Drácula y otros relatos de terror. Bram Stoker
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10 de agosto.— El funeral del capitán ha sido patético. Parecían haberse congregado en el lugar todas las embarcaciones del puerto y entre varios capitanes llevaron el féretro sobre sus hombros desde el muelle de Tate Hill hasta el cementerio. Lucy me acompañó temprano para poder verlo todo bien desde nuestro viejo banco, mientras el cortejo de embarcaciones subía río arriba hasta el viaducto y daba la vuelta. La vista desde allí era formidable y pudimos seguir casi toda la procesión a la perfección. El capitán fue inhumado muy cerca de nosotras, así que llegada la hora nos subimos al banco para verlo mejor. La pobre Lucy parecía muy afligida. Estuvo inquieta todo el tiempo y empiezo a pensar que su estado permanente de nervios es fruto del insomnio. Hay algo extraño, pues no admite que exista algún motivo para su desasosiego. Puede ser que haya un motivo añadido: esta misma mañana, el pobrecito señor Swales ha sido encontrado muerto, con el cuello roto, precisamente en nuestro banco. El médico opina que debió caerse de espaldas a consecuencia de algún susto, a juzgar por la expresión de terror que tenía en el rostro cuando lo encontraron. ¡Pobre hombre! ¡Quizá viera la Muerte con sus ojos agonizantes!
Lucy es tan dulce y sensible que le afecta todo muchísimo más que a las demás personas. Ahora mismo está muy apenada por una tontería, por eso no le di importancia, a pesar de que a mí también me gustan mucho los animales. Uno de los hombres, que vienen aquí a esperar a las barcas, vino, como siempre, en compañía de su perro. Los dos son muy tranquilos: nunca he visto al hombre enojado o al animal rabioso. Durante el entierro del capitán, el perro no quiso permanecer junto a su dueño sino que se quedó a unos cuantos metros de distancia, ladrando y aullando. Su dueño le habló con dulzura, después duramente y al final irritado. Pero el animal no obedeció y siguió gruñendo. Se hallaba en una especie de ataque, con los ojos rabiosos y el pelo erizado. Al final, su dueño tuvo que ponerse duro y acabó por darle una patada; después, lo agarró por el cuello, y lo arrastró hasta la lápida que se encuentra justo debajo de nuestro banco. En el mismo instante en que el perro tocó la piedra abandonó su furia a cambio de unos terribles calambres. El animal, en lugar de intentar huir, se agazapó. Parecía tan asustado que intenté sosegarle; pero fue inútil. Lucy también sintió lástima por el perro pero no se atrevió a tocarlo, simplemente lo miraba con compasión. Creo que Lucy es de una naturaleza extraordinaria, demasiado sensible para este mundo tan cruel y lleno de complicaciones. Seguro que esta noche soñará con todo esto. Tantas cosas: un barco que entra al puerto, llevado por un muerto que va atado a la rueda del timón con un crucifijo y un rosario; el emotivo funeral; el perro, primero furioso, y después aterrorizado… Tendrá material de sobra para sus sueños.
Creo que sería necesario que se acostara rendida esta noche, así que pienso llevarla a dar un largo paseo por las rocas de la bahía de Robin Hood. Después de eso, no le quedarán muchas ganas de andar en sueños.
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