Pasión en Madeira. Sally Wentworth
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу Pasión en Madeira - Sally Wentworth страница 6
–¡Chris! –le llamó.
Él se dio la vuelta y se detuvo a esperarla.
–¿Y bien? ¡Cuenta! –le urgió impaciente–. ¿Qué ha pasado?
–¿Que qué ha pasado? ¡Nada!
–¡Chris, eso no es justo! –protestó–. Entonces, ¿para qué me has hecho una señal para quedarte a solas con ella?
–Puede que quisiera tener una oportunidad para conocerla mejor –respondió su primo divertido.
–¿Y por qué habéis acabado tan pronto? Apenas han pasado cinco minutos.
–A veces, con eso basta –replicó Chris maliciosamente.
Exasperada, Francesca le sacudió un brazo.
–¡Deja de hacerte el misterioso! ¿Es que acaso ella te gusta?
–Por supuesto… aunque debo reconocer que me gustan las mayoría de las mujeres, excepto tú claro…
–No te vayas por las ramas, Chris. ¡Anda, dímelo! –insistió persuasiva.
Chris se echó a reír.
–No insistas. Eres una cotilla, te conozco muy bien.
Francesca decidió entonces emplear otra táctica. Asiéndole por el brazo, le obligó a sentarse a su lado en uno de los bancos de piedra del jardín.
–Lennox parece tan feliz –comentó–, ¿no crees? El matrimonio le ha sentado estupendamente. Quizá debiéramos seguir su ejemplo… y también Calum, por supuesto –se quedó un segundo en silencio, pensando en el mejor modo de plantear lo que tenía en mente–. ¿Qué te parece Tiffany para él? Es rubia, y se supone que todos los hombres de la familia tenéis que casaros con rubias, ya sabes.
Chris frunció el ceño, obviamente molesto por su comentario.
–¡Otra vez ese cuento de viejas! –dijo al fin con una carcajada–. No esperarás que sigamos a rajatabla esa tonta tradición, ¿verdad?
–La mujer de Lennox también es rubia.
–Mera coincidencia. Cualquiera se da cuenta de que está loco por Stella. Se hubiera casado con ella sin reparar siquiera en el color de su pelo.
–Está bien –continuó Francesca sin dejarse amilanar–, tú puedes hacer lo que quieras; a fin de cuentas, tu padre también se salió de la tradición, pero Calum no lo hará. Puede que la llegada de Tiffany a esta casa sea cosa del destino: a mí me parece que ella le gusta –aventuró–, ¿tú que crees?
Chris se removió inquieto.
–¡Pero si la acaba de conocer, por Dios bendito!
–Sí, pero tú mismo has dicho que, a veces, con unos pocos minutos es suficiente –le recordó su prima con una sonrisa maliciosa.
–¡Vaya, he caído en mi propia trampa! –reconoció Chris haciendo una cómica mueca.
–No, en serio, ¿no te parece que Tiffany y Calum harían buena pareja? –insistió–. Me pregunto si él le gustará a ella.
–Imagino que tarde o temprano nos enteraremos, sobre todo gracias a tu insistencia para que se quedara a cenar.
–Era lo menos que podíamos hacer por ella después de lo que pasó en la fiesta –dijo Francesca inocentemente.
–¡Tonterías! Lo que pasa es que has decidido meterte en un lío de los tuyos.
–¿A qué te refieres? –preguntó ella como si no lo supiera.
–A que te encanta hacer de casamentera –le espetó Chris–. Pero… sin embargo, no creo que te guste mucho la institución del matrimonio después de lo que acabas de pasar, así que, confiesa, ¿qué es lo que estás tramando, primita?
–¡Qué gusto que me llames así? Vosotros tres sois los únicos que lo hacéis.
–¿Es que tus padres no te han mimado lo suficiente? –preguntó Chris intrigado.
–Últimamente apenas los veo: papá está muy liado con los asuntos de la ópera y sus galerías de arte; y ya he perdido la cuenta de las asociaciones de caridad que preside mamá. Ni siquiera cuando estoy en París los veo.
–¡Pobrecita! –se mofó Chris cariñosamente.
Ella se echó a reír despreocupadamente, pero lo que le había dicho era cierto. Cuando se separó de su marido y necesitó el cariño de su familia, sus padres le habían dado la espalda: su padre no hizo el menor comentario, mientras que su madre se enfadó terriblemente con ella, insistiéndole además para que volviera con Paolo. En aquel entonces, Chris estaba en Australia y Lennox en Madeira, por lo que sólo pudo acudir en busca de apoyo a su abuelo y a Calum el Joven. Fueron los únicos que la consolaron en aquellas amargas horas. Les estaría eternamente agradecida por su comprensión, y por eso, además, evitaría con todas sus fuerzas que nada ni nadie les hiciera daño.
Decidió que lo mejor sería exponer abiertamente a Chris sus sospechas sobre Tiffany, antes de que sucediera nada irremediable.
–¿No crees que Tiffany puede ser la intrusa de la fiesta? –le preguntó.
–¿Eso crees tú?
Aunque le molestó que su primo eludiera la pregunta, procuró disimularlo.
–Sí –admitió abiertamente–. Pienso que lo mejor que podemos hacer es obligarla a que nos dé una explicación –dijo, y se puso en pie con determinación, pero antes de que pudiera dar un paso, Chris la detuvo.
–No, no vas a hacer eso.
–Pero si ella…
–Puede que sea completamente inocente.
–¿Eso crees de verdad? No sabemos nada de ella. ¿Es que acaso a ti te ha dicho algo? –insistió.
–Me dijo que trabaja en Oporto, en el distrito financiero.
–¿En qué empresa?
–No me lo dijo.
–No había ninguna invitación a su nombre, estoy segura.
–No: me dijo que se la había dado un compañero de la empresa que no pudo venir.
–Puede que sea cierto, pero sigo opinando que lo mejor sería preguntárselo.
–No –volvió a oponerse Chris con firmeza–. Deja que pase un poco de tiempo, espera a ver qué ocurre.
–¿Y qué hacemos si consigue engatusar a Calum?
–Ya veremos.
–Pe… pero yo creía que a ti también