Escribir cuento. Varios autores
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Si lo que aparece es un salto temporal en el que el narrador omite mencionar qué ha pasado, estaremos hablando de una elipsis. Las elipsis pueden aparecer marcadas en el texto o no hacerlo. Algunos marcadores comunes son los que señalan el tiempo transcurrido. Por ejemplo: «a la mañana siguiente», «dos días después», «muchos años más tarde», etcétera.
Si lo que queremos es alargar una acción, tendremos que detener el tiempo del relato. Para ello podemos usar una pausa descriptiva, una digresiva, un análisis o un monólogo interior.
7.2.1.3 Frecuencia
La frecuencia entre el tiempo de la historia y el del discurso hace referencia al número de veces que aparece un hecho relatado en el texto y el número de veces que sucede dicho acontecimiento. En función de ello nos encontramos con dos tipos de frecuencia:
—Hábitos: acciones o hechos que suceden de forma repetida o continuada. Pueden aparecer una sola vez relatados en la historia o varias veces.
En el relato «Macario», de Juan Rulfo, aparecen muchas acciones habituales de forma recurrente. ¿De qué depende? En la historia se nos habla de la vida de Macario, un niño que vive con su madrina y con Felipa. Para que el lector pueda apreciar la diferencia entre ambas mujeres, el autor nos muestra una serie de hábitos que realiza cada una. Por ejemplo, se nos dice que Felipa es la que le da de comer y la madrina la que lo regaña. Alguno de estos hábitos aparecen repetidos varias veces (el hecho de que Macario, cuando come, no se siente saciado nunca). Aquí la intención del autor no es otra que la de hacer hincapié en un aspecto importante del relato. No solo nos narra una situación extrema (el niño siempre tiene hambre), sino que además nos muestra la insatisfacción y la frustración tanto suya como de Felipa.
Es un relato narrado con la voz de Macario, por lo que su punto de vista nos muestra una realidad un tanto distorsionada. Para que el lector comprenda lo que pasa sin ser explicativos, es necesario repetir las acciones.
Si queremos narrar este tipo de hechos es aconsejable emplear los tiempos verbales imperfectos, ya que dan la sensación de repetición (cantaba, dormía, salía, etcétera).
—Acciones únicas: acciones o hechos que suceden una sola vez. En función de la intención del autor, pueden aparecer narradas varias veces o solo una.
El cuento «Bernardino», de Ana María Matute, se divide en dos partes distintas. La primera parte, de presentación, en la que se cuentan los hábitos de los tres narradores y de Bernardino; y la segunda parte, en la que se narra un acontecimiento concreto en la vida de los protagonistas: unos chicos del pueblo roban el perro de Bernardino y se niegan a dárselo, a no ser que él se deje pegar en su lugar.
Ese acontecimiento aparece narrado una sola vez y sucede una sola vez también, pero la autora le otorga toda la atención. Ese hecho es lo que hace que los narradores cambien su punto de vista sobre Bernardino. Lo que sucede es lo suficientemente singular como para que no precise repeticiones.
En este tipo de acciones predominan los tiempos verbales perfectivos, ya que transmiten la sensación de que la acción ha sucedido una sola vez en un momento determinado (canté, duermes, saldrá, etcétera) y que ya está acabada.
7.2.2. Tiempo objetivo y tiempo subjetivo
El tiempo objetivo sería el tiempo mensurable por un reloj. Es exactamente igual para cada persona. Aquí y en la otra punta del mundo.
El tiempo subjetivo es la percepción personal que cada uno tiene del paso del tiempo.
¿Quién no ha tenido alguna vez algún profesor un poco tostón que ha hecho que una simple hora se hiciera eterna? Eso mismo pasa en la escritura. Los acontecimientos o hechos narrados tienen una duración determinada, pero esa duración puede tener una percepción subjetiva distinta en función de cómo afecte a los personajes.
Muchas veces no bastará con decirlo (sobre todo si esa percepción subjetiva del tiempo es importante para el objetivo que nos hayamos marcado con el relato), por lo que es recomendable hacer que el lector participe de esa sensación. Si un segundo ha pasado tan largo como una hora para el protagonista, el lector debe percibir ese alargamiento del tiempo.
Para dilatar el tiempo en un relato es recomendable intercalar acciones y escenas con otras herramientas como son las digresiones o las descripciones. También podemos jugar con las repeticiones de las acciones ya narradas anteriormente. Dependiendo de lo mucho o poco que queramos exagerar esa sensación de tiempo detenido, aumentaremos o reduciremos el número de acciones. Si detenemos del todo el tiempo, el texto puede volverse abstracto y el lector salirse de la historia con facilidad.
Recordad que alargar el tiempo no significa aburrir al lector, sino que perciba que esa acción dura más tiempo de lo que verdaderamente dura. Además de esto, es importante también emplear el ritmo del relato (como veremos a continuación) para que esa sensación sea mayor.
En el siguiente ejemplo de Julio Cortázar, el tiempo se estira para que el lector tenga la misma sensación de incomodidad y de agobio que empieza a sentir la protagonista del relato. Las acciones se van alternando con las descripciones, y con algunas reflexiones y pensamientos de la protagonista:
Buscando las monedas en el bolso lleno de cosas, se demoró en pagar el boleto. El guarda esperaba con cara de pocos amigos, retacón y compadre sobre sus piernas combadas, canchero para aguantar los virajes y las frenadas. Dos veces le dijo Clara «de quince», sin que el tipo le sacara los ojos de encima, como extrañado de algo. Después le dio el boleto rosado, y Clara se acordó de un verso de infancia, algo como: «Marca, marca, boletero, un boleto azul o rosa; canta, canta alguna cosa, mientras cuentas el dinero». Sonriendo para ella buscó asiento hacia el fondo, halló vacío el que correspondía a Puerta de emergencia, y se instaló con el menudo placer de propietario que siempre da el lado de la ventanilla. Entonces vio que el guarda la seguía mirando. Y en la esquina del puente de Avenida San Martín, antes de virar, el conductor se dio la vuelta y también la miró, con trabajo por la distancia pero buscando hasta distinguirla muy hundida en su asiento.
[…]
«Par de estúpidos», pensó Clara entre halagada y nerviosa. Ocupada en guardar su boleto en el monedero, observó de reojo a la señora del gran ramo de claveles que viajaba en el asiento de delante. Entonces la señora la miró a ella, por sobre el ramo se dio la vuelta y miró dulcemente como una vaca sobre un cerco, y Clara sacó el espejito y estuvo enseguida absorta en el estudio de sus labios y sus cejas. Sentía ya en la nuca una impresión desagradable; la sospecha de otra impertinencia la hizo darse vuelta con rapidez, enojada de veras. A dos centímetros de su cara estaban los ojos de un viejo de cuello duro, con un ramo de margaritas componiendo un olor casi nauseabundo.
«Ómnibus»
Julio Cortázar
Al contrario de lo que hemos visto, para acortar el tiempo y transmitir la sensación de que pasa más deprisa de lo que en realidad lo hace, tendremos que evitar las digresiones y las descripciones que no vayan al hilo de la acción y centrarnos sobre todo en las escenas, los resúmenes y las elipsis. En este caso es importante también jugar con el ritmo. Por supuesto todo esto son consejos, no normas. Un pasaje en el que el tiempo pase deprisa puede utilizar descripciones y digresiones, pero no son recursos característicos de ese tipo de narración.
7.3. El ritmo
El ritmo literario