En palabras del Buddha. Bhikkhu Bodhi

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En palabras del Buddha - Bhikkhu Bodhi Clásicos

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La fe es la primera de las cinco facultades espirituales y, en cierto punto, como confianza en la iluminación del Buddha y en los principios fundamentales de su enseñanza, es un requisito previo para el entrenamiento superior. Vemos la fe actuando en su función preparatoria en el texto III,5, un largo fragmento del Caṅki Sutta. Aquí, el Buddha explica que una persona que tiene fe en algo «salvaguarda la verdad» cuando dice «ésta es mi fe». «Salvaguarda la verdad» porque se limita a afirmar lo que cree sin sacar la conclusión de que lo que él cree es definitivamente cierto y todo lo que sea contrario es falso. El Buddha diferencia la «salvaguarda de la verdad» (saccānurakkhanā) del «despertar a la verdad» (saccānubodha), que comienza depositando fe en un maestro que ha demostrado ser digno de confianza. Tras haber logrado tener fe en un maestro así, uno se acerca entonces a él en busca de instrucción, aprende el Dhamma, lo practica (según una serie de pasos más finamente calibrados que en el texto anterior) y, finalmente, ve la verdad suprema por sí mismo.

      Esto aún no marca el final del camino para el discípulo, sino sólo el descubrimiento inicial de la verdad, que de nuevo corresponde al logro de la entrada en la corriente. Una vez lograda la visión de la verdad, para alcanzar el «logro definitivo de la verdad» (saccānupatti) –es decir, para alcanzar el estado de Arahant o liberación final– uno debe repetir, desarrollar y cultivar la misma serie de pasos hasta que uno haya absorbido completamente y asimilado la suprema verdad revelada por esa visión inicial. Por lo tanto, el proceso completo de entrenamiento en el Dhamma se apoya en la experiencia personal. Incluso la fe debería tener sus raíces en la investigación y la indagación y no basarse únicamente en las inclinaciones emocionales y la creencia ciega. La fe por sí sola es insuficiente, pero es la puerta a los niveles de experiencia más profundos. La fe sirve como estímulo para la práctica; la práctica conduce a la comprensión experiencial; y cuando la comprensión de uno madura, florece en realización plena.

      III. ACERCARSE AL DHAMMA

      1. UNA DOCTRINA QUE NO ES SECRETA

      «Estas tres cosas, monjes, se mantienen en secreto, no abiertamente. ¿Qué tres cosas? Los asuntos relacionados con las mujeres, monjes, se mantienen en secreto, no abiertamente. Los mantras de los brahmanes, monjes, se mantienen en secreto, no abiertamente. La visión equivocada, monjes, se mantiene en secreto, no abiertamente. Éstas son, monjes, las tres cosas que se mantienen en secreto, no abiertamente.

      »Éstas son, monjes, las tres cosas que se manifiestan abiertamente, no en secreto. ¿Qué tres cosas? La luna llena, monjes, se manifiesta abiertamente, no en secreto. La luz del sol, monjes, se manifiesta abiertamente, no en secreto. La enseñanza y la disciplina predicada por el Tathāgata, monjes, se manifiesta abiertamente, no en secreto. Éstas son, en efecto, las cosas que se manifiestan abiertamente, no en secreto».

      (AN 3:129; I 282-283)

      2. SIN DOGMA, SIN FE CIEGA

      Así lo he oído. En cierta ocasión, el Bienaventurado iba caminando por Kosala acompañado de una gran comunidad de monjes. Hizo un alto en una aldea llamada Kesaputta,2 en el país de los kālāmas. Entre los kālāmas de Kesaputta se difundió la noticia: «Se dice que el asceta Gotama, hijo de los Sakyas, quien dejó la familia de los Sakyas por la vida sin hogar, ha llegado a Kesaputta. De él se dicen grandes cosas: “Que el Bienaventurado es un Arahant, un Buddha perfecta y completamente iluminado, ejemplo de saber y buena conducta, afortunado, conocedor del universo, insuperable guía de los seres humanos por adiestrar, maestro de dioses y hombres, iluminado, bienaventurado. Habiéndolo experimentado por sí mismo con conocimiento superior, él da a conocer este mundo con sus divinidades, sus Māras y Brahmās, a esta población con sus ascetas y brahmanes. Él expone el Dhamma que es bueno en su principio, bueno en su mitad y bueno en su final, tanto en la letra como en el espíritu, él proclama la vida de santidad lograda en su integridad y completamente pura”. Buena es la contemplación de este tipo de Arahants».3

