En la noche de bodas. Miranda Lee

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En la noche de bodas - Miranda Lee Jazmín Noche De Bodas

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o cuál era la expresión de su cara.

      En el momento que rodeó el coche y se dirigió hacia ellas, Fiona comenzó a mirarlo ávidamente, de la misma manera en que lo hizo el primer día que él entró en Gino’s Fish and Chips, diez años antes.

      Iba vestido con unos vaqueros y un jersey gris. Nada elegante, sólo llevaba ropa informal.

      Tenía que admitir que Philip, el hombre, era aún más espectacular que Philip, el joven. Se cumplía la promesa de la perfección. Su cuerpo desgarbado había tomado forma. Ya no tenía cara de niño sino un rostro maduro tirando a clásico y llevaba el cabello castaño perfectamente acicalado.

      A los veinte años, Philip era muy atractivo. A los treinta, realmente peligroso.

      Kathryn soltó el brazo de Fiona y se acercó a Philip para darle un abrazo.

      –Me alegro de verte, hijo. Espero que no hayas conducido muy rápido.

      –Nunca conduzco muy rápido, querida madre. No puedo permitirme manchar mi expediente.

      –Mi hijo es abogado –dijo su madre con orgullo mirando a Fiona.

      Philip también la miró y Fiona sintió una fuerte opresión en su pecho.

      –¿Y a quién tenemos aquí, madre? ¿No nos vas a presentar?

      A pesar de que Fiona se había relajado un poco, sintió cierta desazón al darse cuenta de que ¡él no la había reconocido! No tenía por qué estar decepcionada. Pero, lo estaba. Él le dijo una vez que nunca la olvidaría, que la amaría el resto de su vida.

      Al parecer, el resto de su vida había caducado diez años después. Aunque en realidad empezó a agotarse desde el momento en que ella salió de su vida.

      –Es espantoso, Philip, cómo te olvidas de las cosas estos días –dijo su madre sin percatarse de la ironía que contenían sus palabras–. Fiona es la organizadora de bodas de Five–Star Weddings de la que te hablé el viernes. Estoy segura de que te comenté que hoy comía con ella. Fiona, este es Philip, el novio olvidadizo. Philip, esta es Fiona. Fiona Kirby, ¿verdad, cariño?

      –¿Cómo está señora Kirby?

      –Señorita.

      –Lo siento, señorita Kirby.

      –Oh, no la llames así, Philip, ya nos estamos tuteando, ¿verdad, cariño? Cómo le he dicho a ella, vamos a pasar mucho tiempo juntas, así que tenemos que ser amigas.

      Fiona quería gritar y salir huyendo. ¿Amigas? No sería capaz de ser amiga de Philip y de su madre, antes preferiría ser amiga de un par de asesinos.

      Por el momento, estaba atrapada. Owen la odiaría si despreciase a una familia tan influyente como los Forsythe y encima dañase la fama de Five–Star Weddings. Ella lo comprendía. Había sido idiota al ir allí en persona y arriesgarlo todo sólo por el maldito orgullo.

      –¿Ya has decidido que Five–Star Weddings organice la boda? –preguntó Philip a su madre con el ceño fruncido.

      –Sin duda. Desde el momento en que vi a Fiona, supe que ella era la persona adecuada para hacerlo.

      –¿Ah, sí? Qué interesante. De todos modos, a mí me gustaría saber qué idea tiene antes de tomar alguna decisión o de firmar algún contrato.

      –¡Abogados! –exclamó Kathryn–. Ven problemas en todo lo que hacen.

      –Nada de eso, simplemente no me gusta precipitarme, y menos en los negocios. El mundo está lleno de tramposos. No sé nada de Five–Star Weddings, sólo lo que tú me contaste por teléfono. Tampoco conozco a la señorita Kirby, sólo lo que veo aquí. Aunque por fuera sea muy atractiva, por dentro puede ser cualquiera.

      Fiona se quedó de piedra. Le daba igual lo que pensara Owen. Al diablo con todo. No permitiría que Philip la insultara de esa manera.

      Se quitó las gafas y lo miró con frialdad, al ver que él seguía sin reconocerla, se puso aún más furiosa.

      –Señor Forsythe, Five–Star Weddings tiene una reputación impecable –afirmó–, al igual que yo. ¿Me permite recordarle que fue su madre la que solicitó esta cita y no al revés? Sin embargo, puedo enseñarle muchísimas cartas de recomendación y un gran álbum de las bodas que he organizado. Aunque no se lo crea, estoy muy ocupada y sólo he venido aquí para hacerle un favor a mi socio, que aceptó esta cita sin consultarme. Dadas las circunstancias, será mejor que encuentres a alguien más, Kathryn. Encantada de haberte conocido.

      Kathryn le agarró el brazo antes de que ella pudiera escapar.

      –¡No te vayas, por favor! –dijo antes de mirar a su hijo y continuar con la voz temblorosa y llena de rencor–, ¿y qué pasa contigo, Philip? ¡No sabía que eras tan maleducado!

      –No he sido maleducado. Estaba siendo sensato. Además, en vista de que la señora Kirby está tan ocupada, será mejor que busques a otra persona.

      –¡No quiero a otra persona! Quiero a Fiona. Es a ella a quien me recomendaron. Además, me cae bien. ¿Si te pago el doble de lo normal, harás el trabajo personalmente, verdad querida?

      –Bueno, yo… yo…

      –¡Por favor, madre! No…

      –¡Philip! –lo interrumpió Kathryn. Durante unos minutos reapareció la Kathryn obstinada y mandona de hacía diez años–, Corinne y tú me pedisteis que os ayudara a organizar vuestra boda y estoy muy contenta de hacerlo. Sólo quedan diez semanas y tu prometida pasa la mayor parte del tiempo en el extranjero, así que voy a necesitar ayuda. Y quiero que Fiona me ayude. Por favor, no dificultes más las cosas.

      Philip se quedó en silencio durante unos segundos.

      Fiona no sabía si reír o llorar. Era una situación extraña.

      De repente, él se quitó las gafas de sol y la miró fijamente a los ojos.

      Lo más atractivo de Philip siempre habían sido sus ojos. Eran de color azul vivo y alrededor del iris tenían un reborde negro que acentuaba su color y su expresión. La primera vez que él la miró, años atrás, a Fiona le temblaron las piernas como si fuesen de gelatina.

      Y ese día, él también la miraba. Ella le devolvía la mirada desafiante y las rodillas sólo le temblaban ligeramente.

      Philip la miraba de forma minuciosa, como si buscase algo. «¿El qué?», pensó ella enfadada. «¿Tendría al fin algún indicio de que estaba ante alguien conocido? ¿Quizá su subconsciente estaba jugándole una mala pasada y le recordaba todas las veces que él le había dicho que era la chica más adorable e irresistible del mundo?».

      –Lo siento. No pretendía calumniar tu reputación. He de reconocer que, hoy en día, hay cierto cinismo en el tema de los negocios. Estoy seguro de que Five–Star Weddings no es así y de que tú eres una de las organizadoras principales.

      –Claro que lo es –dijo la madre mirándolos aliviada–. Tenías que haber oído los comentarios del fotógrafo. Dijo que Fiona era la mejor en el negocio.

      –Estoy seguro. Aun

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