E-Pack HQN Sherryl Woods 1. Sherryl Woods
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–¿Y acaso yo he dicho que no lo sea? ¿Por qué tenemos que armar tanto follón por una cosa tan pequeña?
–Porque quiero que todo el mundo, especialmente Lawrence Riley del banco, vean que he convertido el hotel en un éxito. Yo, Jess O’Brien. No mi hermana. No mi padre.
El señor Riley estaba segurísimo de que no lo lograría y quiero restregarle por la cara que lo he hecho.
–Eso sí que lo entiendo. Pero no seas demasiado orgullosa para pedirme ayuda si lo necesitas, ¿entendido?
Jess abrazó a su padre.
–Gracias, papá. Y gracias a ti también, Abby. Si no hubieras tenido fe en mí después de que lo echara todo a perder hace unos años, el hotel no existiría y, mucho menos, sería un negocio fructífero.
–Todo fue gracias a ti –le recordó Abby–. Yo solo te ayudé con las facturas.
Jess pensó en la promesa que le había hecho a Ronnie.
–Hablando de eso, tengo que hablar contigo sobre añadirle algo al presupuesto –le habló del entusiasmo de Ronnie por ser cocinero y la convicción de Gail de que tenía talento, y para su sorpresa su padre fue el primero en decir algo.
–Sabía que conseguirías que ese jovencito fuera por el buen camino. Abby, seguro que hay algún modo de ayudar al chico. Su padre es un idiota por no animarlo a hacer lo que quiere hacer en la vida y creo que voy a decírselo.
Jess se rio.
–Papá, dudo que vayas a conseguir mucho gritándole al padre de Ronnie –miró a Abby suplicante–. ¿Podemos sacar unos cientos de dólares al trimestre para ayudarle a costearse el curso?
–¿Ha accedido a quedarse en el hotel cuando termine el curso? –preguntó Abby.
–Totalmente. Seguro que hasta lo pondrá por escrito si queremos –le aseguró Jess.
–Pues supongo que sería una buena inversión en el futuro del hotel. Deja que haga números y te dé una respuesta.
Encantada por Ronnie y totalmente entusiasmada con el proyecto de reforma ahora que le habían dado luz verde, Jess miró a su padre.
–¿Cuándo podemos empezar?
–¿Qué te parece la semana que viene?
Jess agradecía tanta premura, pero sacudió la cabeza.
–Primero tengo que hablar con el banco.
–Pues entonces en cuanto tengas eso solucionado. Pero tengo que recordarte que tardaré más de lo habitual porque también tengo que supervisar el trabajo de Hábitat para la Humanidad, aunque lo haremos, Jess. Será todo lo que tú quieras que sea. ¿Quieres ver los planos de la casa?
Ella negó con la cabeza porque en su mente esos planos estaban vinculados a Will, algo ridículo, pero ahí estaba.
–Guárdamelos, ¿vale? Algún día de estos los necesitaré.
Mick asintió y, por una vez, no insistió en el tema.
–Cuando estés lista para echarles un vistazo, no tienes más que decírmelo.
–Creo que volveré al hotel para terminar de limpiar lo que queda del ático –incluso una tarea tan tediosa como esa ahora le resultaba mucho más atrayente porque sabía que después vendría la reforma con la que tanto había soñado.
–¿Necesitas ayuda? –le preguntó Mick.
–No, no hace falta. Gracias, papá –respondió abrazándolo.
–De nada, mi niña. De nada.
Jess intentó salir de la casa sin toparse con nadie más de la familia, pero justo fuera se encontró con su abuela que se dirigía a su casa.
–La comida ha estado genial, abuela. Sé que has hecho la sopa de patata. Nadie la hace como tú y ha venido perfecta para un día frío como el de hoy.
La abuela la miró fijamente.
–Entonces, ¿por qué has comido tan poco?
–Sí que he comido. Estaba deliciosa.
–Puede que le cueles ese cuento a cualquier otro, jovencita, pero no a mí. Tengo ojos en la cara, ¿no? Ahora, dime, ¿por qué estabas tan triste antes?
Hacía años que Jess se había enterado de que cuando su abuela se había hecho cargo de su casa después de que Megan los abandonara, no había podido ocultarle muchas cosas.
Su abuela había comprendido su dolor ante la marcha de su madre y, lo más importante, había podido convencerla de que la marcha de su madre no había sido culpa suya.
Durante aquellos primeros terribles meses sin su madre, Abby había intentado todo lo posible por ayudarla, pero había sido la abuela la que le había ofrecido más consuelo y apoyo.
Además, sabía que su abuela no le contaría sus confidencias al resto de la familia.
–Estoy pensando que tal vez he cometido un error con respecto a Will.
–¿En qué sentido?
–Ya sabes en qué sentido. Tú eres de los que piensan que entre los dos hay algo.
–No importa lo que yo piense. Entonces, ¿estás diciendo que te has dado cuenta de que podrías sentir algo por él?
Jess asintió.
–Pero creo que es demasiado tarde.
–¿Es que se ha casado con otra?
–Claro que no.
–Pues no es demasiado tarde. Solo tienes que volcarte en cambiar las cosas.
–¿Y si no funciona? He perdido a mucha gente a lo largo de los años. Mamá se marchó. Papá estuvo lejos la mayor parte de mi infancia, o al menos así lo sentí yo. Abby, Bree, Kevin y Connor… todos se marcharon.
–Y todos han vuelto ahora –le recordó su abuela–. Nunca los perdiste, cielo.
–Pero me sentía como si fuera así. Si me arriesgo con Will y no funciona…
Su abuela sonrió.
–¿Y si funciona tal y como esperas? Creo que eso es lo que puede pasar con mayor probabilidad.
–¿De verdad crees que Will y yo estamos hechos el uno para el otro?
–Si estás buscando garantías, cariño, no puedo dártelas. El amor tiene riesgos, y la vida también –le apretó la mano–. Pero si tuviera que apostar…
–Y todos sabemos que lo harás… –bromeó Jess–. Tus partidas de bingo son una leyenda familiar.
–Si