El Arte de Amar a Tres Yo, Tú y Nosotros. Maria del Mar Cegarra Cervantes

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El Arte de Amar a Tres Yo, Tú y Nosotros - Maria del Mar Cegarra Cervantes

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da lugar a la voz, y con ella en unísono, se oye “eso es lo que nosotros queremos”.

      El primer grano de consciencia está colocado. Por delante hay ahora mucho trabajo que hacer. ¡Mucho!

      Él es un hombre enorme y corpulento. Mide casi dos metros de altura.

      Tiene la parte superior del cuerpo muy desarrollada. Está tenso. La respiración es acelerada, ansiosa. El discurso exaltado, las palabras rápidas. La mirada esquiva, a veces casi enfadada, y otras profundamente triste y delicada, propia de un niño de tres años.

      Es un hombre atractivo, con movimientos bruscos. Y sin embargo, a pesar de ser grande, parece no ocupar gran espacio Ωen la sala. Hay personas más pequeñas cuya presencia se nota mucho más.

      Se dice que el cuerpo traduce lo que nos viene del alma. Es el que abraza, el que se mueve, el que habla, el que se inquieta. El que conecta con la vida. El cuerpo ocupa más o menos espacio, de acuerdo con la energía disponible que tiene para expresarse en el mundo, expresando de forma más o menos adecuada la vivencia interior de quien lo habita. Así, hay personas pequeñas que ocupan mucho espacio, y otras, mucho más grandes, que casi no lo ocupan, siendo por eso poco notorias.

      El espacio que este joven ocupa, no corresponde a su físico.

      Luís tiene un hermano dos años mayor, con rasgos físicos semejantes a los suyos, pero mucho más brusco, “no cuestionaba nada en su vida”, confiesa Luís sobre su hermano.

      Ambos están muy conectados a la familia, trabajan juntos en la misma empresa familiar, una fábrica de jabones, que el padre les había dejado. Viven en la región de la Guarda (norte de Portugal), conocida por su clima duro: mucho frío en invierno, mucho calor en verano. Educados según los principios de una familia tradicional portuguesa, como suele ocurrir a menudo en los países latinos, conocen la obligatoriedad de, los fines de semana, llevar a sus novias a comer a casa de sus padres y en honor a la verdad, ellas no podrían haber encontrado mejor familia...

      La madre de Luís, una verdadera matriarca, domina a los tres hombres de la familia. Tuvo una “no infancia” y siendo la más mayor de seis hijos, crió prácticamente a sus 5 hermanos. Este hecho, le había concedido un estatus de mujer y madre con M grande. Algo, que ella siempre dejaba claro, reforzando la idea de que siempre tenía la razón.

      El padre trabaja. Sólo trabaja. Sumergido siempre en silencio. Después de dejar la fábrica a los hijos, empezó a dedicarse exclusivamente al huerto y a los animales que cría. No tiene “voz” en la familia, pero eso no parece molestarle. Todos se pelean constantemente, menos él. Aunque sea duramente criticado, debido a su pasividad, jamás pierde la compostura. Los hijos se pelean frecuentemente entre ellos, la mujer los acompaña en las discusiones. Todo es un motivo para pelearse: la ropa, la comida, la distribución de tareas, la utilización del coche, elegir el restaurante.

      Siempre juntos y siempre en tensión. Es difícil estar juntos pero no se imaginan separados los unos de los otros. Luís sufre de insomnio constante. Abusa del café, del azúcar, fármacos, bebidas con gas, y come mucha carne. Tiene naturalmente digestiones difíciles y, como consecuencia, abusa también de los antiácidos para el estómago.

      Sale con Vânia desde hace 8 años. Es un amor que viene de la adolescencia. Luís dice querer mucho a Vânia, pero, no cree que sea necesario decirle que la ama. Considera eso estúpido. ¡Sí! La ve como su mujer. Como madre de sus hijos, pero la ve como una mujer “muy difícil”.

      Vânia mide cerca de un metro setenta, pasa su vida a dieta, y, tiene problemas de peso que oscilan entre demás y de menos.

