Un diamante para siempre. Moyra Tarling

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Un diamante para siempre - Moyra Tarling Julia

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Piper la había tomado bajo su tutela, y había descubierto muy pronto que bajo una fachada de dureza se escondía un chica solitaria y vulnerable.

      Al terminar el instituto, Kate había pasado parte del verano con Piper y con su hermano, un guapísimo estudiante de medicina que había vuelto a casa para estudiar. Marsh la enseñó a montar y a superar el terror que le tenía a los caballos.

      Kate se había sentido como un miembro más de la familia, pero según pasaban los días de aquel tórrido verano, sus sentimientos por Marsh habían dejado de ser fraternales y habían tomado otros derroteros. Sin embargo, lo que él sentía por ella no tenía nada que ver.

      Una sonrisa amarga se dibujó en su boca ante el doloroso recuerdo de aquellos momentos. Molesta con sus propios pensamientos, decidió seguir con el trabajo. Abrió la puerta y entró en la habitación.

      Heather Jones, que trabajaba como enfermera durante la temporada de verano, alzó la cabeza.

      —¿Qué te trae por aquí, Kate?

      Kate miró al hombre que estaba en la cama. Tenía el brazo vendado, pero no escayolado.

      Le contó a Heather la preocupación que tenía Sabrina por el estado de su padre.

      —Está muy intranquilo —dijo Heather—. El doctor Franklin espera que recobre la consciencia. Estaba gimiendo y moviéndose hace un momento. Pero ahora vuelve a estar más tranquilo.

      Kate miró una vez más al paciente.

      —¿Tiene el brazo roto?

      —Parece ser que no. Ha tenido mucha suerte. El adolescente que le dio el golpe no llevaba puesto el cinturón de seguridad y sus heridas son mucho más graves.

      —Vaya, lo siento.

      —Kate… no me gusta nada tener que pedirte esto, pero, ¿podrías hacerme un favor?

      —¿Un favor?

      —Me han ordenado quedarme aquí, pero el doctor Franklin necesita unos resultados del laboratorio. ¿Podrías quedarte un momento, mientras voy por ellos?

      Kate dudó.

      —Sí, claro —dijo finalmente, sabiendo que Heather haría exactamente lo mismo si la situación fuera a la inversa.

      —Gracias. Vendré enseguida.

      Kate se quedó en la habitación a solas con Marsh, escuchando el sonido de su respiración. Al cabo de un rato, se aproximó a su cama. La curiosidad era más fuerte que el temor a acercarse a aquel hombre que la había tratado con tanto desdén tiempo atrás.

      Los músculos de su estómago se encogieron y el corazón se le aceleró.

      Estudió su rostro macilento. No había cambiado mucho. Se le notaban los años, sin duda, pero después de todo aquel tiempo todavía era el hombre más atractivo que jamás había conocido.

      Una venda recién puesta cubría el corte de la frente. Tenía el pelo revuelto, lo que le dulcificaba las facciones. Tenía un aspecto vulnerable y Kate tuvo que contenerse para no acariciarlo. El corazón se le aceleró, al ver el golpe amoratado que tenía en el ojo. Estaba empezando a cambiar de color, de rojo a morado y se extendía hasta el párpado.

      Continuó observándolo. Tenía las pestañas largas y oscuras como las de su hija y los labios gruesos y bien dibujados.

      Recordó con desmayo los deseos que había tenido antaño de besarlo.

      De pronto, Marsh abrió la boca y emitió un gemido doloroso.

      Kate no se podía mover. Tenía la sensación de que sus pies estuvieran pegados al suelo.

      Los párpados se abrieron y dejaron al descubierto sus pupilas azules.

      Marsh gimió de nuevo, más fuerte esta vez, un sonido desgarrador que conmovió a Kate. Empezó a mover las piernas y los brazos a toda velocidad, cada vez con más violencia, mientras trataba de arrancarse las ropas que lo cubrían.

      Kate trató de sujetarlo para evitar que se pudiera hacer daño.

      —Doctor Diamond, por favor, tranquilícese —le dijo Kate—. Ha tenido un accidente de coche y está en el hospital Mercy.

      Al oír sus palabras, el doctor dejó de luchar.

      —¿Un accidente? —repitió él—. ¿Y mi hija? ¿Dónde está mi hija? ¿Está bien Sabrina?

      —Sí, su hija está perfectamente —le aseguró Kate, ansiosa por que Heather regresara antes de que Marsh pudiera reconocerla.

      La agarró del brazo y Kate sintió sus uñas sobre la piel.

      —¿Por qué está tan oscuro aquí? —le preguntó, con la voz quebrada por el pánico—. ¿Por qué no puedo ver?

      Capítulo 2

      ESTO no puede estar ocurriendo! —dijo Marsh con rabia, frustración y dolor.

      Kate vio en su gesto la sombra del miedo y le tomó las manos para reconfortarlo. Pero su tacto provocó en ella un sinfín de sensaciones desconcertantes.

      —Doctor Diamond, está bien. Trate de mantener la calma. Tiene algunas heridas y le han puesto suero, eso le impide moverse libremente.

      —¿Dónde está Sabrina? Tengo que encontrarla —dijo Marsh con patente inquietud y preocupación. Con una mano, trataba de retirarse las sábanas y quedar libre.

      —Doctor Diamond, su hija está bien, créame. Está a salvo —añadió. Pero él estaba demasiado inquieto como para poder escuchar a nadie.

      Al intentar levantarse, perdió el equilibrio y las rodillas se le doblaron.

      Kate se apresuró a agarrarlo. Pero, inesperadamente, el contacto con su cuerpo casi desnudo, le aceleró el corazón.

      Su olor la retrotrajo a aquel lejano verano, cuando, al caer del caballo, lo hizo directamente en sus brazos. Kate podía recordar con toda claridad la sensación de estar junto a él. Se habían mirado a los ojos durante unos segundos y el aire se había cargado de tensión.

      —¡Marsh! ¿Qué demonios estás haciendo? —preguntó el doctor Franklin, que acababa de entrar.

      —¿Tom? ¿Eres tú? —se apartó de Kate y se volvió en dirección a la nueva voz.

      —Sí, soy yo. ¿Qué estás haciendo fuera de la cama? Me parece que no te gusta tu papel de paciente —comentó el doctor, mientras Heather y él se acercaban a la cama.

      —Pues no, nada.

      —¿Por qué frunces el ceño? ¿Tienes problemas con la vista?

      —No es nada. Estaré bien enseguida. Es solo que alguien se olvidó de encender las luces.

      —¡Buen intento, Marsh! Pero las luces están encendidas. Te recomiendo que dejes que las

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