Santander-Bretaña-Santander en el Corto Maltés, un velero de 6 metros. Álvaro González de Aledo Linos
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Capítulo 21 Remontando el río Loire
Capítulo 22 Visitando los alrededores de Nantes, y despedidas
Capítulo 23 El descenso del Loire y la maldita temporada alta
Capítulo 24 Hasta Les Sables d’Olonne
Capítulo 25 De vuelta en Santander
Capítulo 26 Resumen, conclusiones y balance personal
Anexo 1 Escalas y millas recorridas
Anexo 2 Transcripción de las dibucartas
Anexo 3 Pequeño diccionario de términos náuticos utilizados en el libro
A mis compañeros de navegación,
en especial a Ana y Alicia, por la
paciencia con que me aguantan y para que
olviden pronto los momentos duros y recuerden
solo los sublimes.
Prólogo
Justamente estaba navegando con mi Archibald frente a las costas alicantinas cuando sonó el teléfono. Era mi amigo Álvaro, de Cantabria, y que modestamente me demandaba un favor; quería que le prologase su nuevo libro de navegación y aventuras.
Algo así no puede considerarse un favor, sino una distinción que llena de orgullo a quien se le propone, pero además conlleva la embarazosa tarea de, en muy pocas palabras, presentar y resumir de una manera subjetiva tanto al autor como su obra; en este caso nada más sencillo.
Conocí a Álvaro hace bastantes años, cuando me organizó una charla en su Santander para que relatara las vivencias de uno de mis viajes, y desde entonces esa amistad siempre la hemos mantenido. Durante este tiempo he seguido los retos que mi amigo se iba imponiendo, tanto a nivel náutico, solidario, como literario y puedo aseguraros que contar con dicha amistad es algo de lo que uno puede sentirse orgulloso.
Álvaro es amante del mar, pero sobre todo un gran navegante. A bordo de su pequeño CORTO MALTÉS, un velero de veintitrés pies, ha llegado más allá de donde sus anhelos aventureros le llevaban. Cruzó el Atlántico y realizó largas travesías en otras embarcaciones, siempre que su trabajo y labores sociales se lo permitieran, porque quien lo conozca sabe que tanto Álvaro como su mujer, Ana, son personas comprometidas y dedicadas a su entorno de ayuda y solidaridad.
Sus libros son obras que dan que pensar, de los que hay que releer; de los que comunican sensaciones a las que no estamos acostumbrados, y tanto este que ahora nos presenta como el de la Vuelta a España son además documentos imprescindibles a bordo, que hay que subrayar, consultar, marcar páginas, gastarlos… en definitiva estudiar su contenido.
Su nuevo Santander-Bretaña-Santander en el Corto Maltés sigue mostrando, al igual que los anteriores, su amor por el mar y su afán didáctico por enseñar lo que el mar le transmite. Sus comentarios, sus planificaciones, sus sentimientos, sus reflexiones, siempre interesantes, quedan perfectamente descritas en todos estos libros, y que ahora Álvaro, asimiladas sus nuevas experiencias, nos ofrece.
Esta nueva generación de derroteros, a mi entender imprescindibles, narrados de forma amena y personal descubren y a la vez aportan datos que de otra manera serían imposibles de obtener.
Álvaro, solo me resta expresarte mi sentida
¡ENHORABUENA!
Cocúa Ripoll
Velero ARCHIBALD
Capítulo 1
La preparación del barco
La preparación de un barco para una larga travesía es un proceso extenso y progresivo que se desarrolla en varios meses. El Corto Maltés es un Tonic 23 de serie, con más de 30 años de antigüedad, que ya fue adaptado para nuestra vuelta a España del 2012 en la cual navegamos más de 2.500 millas a lo largo de 3 meses, volviendo al Cantábrico atravesando toda Francia por el Canal de Midi [1]. La mayoría de las adaptaciones están contadas en ese libro. Pero con posterioridad, pensando en esta navegación entrando en la bahía de Arcachon y los ríos y rías de Bretaña, donde muchos puertos quedan en seco en bajamar, y teniendo en mente las carencias que descubrimos en la vuelta a España, realizamos algunos nuevos cambios y mejoras.
Para poder varar nos hizo falta conseguir unos puntales para que el barco pudiera quedar en seco en las bajamares sin desequilibrarse ni caerse de lado. El Corto Maltés es de orza abatible pero tiene en el fondo un quillote en el que se apoya. Este quillote es una seguridad pues es de hierro y si te posas en fondo irregular o que no sea de arena, aguanta mejor que si apoyas el casco de fibra de vidrio, que puede fisurarse si pilla debajo una piedra o una concha. Pero a cambio ofrece un equilibrio precario que hay que mejorar con los puntales. Conseguir los puntales fue toda una odisea, pues no encontramos ninguna empresa en España que los vendiera. Aquí no se acostumbra a varar ni siquiera los barcos de orza abatible. Los pedimos al astillero Jeanneau en Francia, el fabricante del barco, pero se les habían agotado, si bien nos pusieron en contacto con una fábrica de materiales de aluminio que fabricaba unos telescópicos y con varios modelos de anclaje para la cubierta, que sirven para varios modelos de barco modificando su longitud. Como la fábrica es francesa nos los tuvieron que mandar por mensajería.
La adaptación de estos puntales a tu barco la primera vez es lo complicado, ya que al ser telescópicos es difícil que coincidan con la altura del barco a la perfección. Si los dejas un poco más largos te arriesgas a que todo el peso del barco apoye en los puntales aunque sea unos minutos, y los anclajes de la cubierta (unos simples cáncamos sujetos a la fibra con dos tornillos pasantes) no están diseñados para eso. Y si los dejas un poco más cortos te arriesgas a que el barco se apoye en el quillote y se venza hacia uno de los lados sin quedar vertical, con el peligro de que el puntal de ese lado ceda y el barco se caiga. Entre dejarlos un poco más largos o un poco más cortos optamos por lo segundo. Como íbamos a varar en zonas de lodo y arena, no en cemento como la rampa de un puerto, supusimos que el propio peso del barco haría una pequeña cuna al quillote antes de que apoyasen los puntales, mientras bajaba la marea. Para la medida exacta esperamos a sacar el barco del agua para darle la patente antes del viaje. Bien asentado en la cuna del varadero pasamos una tabla de madera por el borde inferior del quillote y la enrasamos a la horizontal con un nivel. Luego colocamos uno de los puntales colgando en el aire (porque el barco, en la cuna, está más alto que apoyado en el suelo) y ajustamos su longitud para que la plataforma de apoyo quedase un poquito más alta que la madera. Luego