Preguntas para pensar en ética. Tomás Miranda Alonso

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Preguntas para pensar en ética - Tomás Miranda Alonso Educar

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conozco! Si te llevo a mi espalda, sacarás tu aguijón, me picarás y me matarás. Lo siento, pero no puede ser.

      –No seas tonta –le respondió entonces el escorpión–. ¿No ves que si te pincho con mi aguijón te hundirás en el agua y que yo, como no sé nadar, también me ahogaré?

      Y la rana, después de pensárselo mucho, se dijo a sí misma: «Si este escorpión me pica a la mitad del río, nos ahogamos los dos. No creo que sea tan tonto como para hacerlo».

      Y entonces la rana se dirigió al escorpión y le dijo:

      –Mira, escorpión. Lo he estado pensando y te voy a ayudar a cruzar el río.

      El escorpión se colocó sobre la resbaladiza espalda de la rana y empezaron juntos a cruzar el río.

      Cuando habían llegado a la mitad del trayecto, en una zona del río donde había remolinos, el escorpión picó con su aguijón a la rana. De repente, la rana sintió un fuerte picotazo y cómo el veneno mortal se extendía por su cuerpo. Y mientras se ahogaba, y veía cómo también con ella se ahogaba el escorpión, pudo sacar las últimas fuerzas que le quedaban para decirle:

      –No entiendo nada... ¿Por qué lo has hecho? Tú también vas a morir.

      Y entonces el escorpión la miró y le respondió:

      –Lo siento, ranita. No he podido evitarlo. No puedo dejar de ser quien soy ni actuar en contra de mi naturaleza.

      Y poco después de decir esto desaparecieron los dos, el escorpión y la rana, bajo las aguas del río.

      Desgraciadamente para la rana, el escorpión no podía obrar en contra de lo que le imponía su naturaleza. ¿Es la naturaleza humana como la del escorpión? Cuando hablamos de la naturaleza humana, hemos de tener en cuenta que esta no es una estructura que heredamos al nacer, fija, estable y tan rígida que no podamos cambiar. Nuestra naturaleza no es algo cerrado y concluido, sino una realidad que se va haciendo a lo largo de nuestra vida. Lo que el ser humano es depende, en parte, de lo que elige ser.

      Nuestras acciones surgen de la interacción que se produce entre a) nuestra constitución biológica, que es común a la especie; b) el medio natural en que vivimos, y c) el medio social en que nacemos y crecemos. Estos elementos ayudan a configurar lo que somos. El mundo natural y social nos presenta restricciones a nuestra conducta, pero también posibilidades de transformación que nosotros podemos decidir llevar a cabo. Podemos mejorar o empeorar el medio ambiente, y somos capaces de trabajar para que los seres humanos vivamos mejor y en un mundo más justo.

      Utilizando una metáfora de Kant, podemos decir que las restricciones y condicionamientos que por naturaleza tenemos son como el viento, que presenta resistencia al vuelo de la paloma, pero sin el cual esta no podría volar, ya que no se puede volar en el vacío. Entre lo que somos y lo que podemos llegar a ser se abre un espacio abierto a nuestra elección y decisión moral, sabiendo que siempre habrá una tensión entre lo que es y lo que debe ser.

      Nuestras decisiones morales han de basarse en el conocimiento que nos proporcionan las ciencias sociales y de la naturaleza, no para que sean estas las que nos dicten lo que debemos hacer, sino para que nos ayuden a entender mejor los problemas morales que nos surgen a lo largo de nuestra existencia y a orientar inteligentemente nuestra acción. El objeto de estudio de las ciencias es conocer cómo son y cuáles son las causas de los hechos; podemos decir, por tanto, que se ocupan del orden del ser, mientras que la ética se ocupa del orden del deber ser, de cómo deben ser las cosas, de cómo debo actuar. Pero, para responder a estas preguntas de naturaleza ética tenemos que tener en cuenta las aportaciones de las ciencias de la naturaleza, de la biología, de las neurociencias, de la economía, de la sociología, etc. Por otro lado, en la actividad científica surgen problemas de naturaleza ética, como, por ejemplo, los derivados de la investigación con animales y seres humanos o los relacionados con la utilización de determinadas tecnologías.

      Un reciente campo disciplinar de investigación científica es el de la neuroética, cuyo nacimiento se produce a principios de este siglo. Uno de sus objetivos consiste en investigar nuestro cerebro para descubrir en qué medida nuestros códigos de conducta y nuestras decisiones morales se basan en su configuración neuronal. La neuroética trata de descubrir las bases cerebrales de nuestra conducta moral. Un interés similar tiene la también reciente neuropolítica en lo referente a nuestras decisiones y actos en el ámbito político.

      ¿Cómo soy?

      A veces nos encontramos con personas que, para justificar algunas de sus acciones, dicen que ellos son así o han nacido así, y que, por tanto, no pueden cambiar, como sucede en esta canción del cantante y compositor argentino Andrés Calamaro:

      Soy así, no lo puedo evitar,

      pero nunca te quise hacer daño.

      No elegí mi manera de ser,

      a veces me siento un extraño.

      Si pudiera volver a empezar,

      si aprendiera otra vez a caminar,

      ni siquiera podría cambiar,

      porque soy así desde que nací.

      Aprendí a sobrevivir

      y todo se me vino encima.

      Pero no, no te olvides de mí,

      soy el mismo varón de la esquina.

      Si pudiera volver a empezar,

      si aprendiera otra vez a caminar,

      ni siquiera podría cambiar,

      porque soy así desde que nací.

      Ni siquiera podría cambiar,

      qué quieren de mí, si yo soy así.

      La persona que habla en esta canción trata de explicar que el hecho de haber hecho daño a la persona a quien habla se debe a su inevitable manera de ser («soy así, no lo puedo evitar»), que le viene dada desde su nacimiento («porque soy así desde que nací»). Hasta tal punto su conducta está determinada férreamente solo por su herencia biológica que, si volviera a nacer, no podría evitar comportarse como lo hace. Por tanto, podemos decir que su conducta no depende del aprendizaje, sino solo de la naturaleza con la que nace. La pregunta que nos podemos plantear en casos como este es si nos encontramos ante una justificación de una conducta o ante una excusa.

      Los seres humanos nacemos con una dotación biológica genéticamente heredada que nos hace únicos, la cual condicionará, en cierto sentido, nuestra vida. Esta configuración biológica con la que nacemos configura lo que se suele entender por temperamento. Por tanto, el cómo somos depende, en parte, del temperamento que heredamos.

      Desde su nacimiento, el bebé interacciona con su medio ambiente y va adquiriendo a lo largo de su vida determinadas predisposiciones hacia determinadas formas de reaccionar ante los estímulos, las cuales se llaman hábitos. La adquisición de estos hábitos se logra en procesos de aprendizaje, y se basa en la repetición de determinadas conductas. Los hábitos van configurando el modo de ser de cada individuo y la integración de los mismos constituye su carácter, es decir, el conjunto de sus

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