En la noche de bodas. Miranda Lee

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En la noche de bodas - Miranda Lee Jazmín Noche De Bodas

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padre del novio –contestó Owen.

      –Pues… muy simpático.

      –¡Por favor, Fiona! Parece que tu pasado está lleno de hombres simpáticos. ¿Entonces, por qué en el fondo odias a los hombres?

      Fiona se quedó paralizada, después se defendió:

      –Eso es un poco fuerte, Owen, y no del todo cierto. A ti te quiero, y eres un hombre.

      –No estoy hablando de mí, Fiona. Me refiero a los hombres con los que has salido y de los que después te has apartado sin mirar atrás. Ellos creían que te importaban, pero la verdad es que sólo los utilizaste. Eso no está bien, y lo sabes.

      –Siento que pienses eso, Owen, pero todos ellos sabían lo que había. Además dudo que de verdad me quisieran. Los molestaba que hubiera herido su ego, pero en seguida se liaban con otra mujer. Ahora, volvamos al tema inicial: que Kathryn Forsythe no me reconocerá. Puede que Philip sea el único que lo haga. Y ya te digo, puede. Además, es la madre la que nos preocupa ¿no? Es a ella a la que yo voy a ver. Créeme cuando te digo que ella no me conocerá.

      Owen miró a su socia y amiga y sintió lástima por ella. Detrás de esa amargura autodestructiva, había una persona auténtica, decente, amable, muy trabajadora y generosa; que se preocupaba por sus clientes, se acordaba de los cumpleaños de todos los de la oficina, y nunca pasaba de largo frente a una de esas personas que vendían bolígrafos y medallas inútiles en la calle, sino que se detenía con una amplia sonrisa y les daba un donativo.

      Quién sabe qué le ocurriría durante esos dos matrimonios para que tuviera esa actitud dura hacia los hombres; no era dura con ningún otro aspecto de su vida. Decidida, sí. Y ambiciosa. Pero eso era distinto. Eso era el negocio.

      Lo que le recordaba que él tenía un negocio que defender. No podía permitir que Fiona pusiera en peligro lo que les había costado años construir.

      –No podemos confiar en que la señora Forsythe no te reconozca, Fiona –dijo Owen muy serio–. Si no le dices quién eres desde el principio y lo descubre más tarde, se va a poner furiosa, y tu nombre se manchará. Lo que significa que nuestro nombre se manchará. No veo más solución que mantener la cita que he hecho para ti, que confieses tu identidad con tacto y diplomacia y que después le ofrezcas mis servicios. Por lo menos así, aunque decida no contratar a Five Star Weddings, no tratará de crearnos mala fama.

      Fiona reflexionó sobre lo que Owen había dicho. Puede que tuviera sentido con respecto al negocio. Además, aún tendría la satisfacción de ver la cara que pondría Kathryn Forsythe al enterarse de quién era ella en realidad.

      En cierto modo, demostrarle a esa mujer odiosa que la persona que había despreciado ya no era ignorante como el pecado ni vulgar como el estiércol sería mejor que engañarla. La primera esposa de Philip, a la que ridiculizaron y despreciaron, podía relacionarse en los mejores círculos de sociedad.

      Fiona había aprendido cómo vestirse, hablar y actuar para cualquier ocasión que se le presentase. Era propietaria de la mitad de un negocio floreciente, de un piso precioso con vistas a Lavender Bay, y de un armario lleno de ropa de diseño. Conocía los vinos y los manjares. Apreciaba el arte y la música. ¡Hasta sabía esquiar!

      Pero, lo mejor de todo, podía conseguir casi cualquier hombre que quisiera, cuando y durante el tiempo que quisiera.

      Fiona se preguntó con tristeza durante un instante qué ocurriría si se encontraba con Philip otra vez. ¿La reconocería? ¿Y si lo hiciera, qué pensaría de Fiona en comparación con Noni? ¿Desearía a Fiona igual que una vez deseó a Noni?

      Era una especulación intrigante.

      A pesar de que había superado hacía mucho tiempo su amor por Philip, aún sentía cierta curiosidad por él. ¿Qué aspecto tendría ahora? ¿Cómo sería la mujer con la que había decidido casarse?

      –Muy bien, Owen –admitió–. Iré y me descubriré ante la señora Forsythe. Pero, primero, dime: ¿por qué tiene Kathryn que organizar la boda de su hijo? ¿Es que la afortunada novia no tiene madre?

      –Parece que no.

      –Bueno, ¿y quién es esa criatura exquisita que va a formar parte de la familia Forsythe?

      –No tengo ni idea. No hemos llegado tan lejos.

      –¿Cuándo es la cita?

      –Mañana a las diez de la mañana.

      –¿Un sábado? ¡Sabes que nunca recibo a nadie los sábados! Por favor, Owen, mañana por la tarde tengo una boda.

      –Rebecca puede encargarse.

      –No –dijo Fiona–, no está preparada.

      –Sí lo está. La has enseñado muy bien, Fiona. Lo que pasa es que no te gusta delegar en nadie. Sabes que admiro tu dedicación y perfeccionismo, pero ha llegado el momento de darle a Rebecca más responsabilidad.

      –Puede –dijo Fiona–, pero esta vez no. La madre de la novia me espera a mí. No quiero decepcionarla en un día tan importante.

      –Quizá puedas hacer las dos cosas –sugirió Owen–, la cita y la boda.

      –Lo dudo, y menos si la señora Forsythe todavía vive en Kenthurst, y por tu mirada me temo que sí. Eso queda a una hora en coche desde mi casa y está muy lejos de Cronulla, donde se celebra la boda de mañana. Tendrás que llamarla para cambiar la cita al domingo, Owen. Hazla a las once. No voy a madrugar un domingo porque ella quiera.

      –Pero… pero…

      –Hazlo, Owen. Dile la verdad: que Fiona tiene que organizar una boda mañana y que no puede acudir a la cita. Lo más seguro es que admire mi… ¿cómo dijiste? ¿mi dedicación y perfeccionismo?

      –Eres una mujer dura –se quejó Owen.

      –No seas tonto. Soy más suave que la mantequilla.

      –Sí, recién sacada del congelador.

      –Confía en mí, Owen, sé lo que hago. Los Forsythe respetan más a la gente que no es servil. Sé educado pero firme. Te aseguro que funcionará como un embrujo.

      Y para sorpresa de Owen, así ocurrió.

      –Ella estuvo muy complaciente –informó diez minutos más tarde–. Quiere que vayas el domingo a la hora de comer. Por suerte, su hijo y la novia no estarán allí. Da gracias porque el novio no viva en casa.

      Fiona ya sabía que Philip no vivía en casa. Se había enterado por la guía telefónica. No hay muchos P.Z. Forsythe en este mundo, y en Sydney sólo uno. Quince meses después de que ellos se separaran, más o menos cuando él terminó la carrera de derecho, aparecía con una dirección de Paddington, a un paso de la ciudad.

      Al año siguiente se mudó mas lejos, a Bondi. Y después, a Balmoral Beach, que aunque estaba al lado norte del puente, no quedaba lejos de la ciudad.

      Cuando él vivía en Paddington, Fiona solía llamarlo sólo para escuchar su voz y, en cuanto contestaba, ella colgaba. Poco después de que se trasladara a Bondi, Fiona lo llamó un sábado por la noche y preguntó

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