      Entonces, los kālāmas de Kesaputta fueron adonde estaba el Bienaventurado; algunos le ofrecieron sus respetos y se sentaron a un lado. Otros intercambiaron saludos con él y, terminada esa charla amigable y cortés, se sentaron a un lado. Otros le saludaron reverencialmente y se sentaron a un lado. Otros se presentaron pronunciando su nombre y clan, y se sentaron a un lado. Otros guardaron silencio y se sentaron a un lado. Una vez que los kālāmas de Kesaputta se hubieron sentado, le dijeron esto al Bienaventurado:

      «Venerable señor, algunos ascetas y brahmanes que vienen a Kesaputta exponen e ilustran sus propias doctrinas mientras atacan, desprecian, infravaloran y rechazan las doctrinas de los demás. Pero entonces, señor, vienen otros ascetas y brahmanes a Kesaputta, y ellos también se dedican simplemente a exponer e ilustrar sus propias doctrinas mientras atacan, desprecian, infravaloran y rechazan las doctrinas de los demás. Venerable señor, tenemos esta duda e incertidumbre: ¿Quién de entre ellos dice la verdad y quién miente?».

      «Es normal, kālāmas, que tengáis esta duda e incertidumbre. Ciertamente, vuestras duda e incertidumbre surgieron por una cuestión que se presta a la duda y a la incertidumbre».

      «Respecto a esto, kālāmas, no hay que aceptar algo porque sea tradición, ni porque provenga de un linaje de maestros, ni porque se rumoree, ni porque aparezca en textos sagrados, ni porque sea razonable, lógico o la conclusión de una demostración, ni porque una teoría se considere plausible, ni porque sea dicho de forma elocuente, ni porque penséis: “quien lo dice es nuestro maestro”.4 En cambio, kālāmas, cuando conozcáis por vosotros mismos: “estas cosas son perjudiciales, estas cosas hay que evitarlas, estas cosas las condenan los sabios, estas cosas, si se cultivan y se frecuentan, conducen al malestar y al sufrimiento”, entonces, kālāmas, rechazadlas».

      «¿Qué pensáis, kālāmas? Cuando surge la codicia, … el odio, … la ofuscación en el interior de una persona, ¿conducen al bien o al mal?».5 «Conducen al mal, venerable señor». «Kālāmas, esta persona codiciosa, … con odio, … ofuscada, abrumada por la codicia, … el odio, … la ofuscación, con la mente consumida por la codicia, … el odio, … la ofuscación, mata a seres vivos, toma lo que no le es dado, va con la esposa de otro, dice mentiras, o bien incita a otro a hacer tales cosas. Esto sólo podrá conducir a su malestar y a su sufrimiento por mucho tiempo». «Así es, venerable señor».

      «Entonces, ¿qué pensáis, kālāmas?, ¿son estas cosas beneficiosas o perjudiciales?». «Perjudiciales, venerable señor». «¿Hay que evitarlas o no hay que evitarlas?». «Hay que evitarlas, venerable señor». «¿Las condenan los sabios o no?». «Las condenan los sabios, venerable señor». «Cuando se cultivan y se frecuentan, ¿conducen al malestar y al sufrimiento, o no? ¿Qué os parece?». «Cuando se cultivan y se frecuentan, venerable señor, conducen al malestar y al sufrimiento. Así nos parece».

      «Kālāmas, a esto me refería cuando dije que no hay que aceptar algo porque sea tradición, ni porque provenga de un linaje de maestros, ni porque se rumoree, ni porque aparezca en textos sagrados, ni porque sea razonable, lógico o la conclusión de una demostración, ni porque se considere plausible una teoría, ni porque sea dicho de forma elocuente, ni porque penséis: “quien lo dice es nuestro maestro”. En cambio, kālāmas, cuando vosotros conozcáis por vosotros mismos: “estas cosas son perjudiciales, estas cosas hay que evitarlas, estas cosas las condenan los sabios, estas cosas, si se cultivan y se frecuentan, conducen al malestar y al sufrimiento”, entonces, kālāmas, rechazadlas. A esto me refería cuando dije eso.

      »En cambio, kālāmas, cuando conozcáis por vosotros mismos: “estas cosas son beneficiosas, estas cosas no hay que evitarlas, estas cosas las elogian los sabios, estas cosas, si se cultivan

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