¡Viva la libertad!. Alexandre Jollien
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Si no es posible llevar esto a cabo, también podemos visualizar estos paisajes, o cualquier otra situación apaciguadora, por la cual la mente escape por un tiempo al encogimiento producto del miedo y al estado de alarma enloquecedora que engendra.
Christophe: La mayor parte de las veces, no nos damos cuenta de que las personas que sufren ansiedad han abandonado nuestro mundo por otro que no obedece a las mismas reglas. En ese mundo virtual, el tratamiento de la información es muy diferente: si un peligro no representa más que una posibilidad entre un millón, la persona se ve absorbida por ella como si la aspirasen. Ya no funciona en esa persona la misma lógica que entre las personas que no padecen el trastorno de ansiedad. Todos los esfuerzos que podamos realizar para ayudar a tal persona deberán centrarse en reconducirla al mundo real. Aunque sea por medios muy tontos: caminar, contemplar la naturaleza, trabajar, salir, hacer cosas, hablar con amigos; todo esto contribuye a volver a echar el ancla en la realidad. Es por esto por lo que las crisis de ansiedad que nos asaltan durante la noche son las más violentas: estamos solos y no podemos protegernos mediante la acción o la distracción. Por fortuna, existe también la meditación: no hay por qué sorprenderse, puesto que meditar no es reflexionar con los ojos cerrados, sino que durante la meditación se implica el cuerpo entero. Cuando uno medita, presta atención a su respiración, se reconecta con su propio cuerpo, escucha los sonidos a su alrededor. El cuerpo, aun en medio de la ansiedad y el azoramiento, está siempre inmerso en lo real, nunca en lo virtual.
En tu caso, Alex, estabas en un retiro, con todas las vías posibles de acción y de interacción cortadas. Conozco no pocos pacientes míos que han sufrido crisis de ansiedad durante retiros espirituales o de meditación. En el pasado, cuando no existían los protocolos adaptados a los pacientes (tales como la MBCT o la MBSR1), muchos de nuestros pacientes con ansiedad o con depresión deseaban meditar y se iban a realizar retiros vipassana, o zen… ¡Uno de cada tres sufría una crisis in situ! Y es que los maestros zen o vipassana no son terapeutas, y en ocasiones son además bastante duros y exigentes.
Pero ¿cómo lo superaste? ¿En qué momento tuviste la impresión de volver a la realidad?
Alexandre: No supe encontrar los recursos interiores capaces de vencer la ansiedad. Una vez más, la sanación vino del exterior. Por otra parte, ¡he aquí mi sanador, en carne y hueso…! En plena noche, desperté al bueno de Matthieu, que me convenció de que corría tanto peligro de sentarme inadvertidamente encima de un mapache rabioso como de que me cayera un meteorito en la cabeza… Tu dulzura, tu tranquilidad, tu voz sonriente, a miles de kilómetros de allí, dieron buena cuenta de mis terrores.
Matthieu: Sentarse encima de un mapache dormido en el bosque… probablemente habrías sido la única persona en el mundo a la que le pasara tal cosa. ¡Y además, rabioso…!
Alexandre: En aquella ocasión me comunicaste una enseñanza muy profunda: contemplar la naturaleza, dejar de considerarla como un enemigo, como una presencia hostil, como un peligro permanente. Estoy seguro de que eso fue lo que me tranquilizó.
Matthieu: El mundo entero se aparece a veces como un enemigo potencial. De hecho, es nuestra mente la que se convierte en nuestro peor enemigo: «Sucede en ocasiones que agranda de tal forma las dimensiones del lago imaginario que lo rodea», escribió Charles Ferdinand Ramuz, «que ya no es capaz de cruzarlo».
Alexandre: La locura de la actividad mental sin objeto recupera cierta lógica para servir de contraargumento a la voz de la razón. Proceso verdaderamente diabólico que es decididamente un quebradero de cabeza para todas aquellas y aquellos que tratan de tranquilizar a la persona que sufre de miedo. No obstante, uno haría mal en abdicar. Recuerdo con inmensa gratitud al doctor Olivier, amigo mío, al que llamaba y quien me mostraba elementos científicos con que oponerme a los delirios de mi imaginación.
CÓMO LIBERARSE DE LA ANSIEDAD
Matthieu: Tengo una amiga, muy equilibrada y serena en la vida cotidiana, que me reveló que se despierta a veces en plena noche presa de una angustia persistente sin una causa clara, una especie de ansiedad difusa. Tenemos siempre la opción de observar este tipo de ansiedad y comprobar que está vacía de existencia auténtica: no es más que una poderosa construcción de la mente, comparable a una gran nube de tormenta. Con un poco de entrenamiento en la meditación, es posible mirarla cara a cara y desmontar su poder aparente. La parte de nuestra mente que observa la ansiedad no está angustiada, simplemente es consciente. Ciertamente no es fácil, en plena crisis de ansiedad, acceder a esta parte de la conciencia no angustiada que observa la angustia, pero la alternativa existe. En tal caso, disponemos de un espacio en el seno de la conciencia que no es presa de la ansiedad. Como un pie que aguanta una puerta entreabierta. Si conseguimos prolongar esta observación, el espacio de libertad, de un modo natural, adquiere cada vez mayor amplitud, la puerta se abre cada vez más. La ansiedad seguirá ahí, no va a desaparecer de golpe, pero irá perdiendo fuerza paulatinamente, se irá haciendo menos real, menos apremiante, hasta que terminará por desaparecer de nuestro paisaje mental.
Christophe: Todo esto es muy valioso. En efecto, contemplar la ansiedad con atención consciente plena, sin pretender extinguirla al instante, sino observando simplemente sus manifestaciones, nos ayuda a desprendernos de ella, a liberarnos poco a poco. La meditación ha representado un gran aporte para mí, tanto para ayudar a mis pacientes, como para tratar mis propios desasosiegos: cuando uno siente que comienza a ser absorbido por la ansiedad, ponerse en disposición de observar lo que está sucediendo, recuperar la estabilidad en la respiración, restablecer el centro en el propio cuerpo, examinar los propios pensamientos, todo lo que está a punto de desbordarse… Uno se imagina a orillas de un río, observando el torrente de ansiedad que arrastra con todo. De vez en cuando, resbalamos y caemos de nuevo en la corriente: hay que salir de ella y volver a empezar… Después de las sesiones de terapia y del tratamiento durante los períodos de crisis, enseñamos a nuestros pacientes con ansiedad (y también a los depresivos) a meditar con atención consciente, y casi todos consiguen luego mantener a distancia sus ulteriores crisis de ansiedad, si eventualmente retornan (en circunstancias de cansancio o de dificultades personales, por ejemplo).
Matthieu: No dejarse llevar por la corriente, contemplarla desde la orilla…
Christophe: En relación con nuestros miedos, se plantea también una gran pregunta: ¿puede existir una angustia insondable, ontológica, sin contenido visual, mental? De entrada, sería más difícil sustraerse a ella. Constituiría el auténtico «miedo sin objeto»… Un tipo de angustia asociada simplemente al hecho de ser un ser humano que un día morirá, que lo sabe, y que es impotente frente a ello. Muchos filósofos consideran que esto es algo constitutivo de nuestra condición humana, y por tanto inevitable.
Matthieu: Mi padre pensaba un poco así, decía que, hagamos lo que hagamos, la felicidad siempre queda fuera de nuestro alcance, ya que la muerte es ineluctable.
Christophe: Y el problema con la muerte no radica tanto en la muerte misma, en nuestra muerte, puesto que tras ella ya no estaremos presentes, cuanto en el miedo a la muerte, si