E-Pack HQN Susan Mallery 3. Susan Mallery
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—¿Y sabes lo mejor?
Él sacudió la cabeza, agradecido de no tener que hablar porque, teniendo a Patience bailando a su alrededor, su cerebro no funcionaba bien y otras partes de su cuerpo estaban empezando a tomar el control. El deseo comenzó a palpitar al ritmo de su corazón, y de no haber estado en un lugar público en mitad de Fool’s Gold, la habría tomado en sus brazos y la habría besado. Después... habría hecho mucho más.
—Me va a quedar dinero.
Él tardó un segundo en seguir la conversación.
—¿De la herencia?
Patience asintió enérgicamente.
—Mira.
Señaló al otro lado de la calle donde se veía un escaparate de un local vacío.
—¿No es perfecto?
El edificio no era demasiado especial; una puerta, ventanas y espacio dentro, pero sabía que esa no era la cuestión. Para Patience era su sueño.
Él también iba a abrir un negocio porque le parecía que era el siguiente paso que debía dar; sin embargo, por mucho que pensara que iba a tener éxito y por mucho que fuera a disfrutar con ese trabajo, no era ningún sueño. No se permitía soñar.
—Es perfecto —le respondió, disfrutando de ver cómo ella contemplaba el local como si se tratara de algo mágico.
—Sé exactamente cómo va a quedar. Ya tengo mi plan de negocio diseñado. Me he esforzado mucho por prepararlo todo y por ahorrar, pero lo cierto es que nunca pensé que fuera a tener la oportunidad.
Él alargó el brazo y le apretó la mano.
—Me alegro muchísimo por ti. Felicidades.
—Gracias —respondió ella entrelazando sus dedos—. Ven conmigo. He quedado con Eddie ahora mismo. Va a dejarme pasar para que pueda ver el local por dentro.
Sus resplandecientes ojos marrones lo animaron a asentir.
—Claro.
Patience respiró hondo y se acercó.
—Intentaré controlarme para no soltar los típicos grititos agudos de chica. Vivo con una niña de diez años y sé lo estridentes que pueden resultar.
—Puedes chillar todo lo que quieras. Esto es algo emocionante.
—Lo sé.
Le agarró la mano con las dos suyas, pero Justice ni se inmutó, al suponer que si le decía algo, ella se apartaría avergonzada, y eso era lo último que él quería. Su entusiasmo le recordaba que en el mundo aún quedaba mucha alegría y esa era una lección que necesitaba.
Patience iba tirando de él mientras cruzaban la calle.
—Está claro que la ubicación es fabulosa —le dijo prácticamente vibrando de entusiasmo—. Mira. Estamos justo al otro lado del parque y en la zona por donde pasan los desfiles cuando hay fiestas, lo que significa que estamos accesibles para los turistas y para los locales. Me encantaría estar cerca de la librería de Morgan, pero está justo al otro lado de la esquina de ya sabes dónde.
—¿Ya sabes dónde?
Patience miró a su alrededor como asegurándose de que no había nadie cerca que pudiera oír su conversación.
—La otra cafetería —susurró—. Los quiero y me siento un poco culpable por lo que estoy a punto de hacer.
—La otra cafetería... ¿Te refieres al Starbucks?
—Shhh —dijo agitando la mano que tenía libre—. No lo digas.
—¿Por qué no?
—No lo sé. No quiero herir sus sentimientos.
—¿Crees que ese establecimiento está triste por esto? —preguntó suavizando el tono—. Ya sabes que son una empresa multimillonaria. Seguro que no les pasa nada.
Ella se detuvo un segundo y asintió.
—Tienes razón. ¡Adiós a mi sentimiento de culpa! —tocó uno de los ventanales—. ¿Qué te parece?
—Es muy bonito.
Ella se rio.
—Ya lo sé, no es más que un local vacío, ¿verdad? Pero aquí hay mucho más. En cuanto Eddie nos deje entrar, te lo enseñaré.
—¿Eddie?
Antes de que Patience pudiera darle los detalles, una mujer más mayor dobló la esquina. Tendría unos setenta años y el pelo corto, blanco y rizado. Llevaba un chándal de velvetón color chillón y unas deportivas.
—Me alegra que no me hayas hecho esperar —dijo mientras sacaba la llave del gran bolso de mano que llevaba y la introducía en el cerrojo—. Tengo que ayudar a Josh a hacer entrevistas. Ese hombre no es capaz de conservar a sus empleados. No deja de hablar de sueños y de hacer lo que es correcto, y entonces les llena la cabeza de ideas sobre unirse a los cuerpos de paz o trabajar para organizaciones benéficas. Sí, sin duda están salvando el mundo, pero yo no dejo de formar a gente nueva.
Se detuvo y lo miró.
—No nos han presentado.
—Justice Garrett —dijo él apartándose de Patience y estrechándole la mano.
La mujer batió las pestañas al responder:
—Eddie Carberry. Eres muy guapo.
—Gracias.
—¿Soltero?
Esa mujer era incapaz de guardarse lo que pensaba y antes de que él pudiera procesar la pregunta, Patience se situó entre los dos.
—Lo siento, Eddie, está conmigo.
Eddie suspiró.
—Los buenos siempre están pillados —giró la llave y abrió la puerta.
—Tómate tu tiempo para echar un vistazo. Yo voy a volver a la oficina. Llámame cuando hayas terminado de verlo todo. Volveré y cerraré —lo miró—. Si cambias de opinión...
Él se aclaró la voz.
—Ha sido un placer conocerla, señora.
La mujer le tocó el brazo ligeramente.
—Llámame «Eddie» —se giró hacia Patience—. Josh quiere que te quedes con el local. Te dejará un buen alquiler, ya sabes lo mucho que apoya los nuevos negocios en el pueblo. Es un buenazo; me parece un milagro que pudiera llegar a hacerse tan rico —se acercó a Patience—. ¿Has comprobado su...?
—Sí —le susurró Patience interrumpiéndola—. Tal vez deberías