Justo antes de la boda. Linda Miles
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—Y si no quieres sexo, ¿qué quieres? —preguntó Tasha, con recelo.
Chaz sonrió.
—No he dicho que no lo quiera, cariño. Sólo he dicho que no tienes que sentirte obligada.
—Exacto —dijo —Tasha—. ¿Qué esperas de mí entonces?
Chaz se detuvo a pensar.
—Bueno, cuando nos separemos, quiero la mitad de los regalos de boda —dijo—. Siempre he querido tener cinco tostadores. Seguro que podemos contar con unos diez sin tener en cuenta la parte de Jeremy.
—Tengo lista de boda —señaló Tasha.
—¿Sí? Qué desilusión. Pues me pido el tostador si sólo nos regalan uno.
Tasha sonrió a su pesar.
—¿Quieres hablar en serio? —preguntó—. Sólo quiero saber en qué me estoy metiendo. Si esperas algo de todo esto, quiero saberlo ahora.
Chaz se encogió de hombros.
—Nada de ataduras, si te refieres a eso. Tash, cariño, si digo incondicional, quiero decir incondicional. Podrías acompañarme a unas pocas cenas aburridas si quieres. No tienes que fingir que estás enamorada de mí en público. La mitad de las mujeres que conozco se han casado por dinero; nadie pensará mal de ti si creen eso. Sólo pensarán que has hecho bien en conseguir a alguien que no sea físicamente repulsivo.
—Pero eso es horrible —dijo ella con desagrado—. ¿Cómo puedes soportarlo?
—¿Soportar qué?
—Vivir con esa gente tan lamentable —dijo Tasha.
Chaz levantó una ceja con sorna.
—¿Quién dice que sean lamentables? Venden una cosa que tienen para conseguir otra que quieren. No es un mal trato.
Tasha se encogió de hombros. ¿Para qué servía todo ese dinero si tenían que pasar toda su vida sin amor? Pero no iba a ponerse a discutir eso con Chaz.
—Entonces, ¿cuál es el veredicto? —dijo Chaz—. ¿Quieres que lo intentemos?
Tasha lo miró dubitativamente. ¿Cómo sería pasar todo un año con Chaz? Podía ser encantador si quería, pero también estaba ese lado cínico de su carácter que tanto la irritaba. Pero si no, ¿qué iba a decirle a su padre?
—Pues… —empezó a decir ella.
Chaz dio un sorbo a su copa, mirándola bajo unas cejas satánicas, que acentuaban su expresión de sarcasmo. Tasha cerró los ojos instintivamente. Tenía que pensar algo. Vio una lista de cientos de invitados y tres habitaciones llenas de regalos de boda.
Abrió los ojos. Chaz seguía mirándola. Irrelevantemente, Tasha pensó en lo guapo que era. Le costaba creer que hubiese estado besándolo hacía diez minutos.
—De acuerdo —dijo Tasha—. Acepto.
Chaz sonrió, esa vez sin cinismo.
—Intentaré que no te arrepientas.
—Estoy segura de que no me arrepentiré —dijo Tasha irónicamente.
—Mentirosa —replicó su futuro marido con ojos divertidos—. No estés tan abatida, cariño. Lo pasaremos estupendamente. Durante treinta y un años me las he arreglado para evitar a la gente y, puesto que a ti todos te adoran, será divertido volver de hijo pródigo, aunque sea para romper al mes nuestra relación por serle infiel a su cariñito…
—Qué cínico eres —dijo Tasha, reprimiendo una sonrisa—. Durante años, la gente no ha dejado de decirme que en realidad no eras tan malo, que en cuanto encontrases a la mujer adecuada todo sería diferente. Se alegrarán de pensar que la has encontrado. No es culpa de ellos si no es cierto.
Los ojos negros de Chaz brillaron.
—No me sorprende que ellos dijesen eso —dijo él con sarcasmo—. Lo que me pregunto, querida Tash, es qué respondías tú —Chaz soltó una carcajada ante la expresión de bochorno de Tash—. Irrepetible, ¿verdad? Apuesto a que decías que si alguna vez encontraba a la mujer de mi vida, que Dios se apiadase de ella..
—No recuerdo lo que decía.
—Bueno, es lo que hubiera dicho yo —la miró con los ojos brillantes—. Pero basta de hablar de mí. Esto hay que celebrarlo. ¿Tiene champán tu padre?
—No —dijo Tasha.
—Pues sigamos con el whisky. Parece que nos ha ido bien hasta ahora.
Chaz llenó los vasos, y levantó el suyo.
—Por Jeremy —dijo—. Para que reciba lo que se merece por canalla.
—Es un brindis horrible —protestó Tasha—. No voy a brindar por eso.
Chaz sonrió.
—Está bien, propón tú uno.
—Vale —dijo Tasha, sonriéndole maliciosamente, y levantó su vaso—. Por la mujer de tu vida, que Dios se apiade de ella.
Chaz se rió.
—Brindo por eso —dijo, alzando su vaso, y lo vació de un trago.
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