Álvaro d'Ors. Gabriel Pérez Gómez
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[88] Vid. para este asunto “Álvaro d’Ors Pérez-Peix”, Oretania (23-24), mayo-diciembre 1966, p. 315. El artículo, que está sin firmar, dentro de la serie “Galería de colaboradores”, podría ser obra del director de la publicación, Rafael CONTRERAS DE LA PAZ.
[89] C. P., p. 5.539s.
[90] Cuore figuraba como libro de lectura en la escuela elemental. Estos gustos literarios están extractados de sus propias confesiones en Veladas imaginarias, cit.
[91] Veladas imaginarias, cit. Se conserva el original de un esbozo de novela que no tiene título, y sí muchas ilustraciones suyas. Su protagonista es un judío que se llama Samuel Benslivon, y es de ca. 1930. No sería imposible que esta fuese la que él menciona, pero que no llegó a quemarla. O no...
[92] La Libertad, Madrid, 9-I-1929, p. 5.
[93] Catalipómenos, cit.
[94] Catalipómenos, cit.
[95] Le gustaba el montañismo, aunque decía que «la montaña no me da paz, me atemoriza». Testimonio de Javier Nagore, Pamplona, 29-IX-2005.
[96] Samitier destacó en el F.C. Barcelona por su perfección técnica. Más tarde ficharía por el Real Madrid. La relación con Juan Ors la sabemos a través de una entrevista a don Eugenio: «Me hice zamorista, en oposición a mis hijos que eran samitieristas (...) Mi verdadero instructor ha sido Samitier. Entonces este jugador estaba de dependiente en casa de un pariente mío, don Juan Ors. Le mostraba gran simpatía y se encontraban muy contentos con tenerle en casa. Pero un día se fue para no volver más. Había dejado sus cosas de pequeño aprendiz de comercio por el fútbol». Entrevista a Eugenio d’Ors bajo el título de La quiniela de... Eugenio d’Ors, firmada por “Cronos”, Arriba, Madrid, 16-III-51, p. 19. Refiriéndose a un encuentro internacional de fútbol en 1966, Álvaro d’Ors comentó a Emilio Valiño que, frente a Samitier (que pretendía hacer solo todo el juego), los jugadores de ese momento, como Eusebio o Boby Charlton, le parecían muy superiores.
[97] Se refería, en conversación con el autor, a su discípulo Rafael Domingo, que, entre los años 85 y 89, ya jubilado don Álvaro, trataba de que su maestro no perdiera contacto con los alumnos. Con ese objeto, procuraba que diera alguna que otra clase, lo que le deparaba una especial satisfacción por seguir sintiéndose «útil para el servicio». Su incompetencia futbolística (En el equipo de fútbol de mi colegio no pasé de ser «suplente». Autoscopia, cit.) le llevó a apreciar la de otros, en especial, la de sus hijos cuando, de pequeños, practicaban este deporte: Ángel tuvo muy buenas notas. Los otros las esperan; sin gran preocupación por parte de Miguel, que jugó un partido de fútbol «con camiseta», de extremo izquierdo, y metió el gol del desempate… Epistolario R. G., Roma, 25-VI-1959.
[98] Catalipómenos. Cit.
[99] Veladas imaginarias, cit. Su colaboración en la Revista Internacional de Estudios Vascos, 42 (2), 1996, lleva por título el nombre de su amigo: «Julio Caro Baroja». También se reunía con Caro en otras tertulias como la del Mesón del Segoviano, en el Café de Varela, en el de Platerías y hasta en su casa de la calle Ruiz de Alarcón. Entre otros contertulios fijos, se encontraban Antonio Bello, José Vallejo, Antonio Tovar, Ángel Pariente y Manuel Fernández Galiano. «En nuestra vida universitaria fundamos, o más bien fundaron y yo me incorporé, un círculo ingenuo y encantador en que comentábamos y exponíamos nuestras lecturas. Teníamos impaciencias semejantes en campos mentales totalmente distantes, como se demuestra en las personalidades de los amigos (…) Otro de los contertulios era Álvaro d’Ors, que luego habría de ser catedrático de Derecho Romano. Era un estudioso, pero además, contagioso, factor que en pocos he apreciado…» Antonio BELLO LASIERRA, Visión del mundo actual por un naturalista, Ayuntamiento de Huesca, Gráficas Alós, S.A., Huesca, 1993, p. 19.
[100] Julio CARO BAROJA, Los Baroja (Memorias familiares), cit., p. 175. Es posible que Caro Baroja escribiera el párrafo transcrito con cierta sorna, ya que el papel de sacristán en el entremés de Luis Quiñones de Benavente (1589-1651) es muy escaso, con solo 4 intervenciones breves. El protagonista es el dueño de una casa desde la que se puede ver la corrida de toros en la plaza del pueblo. Sin su consentimiento, la autoridad le «instala» como invitado a un viajero italiano que quiere ver cómo es la «Fiesta Nacional». Para evitar quedarse sin su sitio, simula su propia muerte a causa de una hipotética peste y conseguir así que el italiano, temeroso de contagiarse, no acuda. Álvaro d’Ors hizo el papel de italiano, con 15 diálogos largos. A esta representación asistió Federico García Lorca, que logró interesar a Juan Barnés para que se uniera a su grupo de teatro —«La Barraca»—, si bien este lo dejó a los pocos días.
[101] Se conserva un certificado con el sello de The Polytechnic: «This is to certify that Álvaro d’Ors was awared First Class Pass with Distinction in English for Foreigners —Intermediate Stage— at the examination held on 28th August 1931».
[102] En una carta a su madre, Álvaro dice que «después de cenar, me quedo hablando con Thomas Marshall, que es el músico o me subo al cuarto y trabajo hasta las 10 o así». Carta a María Pérez Peix, Londres, agosto, 1931.
[103] Veladas imaginarias, cit. En la biblioteca de Álvaro d’Ors se conserva un libro de TREND: A Picture of Modern Spain Men & Music, Constable & Co. Ltd., London, 1921.
[104] Carta a María Pérez Peix. Londres, agosto, 1931.
[105] Catalipómenos, cit. En los últimos años del siglo XIX, se descubrieron en la región de Tanagra (Beocia) gran cantidad de figurillas en el interior de unas tumbas. Por su procedencia, a estas piezas se les da el nombre de «tanagras». Más que su por su valor artístico, tienen interés por el testimonio que ofrecen sobre la vida cotidiana de la época. En una carta a su madre le dice que «Casi todas las mañanas me paso dos o tres horas en la Sala de Terracotas del British». Carta a María Pérez Peix, Londres, agosto, 1931.
[106] Catalipómenos, cit. Es mi poesía preferida de toda la literatura inglesa. Veladas imaginarias, cit. La «Ode on a Grecian Urn» de John Keats describe en 50 versos lo que le sugiere la decoración de la pieza y su misma forma, para dar paso desde ahí al poder del Arte para eternizar la vida, dotándola de una verdad esencial. La última estrofa dice así: «Thou,