Pasión fugaz. Sally Wentworth
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–Tomaré ese –dijo, secamente, interrumpiendo a Calum.
Él fue a decir algo, pero cerró la boca al ver la llamarada de furia que asomó a los ojos de Elaine.
–Er… sí, por supuesto –dijo, al cabo de un momento–. Y creo que tomaremos un vinho verde para acompañar –llamó al camarero, encargó la comida y luego miró a Elaine.
Pero ella ya había recuperado el control. Había un despreocupado interés en su mirada cuando señaló unos viejos barcos cargados de barriles de vino.
–¿Navegan realmente, o sólo están amarrados para que los vean los turistas?
–Oh, sí, aún navegan. Cada año organizamos una carrera desde la desembocadura del río hasta el muelle principal. Todas las compañías del puerto compiten y hay fiesta en la ciudad; mucha bebida y fuegos artificiales por la noche.
–¿Habéis ganado alguna vez?
Calum sonrió.
–Más de una. Mis primos siempre vienen para la carrera y pilotamos el barco con algunos hombres de la compañía.
–¿Participáis personalmente en la carrera? –preguntó Elaine, sorprendida. Por algún motivo, no imaginaba a Calum en una situación como aquella.
–Claro. El abuelo empezó a llevarnos con él en cuanto tuvimos edad suficiente. Desafortunadamente, ahora es demasiado mayor para participar.
Había verdadero pesar en la voz de Calum, y Elaine comprendió que estaba realmente encariñado con el viejo patriarca.
–Es una pena –murmuró.
Él asintió, pero enseguida sonrió de un modo tan diferente al habitual que desconcertó a Elaine.
–Sí, pero siempre viene a animarnos, y creo que gasta más energía haciéndolo que si estuviera en el barco.
El camarero llevó el vino y Calum se volvió, permitiendo que Elaine se maravillara por el cambio experimentado en él. ¿Cuál sería el verdadero carácter de aquel hombre? Enseguida apartó aquel pensamiento. ¿Qué importaba cómo fuera Calum Brodey? Sólo era un cliente con el que debía ser amable y al que debía dejar satisfecho con su trabajo, que, por cierto, estaba muy bien pagado. Cómo fuera o dejara de ser no era asunto suyo, aunque, cuanto más lo conocía, más interesante le parecía.
Unos minutos después, Elaine averiguó que lo que había pedido eran calamares cocinados con jamón, cebolla y salsa de tomate. Durante la comida, Calum le contó la historia de las bodegas, y, por tanto, de su propia familia. Hizo que la historia resultara fascinante, describiendo con maestría los problemas que tuvieron sus antepasados al acudir a aquella tierra.
–Deberías escribir un libro sobre tu familia –dijo Elaine.
Él la miró con interés.
–¿Tú crees? Tenemos todos los papeles de la familia en casa, por supuesto, pero nadie se ha puesto nunca a cotejarlos. Supongo que estamos tan acostumbrados a las historias que las damos por ciertas sin pensarlo.
–Creo que sería un libro muy entretenido.
–Puede que tengas razón –Calum se encogió de hombros antes de añadir–: Pero me temo que no tendré tiempo para hacerlo.
–¿No tiene tiempo libre tu abuelo?
Elaine captó toda la atención de Calum con aquella pregunta.
–¿Mi abuelo?
–Supongo que él sabe más que ningún otro sobre la historia de la familia. Él podría escribirla. Resultaría interesante para la familia y resultaría muy útil para cualquiera que quisiera escribir la historia de la empresa Brodey.
–Es una idea excelente. Estoy seguro de que el abuelo se sentirá bastante deprimido cuando pase esta semana, así que esperaré a planteárselo entonces. Eso le dará un nuevo interés y algo en que ocuparse –dedicando a Elaine una cálida sonrisa, Calum añadió–: Gracias por la idea.
Ella se encogió de hombros.
–Lo que me ha dado la idea ha sido tu forma tan amena de contar las historias de la familia.
Un rato después, Calum miró su reloj.
–Será mejor que te lleve de vuelta a la bodega. Yo tengo que volver a casa esta tarde.
–¿Vas a trabajar en tu despacho? –preguntó Elaine–. Estoy esperando un fax y me preguntaba si podrías llamarme por teléfono para leérmelo.
–Arreglaré las cosas para que alguien se ocupe de hacerlo. Estoy esperando una llamada de Tiffany y puede que esté ocupado.
–Oh, por supuesto.
De manera que tenía una cita con Tiffany, pensó Elaine. De todos modos, le sorprendió que fuera por la tarde y en la casa. Había supuesto que Calum llevaría a sus citas a comer o cenar fuera. Entonces recordó que era una figura conocida en Oporto y que tal vez no quería ser visto tan pronto con Tiffany en público.
Calum la dejó en la bodega y enseguida se marchó. Elaine lo observó mientra se alejaba en su elegante coche para acudir a su cita. ¿Habría encontrado el amor de su vida?, se preguntó. ¿La rubia inglesa que exigía la tradición familiar? Fuera como fuese, no era asunto suyo.
Encogiéndose de hombros, Elaine entró en la bodega para seguir trabajando. Pero, una vez más, notó que le costaba concentrarse en su tarea, y tuvo que darse un zarandeo mental para quitarse a Calum de la cabeza.
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