Pack Bianca y Deseo marzo 2021. Varias Autoras

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en la parte interior de la muñeca. Se preguntó cómo su hermano podía haberse dejado engañar por aquella aparente ingenuidad cuando lo más probable que era que todo fuera fingido.

      Agarró a Ethan del brazo y lo sacó de la habitación, ansioso por obtener respuestas sin molestar a Grady. Cuando ambos estuvieron en el pasillo, cerró la puerta y miró a su alrededor.

      –¿Quién es? ¿Qué diablos está pasando? –le espetó a su hermano.

      –Lia es amiga mía –suspiró Ethan.

      –Nunca la habías mencionado antes –dijo Paul mesándose el cabello–. ¿Y la conoces bien?

      –Lo suficiente. Mira, creo que estás viendo problemas donde no los hay.

      –¿Se te ha olvidado que Watts Shipping y también varios miembros de nuestra familia han sido víctimas de ciberataques a lo largo del año pasado? Por eso, cuando me presento en la habitación de Grady y veo que hay una desconocida a solas con él, me preocupo.

      –Confía en mí. Lia no tiene nada que ver con eso. Es muy amable y solo quiere ayudar. Grady ha estado muy deprimido. Pensamos que una visita suya podría alegrarle.

      Paul se negaba a creer que su reacción fuera exagerada. Ethan se estaba preparando para sustituir como director gerente de Watts Shipping a su padre, que se iba a jubilar al año siguiente. ¿Por qué no se tomaba su hermano en serio aquellos ataques?

      –Pero iba vestida como una… una…

      –¿Princesa Disney? –completó Ethan sonriendo–. Más concretamente, Rapunzel de Enredados.

      –De acuerdo, pero no has respondido a mi pregunta. ¿Dónde la conociste? ¿Qué sabes de ella? –insistió Paul.

      Cuando conocía a la gente por primera vez, Paul solía evaluarlos como si fuera una investigación y, a menudo, le costaba darles el beneficio de la duda. ¿Era suspicaz por naturaleza? Probablemente. Si tenía que serlo para mantener segura a su familia, lo sería.

      –¿Puedes dejar de pensar como un poli durante dos segundos?

      Paul se tensó. No solo era Grady el que no había apoyado su decisión de unirse al departamento de policía de Charleston después de la universidad y de fundar, años más tarde, su propia empresa de ciberseguridad.

      –¿Cuál es su objetivo?

      –No tiene objetivo. Es exactamente lo que parece.

      Paul lanzó un bufido de reprobación. ¿Una fanática del cosplay?

      –¿Qué más sabes de ella?

      –No sé… –dijo Ethan con impaciencia–. Es muy agradable y sabe escuchar.

      –Sabe escuchar –repitió Paul. Se imaginó que Lia Marsh se había aprovechado de la desesperación de Ethan por la enfermedad de su abuelo–. Supongo que le has contado todo sobre Grady y nuestra familia.

      –No creo que sea un gran secreto…

      –Sea como sea, has traído a una completa desconocida, alguien de quien apenas sabes nada, a conocer a nuestro abuelo moribundo –replicó Paul sin ocultar su irritación–. ¿En qué estabas pensando?

      –Estaba pensando en que a Grady podría venirle bien recibir una visita de una persona dulce y cariñosa que canta maravillosamente –respondió Ethan mientras lo miraba con tristeza–. ¿Por qué siempre tienes que imaginarte lo peor?

      Paul miró fijamente a su hermano. Ethan se comportaba como si aquella explicación tuviera todo el sentido del mundo. Paul, por el contrario, no podía comprender qué clase de excentricidad empujaba a una persona a ir paseándose por todas partes como si fuera un personaje de cuento.

      –Estaba disfrazada. Simplemente no lo entiendo.

      –Se dedica a eso.

      –¿Se gana la vida así?

      –¡Por supuesto que no! –exclamó Ethan–. Se disfraza para ir a visitar a niños enfermos. La adoran.

      Paul lanzó una maldición.

      –¿Y de qué la conoces?

      –Soy cliente –contestó Ethan frunciendo el ceño.

      –¿Qué clase de cliente?

      –Eso no importa. Lia es estupenda y tus problemas de confianza ya cansan.

      Un pesado silencio cayó entre los dos hermanos. A Paul no le gustaba tener roces con su hermano y no estaba seguro de cómo arreglar aquella situación. Se llevaban menos de un año y, de niños, los dos habían estado muy unidos a pesar de que sus diferentes gustos e intereses. A Paul le fascinaba la tecnología y se podía pasar horas convirtiendo componentes electrónicos en aparatos útiles mientras que Ethan era más social y prefería los deportes a las horas de estudio. Los dos habían sacado excelentes notas en la secundaria y la universidad y, cuando Paul decidió que no se iba a unir al negocio familiar, empezó a crecer entre los dos hermanos una sutil tensión.

      –Sería mejor que me dijeras qué es lo que está pasando porque sabes que voy a investigar para descubrir quién es exactamente Lia Marsh.

      * * *

      Lia Marsh contuvo el aliento cuando salió de la habitación y se marchó rápidamente por el pasillo vacío. El corazón se le había acelerado y tenía las palmas de las manos sudorosas. Aunque Ethan no le había ocultado la naturaleza sospechosa de su hermano, ella no había estado preparada para la hostilidad de Paul ni para el modo en el que su furia acrecentaba su ya imponente carisma. Como no estaba acostumbrada a que ningún hombre la afectara, Lia consideró lo ocurrido igual que lo haría con un arañazo en Misty, su adorada caravana. Inesperado y poco deseable.

      Abrazaba toda la alegría que la vida pudiera ofrecerle y renegaba de la negatividad con la meditación, los cristales y la aromaterapia. A menudo utilizaba aquellas mismas técnicas de sanación espiritual con los masajes. Un hombre de negocios como Ethan Watts jamás abriría la mente a aquellas prácticas espirituales pero nunca había que prejuzgar a la gente.

      Aquel encuentro había provocado un revuelo en sus emociones con una turbadora mezcla de excitación y miedo, ocasionado por una repentina atracción física y la aversión que Lia tenía hacia el conflicto.

      Distraída por su propio conflicto interior, a Lia le resultó imposible volver a meterse en su papel de Rapunzel mientras avanzaba por el pasillo iluminado por potentes luces blancas de hospital. Recorría las paredes grises con la mirada mientras el aire, con su característico aroma a desinfectante, la envolvía por completo.

      Bajó por las escaleras para dirigirse a la tercera planta, la de pediatría. Recogió su bolso del puesto de enfermeras. Desde que se presentó como voluntaria hacía unos meses, había visitado con frecuencia el hospital y las enfermeras de pediatría se habían acostumbrado a sus disfraces. Agradecían todo lo que levantara el ánimo de los pacientes y les ayudara a desconectar de las pruebas y los tratamientos.

      Se dirigió al ascensor. Cuando las puertas se abrieron, entró y apenas se percató de las reacciones del resto de los pasajeros por su disfraz.

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