Propuestas didácticas para el aprendizaje en tecnología e informática. Myriam Cecilia Leguizamón González
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El pensamiento tecnológico se caracteriza porque (Mayer, 1986; Pozo, 1994; Pozo & Monereo, 1999; Merchán, 2005b):
Es una actividad funcional de la mente (siguiendo a Llinás (2002)); sináptico-bioquímico-eléctrica que acontece entre neuronas y redes de neuronas, y cuya dinámica compleja no es visible, ni medible directamente, pero susceptible de ser inferido mediante sus materializaciones semánticas externas como la conducta, el lenguaje o la actividad fáctica (Vygostky, 1984; 1988; Mayer, 1986).
Está delimitado por las dimensiones del ser: biológica, cognitiva, pragmática, social, deontológica y comunicativa.
Es individual, único e irrepetible (Llinás), es y está altamente determinado por el desarrollo biológico (condición epistemológica- estructurante) (Piaget J., 1994; Llinás, 2002), el ambiente (condición histórico-instrumental) (Vygotsky, Mind in Society: The Development of Higher Psychological Processes) y la Interacción sociocultural (condición psicológica-funcionalista)(Vygostky, 1984; Piaget & Inhelder, 1997).
Implica la realización de las acciones tecnológicas que median entre la construcción de conocimiento tecnológico y la materialización de los productos tecnológicos: la problematización, la conceptualización, el diseño, la planeación, la fabricación y la evaluación.
Es susceptible de estudiarse, desarrollarse, potenciarse y modificarse a través de los actos humanos educativos (Mayer, 1998; Feuerstein) y de aprendizaje. De ahí que sea estructurado y estructurante, capaz de modificarse mediante la acción externa, educativa, y la acción interna (intro, intra y restrospectiva) de la propia persona.
Implica la manipulación constante de y sobre artefactos-datos- información que el medio ofrece y/o establece, dando como resultado redes complejas de conocimiento que se almacenan en la memoria de largo plazo y que pueden ser recuperadas y empleadas nuevamente por el pensamiento, con el fin de resolver problemas, interactuar con el ambiente, cambiar de conducta y producir nuevas conexiones.
Es recurrente, concurrente, proyectivo (Mayer) y contextualizado. Es decir, puede reconstruir el pasado, bien puede ser como recuerdo, como reconocimiento o como reconstrucción (Bruning & al., 2005) con el fin de revisar y mejorar lo realizado, en ese sentido el pensamiento es evaluación, metacognición y permite mejorar nuestra intervención en el mundo. Es concurrente pues surge y permanece mientras el hombre actúa, en ese sentido el pensamiento es ejecución; y es proyectivo porque nos lanza al futuro, permite adelantarnos a nuestro tiempo, pensar en lo posible y caminar hacia él, en este sentido el pensamiento es diseño, proyecto y planeación; finalmente es contextualizado porque siempre requiere de un contexto que determine y establezca el sentido de la actividad cognitiva, le otorgue intencionalidad.
Es objeto de estudio, propósito educativo y producto individual y cultural. Es producto en tanto el pensamiento es resultante de la actividad neurocognitiva que lo configura y reconfigura cada vez que opera sobre la realidad, con el fin de ampliar y mejorar nuestra comprensión del mundo, nuestra participación y actuación en el mismo y develar las relaciones que se presentan entre nosotros y el ambiente; de ahí que sea un producto individual, pero cultural en tanto es dependiente de dicho mundo-contexto, geográfico, temporal e histórico en que interactuamos con los medios naturales, sociales y artificiales.
Establece el nivel de formación tecnológica alcanzado por las personas y las comunidades: uso, adopción, adaptación, generación, administración y evaluación tecnológica.
Tiene por objeto o se ocupa de, por un lado, los problemas, necesidades y/o deseos que surgen de la relación técnica entre el ser humano y sus contextos de actuación natural, artificial, personal y epistémico; y por el otro, el conocimiento tecnológico en sí mismo, es decir, estudiar, comprender y transformar la naturaleza y evolución de la tecnología, el uso y apropiación de la tecnología, las formas de solucionar problemas de la tecnología y con tecnología y las interdependencias que se da en la relación tecnología y sociedad.
Define las actividades pedagógicas de orden tecnológico y didáctico: fabricar, investigar-experimentar, experimentar-investigar, diseñar, re-diseñar, analizar, identificar problemas, resolver problemas, trabajar por proyectos.
Está contenido en y por los contextos histórico, temporal,
sociocultural, geográfico y personal.
Y, finalmente, siempre tiene el propósito o está dirigido a la generación de conocimiento tecnológico y su materialización en productos tecnológicos (artefactos, procesos, sistemas y servicios) que solucionan problemas, resuelven necesidades o satisfacen deseos con el fin de mejorar la calidad de vida de las personas, contribuir al desarrollo humano y favorecen el desarrollo social y económico de las regiones sociales.
Si bien, la educación actual no establece al pensamiento tecnológico como propósito educativo, y a veces suele confundirse con pensamiento computacional, es necesario que la escuela lo incluya en los currículos mundiales como propósito esencial de las asignaturas escolares, especialmente aquellas referidas a la educación en tecnología, ya que si el pensamiento tecnológico mejora nuestra participación en el mundo y contribuye a la resolución de sus problemas, enseñarlo de modo intencional permite que las personas puedan intervenir, participar y autogestionar de manera sustentable el uso de la tecnología y la ciencia en sus contextos de intervención social y producción económica.
Si las escuelas del mundo, en especial las escuelas de los países emergentes, abordan el pensamiento tecnológico como objeto de formación, muchas de las futuras generaciones podrán:
Comprender las profundas relaciones que subyacen la realidad tecnológica, científica y su relación con la naturaleza y el mundo social, el modo en que pensamos dichas relaciones, y sobre todo podemos cuestionar el modo simplista, utilitarista e instrumental en qué pensamos la ciencia y la tecnología como productos deseables.
Alcanzar una cultura ética de la tecnología, capaz de disertar sobre los modos en que la usamos, la adoptamos, la adaptamos, la generamos y la administramos, así como el para qué la pensamos, si para fines destructivos o para, como lo señala Büch (1999), alcanzar una equidad con la vida natural que nos asegure la supervivencia sin la destrucción de la naturaleza y sus otras especies.
• Determinar cuáles son los productos deseables de esta actividad tecnológica, nos permite, por un lado, realizar acciones educativas efectivas y eficientes para el desarrollo humano, el mejoramiento de la calidad de vida, y por el otro, emplearlo de manera intencional, eficiente y eficazmente para la satisfacción de las auténticas necesidades sociales de los pueblos.
La figura 1 muestra los elementos del pensamiento tecnológico y la manera interdependiente y recíproca en que interactúan.
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