Enamorado de la vida. Osho
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Por eso es que un cristiano verá a Jesús, y un budista a Buda, y un hindú verá a Krishna. Ni por error un cristiano vería a Buda o a Krishna. Ni por error un Krishna vería a un cristiano; Cristo no consideraría a un hindú, porque esa gente no existe, son parte de tu mente; tú los creaste. La Biblia dice que Dios creó al hombre a su propia imagen. Yo les digo: el hombre creó a Dios a su propia imagen.
Zaratustra contestó: “¿Qué dije del amor? Traigo un regalo a la humanidad”.
El amor es siempre un regalo; de otra forma, sería poesía abstracta “¿Qué digo de amor? Traigo un regalo a la humanidad”. El viejo santo está diciendo cuestiones muy significativas: “No les des nada porque nunca perdonan a aquellas gentes que les da algo”.
Sócrates heredó al mundo un método inmensamente valioso para encontrar la verdad: el diálogo socrático. Pero ¿qué hizo la humanidad por él? lo envenenó.
El viejo santo tiene algo de razón cuando recomienda:
“No les des nada... mejor toma algo de ellos y cárgalos con ello, esto les complacerá más; si sólo esto te complaciera a ti”.
Es parte de la psicología humana que quieras ser un dador; no quieres ser uno que recibe. Pero hay cosas que debes recibir. No hay manera de que las des porque no las tienes.
¿Qué pueden darle al Buda Gautama o a Jesucristo o a Zaratustra? Son unos pordioseros, pero aun psicológicamente sucede que deben darles algo, y eso los haría feliz. Ellos han brindado tremendos tesoros, pero nunca se los perdonarán porque son dadores, y tú el que recibe. Son pordioseros. ¿Cómo podrías perdonar a alguien que te ha hecho pordiosero?
Tengo un amigo que nació pobre, pero fue adoptado por una de las familias más ricas de la India. Es un hombre muy generoso, hizo ricos a sus parientes. Estuvo dando a sus amigos, aun a los extraños. Sin embargo, me confesó una vez que viajaba conmigo en el tren:“Siempre quise preguntarte algo, pero no pude reunir el valor de exponerme. Les he dado a todos mis parientes que eran pobres, y ahora son gente rica. Les he dado a mis amigos. Les he dado a extraños que me han pedido. Nunca le he dicho no a nadie. Tengo tanto que puedo ir dando. Pero todos están enojados conmigo, hablan en mi contra”.
Le dije: “Es muy simple, ¿alguna vez les has permitido que te den algo?”.
Respondió: “Yo no necesito nada”.
Le dije: “Eso explica todo. Pero cosas pequeñas... Por ejemplo, puedes hablar por teléfono a un amigo a quien le has dado dinero, una fábrica, y lo has hecho rico, y decirle: “Estaba pasando por tu casa y vi unas rosas hermosas en tu jardín. ¿me podrías traer unas rosas?”. Y la actitud de tu amigo hacia ti cambiará.
“Si estás enfermo, puedes telefonear a alguien y decir: Estoy acostado en la cama con dolor de cabeza y fiebre, y me ha surgido un gran deseo de que estés junto a mí. Ven aquí, toma mi mano y siéntate a mi lado. Eso sería suficiente.
Tienes muchos carros, pero pudiste decirle a alguno de tus parientes: “Necesito tu carro por un día, no necesitas usarlo. Sólo guárdalo en el garage y por la tarde regrésalo”. Pero tu amigo o tu pariente, ellos también pudieron darte algo. Son necesitados.
Él dijo: “Lo voy a intentar, aunque tengo reservas. He hecho de ellos lo que son. ¿Por qué pediría algo? Tengo rosas en mi jardín. Tengo mis propios carros, y los que les he dado; les he dado sus casas.
Yo dije: “Es tu decisión. Tu ego es el que los está lastimando, de que tú eres el dador, y ellos siempre son los que reciben. Si quieres que cambien su actitud hacia ti, tienes que, de alguna manera, convertirte en alguien que recibe. Déjalos que disfruten por algunos momentos del ego de dar”.
Lo intentó, y la siguiente ocasión que nos vimos comentó: “¡Funciona, obra milagros! ¡Nunca lo había visto! Esa gente está feliz conmigo. Están hablado de mi generosidad. Ahora que estoy tomando cosas de ellos me he vuelto generoso. De otra manera, estarían diciendo siempre '¡Es sólo un egoísta; nos ha dado no porque necesitemos algo, nos ha dado sólo para humillarnos!'”
El viejo santo tiene razón:
“¡No les des nada... mejor toma algo de ellos y cárgalos con eso — eso les gustará más; ¡si sólo eso te complaciera a ti! ¡Y si quisieras darles algo, no les nada más que limosnas y déjalos que mendiguen por eso!”.
Su consejo es muy significativo y está basado en profundas verdades psicológicas. Sólo dales limosnas. No les des mucho. Dales lo suficiente para que empiecen a pedir más. Entonces siempre estarán moviendo su cola a tu derredor. Dales sólo cuando mendiguen, y estarán contentos contigo porque no los has reducido a mendigos. Ellos mismos te han mendigado; no es tu culpa, no pueden estar enojados contigo.
Pero un hombre como Zaratustra no podía hacer eso.
“No”, contestó Zaratustra, “Yo no doy limosnas, no soy suficientemente pobre para eso”.
Una gran declaración: “¡No soy suficientemente pobre para eso!”. Para reducir alguien a limosnero, y darle en cantidades tan pequeñas que le creen el deseo por más muestra mi pobreza. “¡No soy suficientemente pobre para eso!”.
Tengo abundancia: Abundancia de amor, abundancia de paz, abundancia de verdad, abundancia de sabiduría, abundancia de libertad; y esto no se puede dar en partes. Sólo es posible darlo como un todo. No puedes cortar la verdad en pedazos, no puedes cortar el amor en fragmentos. O das o no das. Pero si das, tienes que hacerlo con todo el corazón, con totalidad. No importa aun si te crucifican; no importa que se enojen y te fastidien.
El santo se rio de Zaratustra y dijo: “¡Fíjate que acepten tus tesoros!”.
Debido a que siempre los han rechazado, en lo profundo siempre han deseado los tesoros, pero cuando alguien llega a dárselos, los rechazan. Hay un gozo en rechazar, ¿por qué has rechazado a Buda o a Mahavira o a Jesús? Al rechazarlos, les has mostrado: “Podrían tener los tesoros, pero no somos tan pobres para aceptarlos. Tú podrías ser rico al tenerlos. Nosotros somos ricos, más ricos que tú al rechazarlos”.
El consejo del viejo está basado en una gran sabiduría.
“¡Fíjate que acepten tus tesoros! Tienen desconfianza de los ermitaños, y no creen que vengamos a dar”.“Nuestros pasos suenan muy solitarios entre las calles. Y por la noche oyen en sus camas a un hombre que va mucho antes de que salga el sol, y probablemente se pregunten: ¿adónde va el ladrón? ¡No vayas al hombre, quédate en el bosque!”.
He amado este consejo del viejo santo porque los animales son inocentes: no te rechazarán, no estarán molestos contigo y no te crucificarán.
Sólo quisiera agregar a esto: ve a los animales, ve a los árboles, son más sensibles. El hombre se ha vuelto casi insensible, y entre mayor sea el valor, mayor insensibilidad. Sólo entiende el lenguaje del dinero, del poder y del prestigio. Ha olvidado el del amor, el