Operaciones para la instalación de jardines y zonas verdes. AGAO0208. Juan Manuel Ruiz Cobos
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De organización geométrica en imagen y semejanza al paraíso trazado en el Corán, es de plano horizontal y se hace rígido al esquema base del jardín cruciforme encajado en un rectángulo, integrando los cuatro caminos y sus composiciones internas con una simetría muy rígida que se recoge en una pieza central en la que confluyen los cuatro ríos. En función de la escala del mismo este puede presentar una fuente central o un baldaquino o pabellón. La periferia solía manifestar una zona con una alta densidad arbórea y arbustiva que indujera la consabida ventaja térmica. Incorporaban el agua con inusitada astucia y devoción, la sumergen o hacen visible y sonora, la acuestan o simplemente la hacen brotar en gorgoteos insinuantes de fiesta en alocución a la simbólica fertilidad. Las plantaciones incorporan una ordenación aleatoria que se rompe con la simetría excepcional de ciertos ejemplares arbóreos (ciprés, naranjo, magnolio...). Mantienen un estricto levantamiento volumétrico por medio de setos que imposibilitan el acceso a los verdes cuadros en los que cultivaban diversidad de plantas que incorporaron a su inventario vegetal con importantes connotaciones sensoriales o simplemente culinarias.
Mención aparte merece el jardín de Al-Andalus o Mudéjar como también se denominó, por celebrarse en nuestra península y sobre todo desde Andalucía como origen. Esta forma de entender los jardines supuso un importante bagaje en la historia de la jardinería. Del entendimiento entre el medio físico y el propio jardín árabe, se arrojan monumentos insignes como la Alhambra, El Generalife o los jardines de los Reales Alcázares de Sevilla. Auténticas joyas de este ejercicio paisajístico que tanta cautivación produjeron y aún hacen. Y no dejando de ser un híbrido entre la normalización de rasgos orientales y los heredados de la filiación cristiana, se hace peculiar sobre todo en su vertiente arquitectónica y la inmortalidad vegetativa. Cabe reseñar como culmen del refinamiento y hondura que alcanzó la cultura jardinera de la época en Andalucía, la incorporación del patio como una estancia más pero con la importancia de ser el centro de la morada, en la que la vegetación y la arquitectura conjugan para emerger auténticos espacios llenos de sensualidad y donde el tiempo y la vida se ensimisma.
Recuerde
Mientras los persas habían hecho de sus jardines, paraísos, los árabes harán del paraíso un jardín.
2.4. El jardín francés barroco y el renacentista italiano
Si hasta finales del siglo XV la jardinería anduvo con autonomía suficiente respecto a la arquitectura, llegado el renacimiento habrá una dependencia que marcará época, la edificación se convierte en líder indiscutible de los ámbitos donde se interviene haciendo con ello que la jardinería se convierta en algo auxiliar y dependiente de la arquitectura, pero no con ello menos rica como podremos comprobar. Por ello, el arquitecto doblega su trabajo e inicia su bagaje en el trazado jardinero, lógicamente en base a un argumental que tenía como base el pensamiento de la época y que supuso la plasmación de la tesis de la naturalización ordenada del jardín.
En el Parque del Palacio de Caserta podemos comprobar gran cantidad de efectos espectaculares a consecuencia de los desniveles.
Como fruto de esta nueva pauta histórica, nos encontramos con unos jardines de trazado muy rígido y basados por completo en la geometría. Estas pautas no impiden que el jardín se adapte a la topografía del terreno, con lo que han de incorporarse nuevos elementos constructivos como escaleras y rampas que se vinculan perfectamente con la arquitectura practicada en cada proyección y que además sirven para integrar la estatuaria que de forma muy generosa fue legada desde el imperio romano.
La composición jardinera asume una gran perfección representada por medio de un gran artefacto escénico con profundos y profusos puntos de vista que intentan explotar al máximo todos y cada uno de los puntos focales realizados, además reforzados con la utilización a gran escala del agua en sus diversas facetas en movimiento y que para nada converge con el tratamiento que hizo el pueblo árabe de la misma. El jardín renacentista aboga de esta forma ya no solo por el paseo o el solaz, conceptos que hasta ahora todas la sociedades habían requerido del jardín y que desde este momento fueron olvidadas.
Tres periodos podemos constatar en el fenómeno renacentista del jardín, el origen que va desde 1450 hasta casi 1500 con Alberti con sus escritos y la construcción del “Belvedere” romano respectivamente. El más importante y crucial, se desarrolla a lo largo del Siglo XVI, facturando la época de más esplendor. Y el tercero y decadente ocupa la totalidad del siglo XVII y la práctica del XVIII donde se finaliza el palacio de “Caserta” en Nápoles. En la espectacularidad del “jardín arquitectónico”, arquitectura y naturaleza se dan la mano para retomar un dialogo de antaño que supondrán un rédito de arte en el jardín como jamás se había constatado y con la autoría de los mejores técnicos del momento: Miguel Ángel, Michelozzo, Ligorio, Rafael... Quizás el ejercicio más reconocido de esta floreciente época del jardín histórico, sea “Villa D’Este” en Tivoli de Pirro Ligorio a encargo del Cardenal Hipólito D’Este. Aquí ya, el jardín y edificio forman un mismo tándem. Integrados en el seno de una montaña que encumbra el edificio, salva los desniveles mediante escaleras y rampas de gran artificio ornamental y que sometidas al eje que desde la puerta principal del edificio sale, recorre toda la realización uniendo y haciendo de cordón umbilical de la misma y donde el agua aparece por doquier. Hasta ocho terrazas se van desprendiendo desde la cumbre, y que aun divididas, responden simétricamente en lo relativo a la estructura, si bien es cierto que se dan variaciones estéticas. Junto al eje base de la realización se traza otro transversal que los distintos elementos constructivos definen.
Recuerde
A esta época pertenece la realización del Belvedere de Bramante y Villa D’Este de Ligorio, obras insignes del periodo renacentista italiano.
Nota
El agua es un elemento muy dinámico utilizado en quietud o movimiento, pero siempre con gran nota escénica.
Del “jardín renacentista a la italiana” donde Florencia y Roma quedan como sus mejores cunas, podemos disfrutar hoy día de tesoros incontestables que son el mejor deleite del afán paisajístico del renacimiento, todos los elementos que lo componen existieron en el jardín, pero nunca tan bien conjuntados y expresados: aterrazados, arte topiario, grutas, pérgolas, praderas, progreso axial, láminas de agua y juegos con cascadas y todo ello, con una unidad de conjunto entre el edificio y la zona ajardinada que nunca había sido explorada. Además la zona ajardinada sufría de una apertura visual hacia el exterior que permitía disfrutar del ámbito paisajístico donde se integraba la villa, sin dejar de lado el elemento seguridad que sí seguía en uso, mediante los muros perimetrales legados. El jardín es ante todo un museo al aire libre, de alta y refinada carga artística natural.
Mientras Italia finalizaba el renacimiento, el resto de Europa se apresuraba a asumir el nuevo ejercicio inspirado en la