Planeamiento Estratégico. Mario José Krieger
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La planificación está presente en forma manifiesta o latente en estos espacios como planificación familiar, planificación escolar y planificación laboral.
Cada uno de ellos “marca” sustantivamente el futuro personal y social, generando múltiples responsabilidades; no se puede dejar a la deriva o al azar.
La familia es la principal formadora de valores de las personas al compartir afectos y relaciones de vínculo iniciales, parentales; del funcionamiento de la familia dependerá la cohesión o disociación futura. Este capital humano inicial constituye la loza que permite construir el futuro.
Por su parte, la escuela, en sentido amplio, a través de sus diferentes instancias sucesivas en el tiempo, es el espacio de participación entre pares, formadora de la personalidad y calificaciones, y espacio de socialización por excelencia, que se agrega como valor al iniciado en la familia.
A grandes rasgos, estas dos instancias consumen aproximadamente el 25% de la vida de las personas; el 75% restante es compartido entre la actividad laboral y la formación de una nueva familia, que hace recursivo el ciclo de la vida y la construcción de las generaciones.
Con diferentes grados de incidencia, los procesos de planificación resultan vitales para orientar hacia el futuro la organización social.
La obra refiere a la convergencia en términos de planificación a una tradicional dicotomía, hoy superada, y si bien no concluida, acerca de la planificación sectorial: pública, privada.
Los alcances de lo público y de lo privado son difusos e históricamente se asignó al Estado el primer espacio y al privado, todo el resto.
Esta aproximación nos lleva al tema de las responsabilidades públicas y privadas, e instrumentalmente se ha dividido con incumbencias para lo público e incumbencias para lo privado, siendo los roles tradicionales el bien común para el primero y el interés individual para el segundo.
Sin embargo, esta dicotomía hoy está cuestionada, y lo público y lo privado se entrelazan en múltiples combinaciones de articulación.
Los sujetos también se han identificado, lo público es lo que debe hacer el Estado a través de su operador: el gobierno; lo privado es lo que debe hacer el resto, organizaciones de diverso tipo, fundamentalmente empresas y otros agrupamientos (las ONG, por ejemplo).
Ello requiere habilidades de pensamiento diferenciadas en el sentido de articular lo público y lo privado hacia un punto común.
Una mixtura (articulación) entre lo público y lo privado, por caso emblemático, los denominados “servicios públicos” de gestión privada.
La identificación de los servicios públicos, su alcance, extensión y necesidad de ser satisfechos eficientemente para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos requiere de diferenciadas aplicaciones de la planificación, se trate del actor Estado (público) o del actor privado (empresa); pero ambos deben alinearse en los objetivos estratégicos básicos y comunes, pues si el primero prioriza el bienestar, el segundo no puede degradarlo buscando mejorar la rentabilidad.
La dicotomía es perversa y los supuestos intereses contrapuestos deben ser arbitrados en la transparencia del proceso de planificación como un ciclo continuo que va de lo estratégico hacia lo operativo, siendo la gestión el conjunto de acciones para transformar objetivos en resultados.
Las dimensiones del Estado son diversas en la organización republicana y federal, es decir, desde lo republicano, la división de poderes: Legislativo, Ejecutivo y Judicial, y desde lo federal: Nación, provincias, municipios; lo que implica altos grados de complejidad para armonizar destinos globales para la sociedad, o modelos de país.
La planificación se instituye como un mecanismo de armonía y eficiencia, con instrumentos contractuales que permitan consensuar, convenir, participar, involucrarse y converger hacia destinos sociales comunes, que prioricen la calidad de vida de la gente, la inclusión, la dignidad, la diversidad y el espacio vital para los actores sociales.
La planificación (y la no planificación) forma parte de la cultura, por ello los puntos de partida se diferencian, y si bien es un lugar común decir que se aprende a planificar planificando, la continuidad en el ejercicio de la planificación es un factor de éxito, pues constituye una forma de aprendizaje, y la recursividad entre lo planeado y lo ejecutado ayuda a minimizar los desvíos, impulsa las correcciones y prepara mejor para la continuación del ciclo.
Absorber incertidumbre es otra dimensión que satisface el planeamiento, que si bien no lo transforma en certeza, ayuda notablemente a disminuirla, y ello produce un efecto de seguridad en el funcionamiento organizacional.
La planificación puede considerarse un ejercicio en el sentido de que habilita el desarrollo del pensamiento inclinado hacia el futuro; allí la imaginación juega un rol importante y los dispositivos como la “tormenta de ideas” y la interacción entre diversos actores internos y externos ayudan notablemente a la absorción de incertidumbre.
Las mentes abiertas a la reflexión, la escucha y las propuestas enriquecen el proceso de planificación.
Un plan precario, pobre, de mala calidad, es siempre mejor que no tener plan, pues al menos es un punto de partida liminar para instalar el proceso y construir desde lo precario hacia lo sustantivo, instalando el aprendizaje que producen, entre otros, los fracasos o desvíos.
Un plan nunca es un proceso terminado, la misma naturaleza de la planificación indica que es un instrumento dinámico, sujeto a variaciones, ajustes, reacomodamientos, alteraciones de prioridades; el nombre de “agenda de la planificación” puede indicar esta característica.
El orden temporal de pasado, presente y futuro opera en forma concomitante, es más, esforzando los términos; en realidad la tríada se transforma en una dupla –pasado, futuro– por lo efímero y volátil del presente, que producido pasa inmediatamente a ser pasado y se acumula en la historia y experiencia de la organización.
El presente refiere al conjunto de acciones de todos los actores de una organización que se viabiliza, produciendo resultados, en cada acción, tarea y decisión de intervención. Esa atomización es contributiva (o no) a la unicidad de una meta y/u objetivo que se expresa como un sintético, pero que requiere de una gran cantidad de acciones cotidianas para alcanzarlo.
Este argumento avala el concepto de la coordinación como un proceso imprescindible y continuo. La coordinación procura alcanzar el equilibrio y la armonía en la ejecución de la planificación, operada por distintos actores y en distintos lugares.
Las estructuras organizativas corporativas, por caso, operan en lo estratégico desde un búnker central que genera la visión global del fenómeno y los objetivos estratégicos para toda la organización unificada. La expresión sintética cuantitativa de esta dimensión se expresa como la rentabilidad esperada por los accionistas en calidad de retorno por su inversión. Es la expresión más sintética y difundida en el mundo de los negocios y aplicada universalmente. Las unidades de negocios dispersas geográficamente en localizaciones muy diferenciadas (naciones, países, regiones, localidades, etc.) adaptan el formato de los negocios locales para alcanzar el objetivo global. En este sentido, puede considerarse a la planificación como un proceso de integridad unificada en lo alto de la pirámide (búnker) y un proceso atomizado en las distintas localizaciones, con el perfil de identidad propio del contexto donde se desarrolla la operación.