      Pero lo más grave es el estómago dilatado. Aquel Michelín defensivo, que la psicoterapia corporal identifica como la dificultad en poner límites a nuestro territorio. Tiene mucho miedo a la autoridad y, al mismo tiempo una enorme fascinación por ella, atrayendo a su vida, personas autoritarias.

      Tiene unos rasgos lindísimos, y una piel maravillosa. Llora constantemente mientras habla, sin embargo no pierde el raciocinio, lo que es típico de quien llora desde hace mucho. Desde siempre.

      Vânia tiene un hermano 4 años más mayor al que quiere mucho, a pesar de mantener con él una relación distante.

      Su padre había bebido compulsivamente, pero desde hace más de dos años no bebe una gota de alcohol. Prometió dejar de beber cuando naciera su primer nieto, y parece estar cumpliendo su promesa, desde que naciera el sobrino de Vânia.

      Es mecánico de coches y diariamente trabaja hasta tarde. Siempre tuvo relaciones extraconyugales. Ahora, con 65 años, está “más calmado”. Jamás expresó afecto por sus hijos, pegó mucho a su hijo y a su mujer. Sólo Vânia escapó a las palizas. Pero asistía a todo impotente y con pánico. La madre, desde que era pequeña, le tenía mucha rabia porque la hija era “la princesa” de su padre, y porque ella no había sido tratada con esa distinción. Insultaba a Vânia constantemente, llamándola “tonta y gorda”, acusándola de “ir por la vida sin sentido”. Y le pegaba frecuentemente, prohibiéndole quejarse a su padre y responsabilizándola por la lástima en la que se había transformado la familia.

      Vãnia, naturalmente, tiene una voz temblorosa y dulce, propia de quien no puede hablar alto. Siempre que usa la voz, lo hace con miedo de que la castiguen.

      Sin embargo, energicamente, ocupa mucho espacio. Luís apareció en su vida como un “salvador”, un príncipe con un caballo blanco (un Fiat blanco), que la llevaba a pasear los fines de semana, integrándola en la familia ideal, donde nadie nunca le “prohibiría” comer, o criticarían su peso. Donde, sobre todo, había quien le diría que la quería. Ella nunca había escuchado esto. El padre no le pegaba pero tampoco la mimaba.

      La sexualidad entre Luís y Vânia, excelente. Ambos tienen mucha libido, especialmente ella. Siempre que siente una emoción fuerte, sea de alegría, o de tristeza (siendo esta más frecuente) el sexo la calma. Cuenta, como ejemplo, que durante los días de velatorio y funeral de una tía muy querida, había querido en diversas ocasiones hacer el amor. Esta memoria les hace reír. Vânia “anestesia” una realidad densa, con otra igualmente intensa.

      Laura entiende la causa de esa “necesidad”. Y la acoge naturalmente como algo que fluye entre ellos. En la primera sesión, que normalmente tarda más de una hora y media, Laura toma apuntes delante de sus clientes. Después, no vuelve nunca a escribir en su presencia.

      Laura regresa a casa. Tarda alrededor de una hora en este trayecto. Tiene tiempo para autorregularse y puede transitar por otras dimensiones de su vida. A menudo viaja en metro y en tren, ya que no le gusta conducir. Tiene que cruzar el puente 25 de abril, que ha cruzado centenares de veces, pero, cada vez que lo hace, se maravilla como si fuera la primera vez.

      Sigue “sintiendo” la última sesión, recordando las teorías de los “supuestos” tres tipos de amores de que habla la bióloga y antropóloga norte americana, Helen Fisher.

      Fisher habla del Amor Sexual, del Amor Romántico y del Amor “Apego”. Explica como neurológicamente estos tres tipos funcionan distintamente “ocupando” diferentes zonas del cerebro, teniendo también diferentes “químicas cerebrales”, esto es, con varios receptores neuronales en varias zonas del cerebro.

      En el primer tipo, sería más adecuado hablar de Impulso Sexual, la atención se dirige para individuos que tengan características llamativas de un punto de vista sexual: un cuerpo atrayente, una cara bonita, manos, voz, pelo, manera de caminar, olor o gestos sensuales. Sea en hombres o mujeres, todos tenemos gustos particulares y nos atraen características físicas y biológicas.

      El

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