado alrededor de 1%.
A esta altura, es necesario agregar algo más: el Sol es el actor principal en la climatología terrestre… pero no es el único. Otros dos factores reforzaron los efectos de la merma solar durante la pequeña edad de hielo. Por un lado, los cambios en los grandes patrones de circulación atmosférica, particularmente en Europa y América del Norte. Por el otro, un vulcanismo probablemente incrementado: las partículas volcánicas “reflejan” con gran eficiencia la radiación solar hacia el espacio. Más polvo volcánico, menos calor en la superficie.
¿Y qué podemos decir sobre el comportamiento del Sol a lo largo de los milenios? No hay datos precisos de manchas solares previos a la aparición del telescopio, y los más precarios conteos a simple vista no van más allá del año 1200 a. C. Pero hay pistas indirectas: los estudios de los anillos de crecimiento de los árboles, lechos de lagos y pantanos, glaciares y hielos testigos, y hasta las concentraciones de carbono-14. Todos esos indicios sugieren que el Sol ha variado –de modo sutil, pero influyente– su emisión de radiación durante los últimos miles de años, y por motivos que aún no logramos entender del todo.
Epílogo
La suerte final de los últimos vikingos de Groenlandia es incierta. Tal vez, los pocos sobrevivientes se hayan adaptado al estilo de vida esquimal. Los otros vikingos (los normandos, “hombres del norte”), que siguieron habitando su tierra natal, se convirtieron en noruegos, franceses y hasta sicilianos. Pero los recuerdos de la Tierra Verde y de la aun más lejana y mítica Vinland siguieron resonando en las sagas y leyendas de los helados fiordos de Escandinavia.
El cielo y la Tierra. El Sol y los vikingos: el auge y el ocaso de las primeras colonias americanas estuvieron condicionados por los vaivenes del clima a largo plazo. Y estos, a su vez, se encontraron ligados fuertemente a los complejos mecanismos que se desatan en las entrañas gaseosas de nuestra estrella. Todopoderosa y caprichosa a la vez.
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