Un baile de máscaras. Susannah Erwin

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Un baile de máscaras - Susannah Erwin Deseo

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lo que oyó fue que seguro que estaba esperando ocupar el puesto de su padre en el Congreso.

      Aquello le sorprendió. Distinguió una voz femenina, joven y hostil, muy hostil.

      Esa no era la reacción que había esperado.

      –Bueno… –balbució, él, que no balbuceaba nunca–. Os echaré de menos a todos. Tal vez a Vikram y a Helen no.

      Señaló hacia donde se encontraban sus más fieros competidores y la multitud se echó a reír. Aquello estaba mejor.

      –Aunque gracias por haberme mantenido alerta. Y muchas gracias por el premio y, sobre todo, por vuestro apoyo y amistad.

      Todo el mundo aplaudió. Grayson levantó la mano a modo de despedida y salió del escenario, alegrándose al ver quién lo esperaba allí. Había mencionado Medevco por un motivo. No solo había sido su inversión más rentable, sino que los dos hombres que estaban al frente de la empresa se habían convertido en sus dos mejores amigos. Todavía se alegró más al ver que uno de ellos, Luke Dallas, tenía una copa de balón con whisky esperándolo.

      –Enhorabuena –le felicitó Luke, tendiéndole la copa.

      Grayson le dio un sorbo y sintió el calor del líquido ambarino en la garganta.

      –¿Por el premio? La mitad le pertenece a tu esposa, que, en la gala del año pasado, me prometió que me daría media hora de tu tiempo si hacía una donación a la organización.

      –Me alegro de haber hecho que te diesen el premio –respondió la esposa de Luke, Danica, que estaba al lado de este–. Porque Luke es mío.

      Luke y Danica se sonrieron con adoración. A pesar de que ya llevaban más de un año casados, a Grayson todavía le sorprendía ver cómo Luke, que era una persona taciturna, mostraba tan abiertamente sus sentimientos. Si bien era cierto que Danica era una buena compañera para su amigo: inteligente, altamente cualificada y atractiva. Estaban hechos el uno para el otro.

      Luke había tenido mucha suerte al encontrarla. Grayson dudaba que él fuese a tenerla también. Y no buscaba relaciones poco duraderas, las aventuras de una noche no eran para él.

      Aunque, en esos momentos, tampoco estaba buscando una relación seria.

      –Luke te ha felicitado por ser el centro de las conversaciones esta noche –intervino Evan Fletcher, socio de Luke en Medevco.

      Le tendió un vaso de agua a Danica y conservó una copa de vino tinto para él.

      –Casi no he podido llegar hasta aquí –continuó–. Todo el mundo quería comentar la noticia que acabas de dar. Prepárate para que se abalancen sobre ti en cuanto salgas de aquí.

      Grayson clavó la vista en el fondo de la copa. ¿Por qué no había inventado nadie una copa que se rellenase sola? A él le parecía una buena inversión.

      –Aquí empieza.

      Evan dio un sorbo a su copa de vino e hizo una mueca.

      –¿El qué empieza? ¿Tu jubilación a los treinta y cinco años? Dime que vas a comprar una isla con espacio para invitados. Y que me vas a invitar a mí.

      Grayson negó con la cabeza.

      –No me voy a retirar.

      –Entonces, ¿por qué has hecho todo este…?

      Evan movió la mano en la que tenía la copa y unas gotas de vino tinto cayeron al suelo.

      Grayson lo miró fijamente.

      –¿Vas a beberte eso o lo vas a utilizar como arma arrojadiza?

      Evan miró la copa y buscó un lugar donde posarla. La dejó sobre una mesa baja que había junto a un sofá.

      –El año que viene quiero estar en el comité que organiza la gala para poder escoger el vino.

      –Responde a la pregunta de Evan. Si no te vas a retirar, ¿por qué has dado semejante noticia? –preguntó Luke con el ceño fruncido.

      Grayson decidió contárselo, al fin y al cabo, pronto sería del dominio público.

      –No se lo contéis a nadie. Todavía. Mi padre va a anunciar que dimite. Y, cuando lo haga, habrá elecciones para decidir quién ocupa su lugar en el Congreso durante el año que queda. Y voy a presentarme.

      Danica dio un grito ahogado, Luke sonrió y le dio la mano a Grayson.

      –Enhorabuena. Por supuesto, tienes mi apoyo. Aunque podrías habérnoslo contado antes.

      –Si te soy sincero, me sorprende que os sorprenda –comentó él–. Siempre ha sido mi intención seguir los pasos de mi padre en política.

      –¡Hola! –saludó alguien alegremente a sus espaldas.

      Grayson se giró y vio a Bitsy Christensen, la presidenta de la gala que, como siempre, llegaba con el teléfono en la mano. Iba seguida por varias personas cargadas con instrumentos musicales.

      –Pensé que estaríais probando la comida –comentó Bitsy–. La banda tiene que instalarse, así que me temo que os tengo que echar de aquí.

      –Por supuesto.

      Grayson les hizo un gesto a Luke y a Danica para que echasen a andar delante de él y luego se giró hacia Evan, que tomó su copa de vino.

      Los siguientes segundos pasaron a cámara lenta.

      Evan se dirigió a la salida, pendiente de la copa de vino que llevaba en la mano mientras Bitsy echaba a andar hacia él con la mirada clavada en el teléfono. Ninguno de los dos levantó la vista hasta que chocaron. Justo delante de Grayson.

      El teléfono salió volando por los aires. Lo mismo que la copa de vino.

      Grayson consiguió alcanzar el teléfono antes de que chocase contra el suelo. Por desgracia, el vino le cayó encima, manchando la camisa blanca de su esmoquin. La chaqueta y la corbata, como eran negras, no parecían manchadas, pero él olía como si se hubiese caído en una cuba.

      No podía salir de allí así. Intentó limpiarse la camisa con unas servilletas de papel, pero no lo consiguió.

      –¡Oh, no! –exclamó Bitsy–. Oh.

      –Preguntaré a los encargados del catering si tienen toallitas húmedas –se ofreció Evan, desapareciendo detrás de las cortinas.

      Bitsy le quitó a Grayson el teléfono de la mano.

      –Tenemos disfraces de sobra –comentó–. Por si a alguien se le olvidaba. Siempre hay que estar preparados, ¿no?

      Miró a Grayson de arriba abajo y empezó a escribir un mensaje.

      –Mi asistente no tardará en llegar. Le he dicho que traiga el disfraz de payaso Pierrot, que debe de ser más o menos de tu talla.

      ¿De Pierrot? Estupendo. Iba a salir de allí vestido de payaso con un enorme pijama blanco.

      Se

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