Lenguaje, conocimiento y educación superior. Carlos Julio Restrepo Velásquez
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En consecuencia, considerar lenguaje y pensamiento como fenómeno y evidencia, respectivamente, ayuda a entender la comunicación en cuanto interacción de dos o más lenguajes y pensamientos. Por ejemplo, en una pareja enamorada se dan condiciones ideales que llevan la comunicación a una altísima efectividad, porque lenguaje y pensamiento despliegan toda su potencia. La situación general podría ser esta: están muy cerca uno del otro, están en el ámbito de la intimidad, hablan en voz baja, se miran a los ojos, con frecuencia se toman de las manos y se abrazan; sienten su pulso y temperatura, perciben su ánimo, se escuchan con concentración; el mundo a su alrededor desaparece y solo están el uno para el otro; se pueden quedar en silencio y siguen en comunicación. Aquí el lenguaje —la capacidad psíquica y fisiológica—, la comunicación —la relación íntima del lenguaje entre dos personas— y el pensamiento —la comunicación interior consigo mismo— se afinan y se sincronizan. De modo que, sin incurrir en asuntos morales, para algunos las posibilidades de equivocación, error o manipulación se disminuyen casi a cero; para otros, se elevan significativamente.
Como se ha dicho, los ojos de cada interlocutor están observando los gestos, los ademanes y las posturas del otro, captando datos paralingüísticos, no estructurados en la gramática formal del idioma, sino en la semiología de la cultura, en la expresión corporal y en la psiquis del individuo. De cierta manera, cuando la compenetración mutua llega a ese nivel de profundidad y detalle, aparecen otras capacidades, como la intuición, que en este caso es la capacidad de pronosticar o anticipar algo con mucha probabilidad de acierto.
Según se advierte, un ejemplo tan específico sirve para comprender el lenguaje como competencia humana. También es útil para construir un modelo del mundo y de su propia realidad circunstancial, en la que el lenguaje está presente y activo. Por tanto, es preciso intentar una comprensión más general, a partir de términos afines y complementarios: idioma y lengua.
Lingüística
En el 2007, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (ocde) y la Working Party of National Experts on Science and Technology Indicators realizaron una investigación y publicaron el documento Revised Field of Science and Technology (fos) Classification in the Frascati Manual. Se trata de una actualización del Manual de Frascati (1963), respecto a la clasificación del conocimiento científico, que estandariza una nomenclatura con seis campos. El campo está integrado por áreas, y estas, por núcleos básicos de conocimiento (nbc). Cada cinco años, este grupo de expertos analiza núcleos de conocimiento emergentes y los incorpora a la nomenclatura, los reclasifica si es necesario, y publica los resultados.
En esta clasificación del conocimiento científico, la lingüística aparece como el sexto núcleo básico de conocimiento de la segunda área, Idiomas y Literatura, que pertenecen al sexto campo de conocimiento: Humanidades. Esta clasificación permite afirmar que el objeto de estudio de la lingüística es de orden científico y humanista; una combinación que puede resultar extraña porque en el imaginario colectivo se cree —equivocadamente— que lo científico y lo humanista son excluyentes o antagónicos.
En lingüística, existe el conocimiento y la claridad suficientes alrededor de los términos idioma, lengua, habla, lenguaje, gramática; aunque en contextos académicos y sociales se discuta sobre casos ambiguos, excepciones, relaciones, y se especule si la gramática ordena la lengua o el idioma, si la lengua contiene al idioma o al contrario. Incluso el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua2 es ambiguo en la definición de idioma: “1. m. Lengua de un pueblo o nación, o común a varios. 2. m. Modo particular de hablar de algunos o en algunas ocasiones. En idioma de la corte. En idioma de palacio”. En contraste, el diccionario castellano de la Universidad de Oxford publica como primera acepción de esta palabra: “Sistema de signos que utiliza una comunidad para comunicarse oralmente o por escrito”.
Idioma
En la obra de autores clásicos como Wittgenstein, Vygotski, Chomsky y otros, el idioma se entiende como un código con el que se puede pensar, hablar y escribir de manera precisa y coherente. La lengua es un fenómeno social y cultural portador de la semiótica, la simbología de los pueblos, es decir, de los significados de las cosas y las formas de habitar el mundo. La gramática es el ordenador común a ambos. En el idioma se dispone de definiciones formales de los términos, con base en compilaciones lexicográficas. La lengua establece interpretaciones sobre mitos, costumbres, fiestas populares, expresiones. A manera de ejemplo, la frase “día de los muertos” es, en la perspectiva del idioma castellano, un día en el que se conmemora, con sentido religioso, la memoria de los familiares que han fallecido, especialmente de sus afectos. En la perspectiva de la lengua, particularmente la lengua mexicana, es una fiesta que trasciende lo religioso y toca con las artes, la comunidad, la identidad nacional, la artesanía, la teología y la mitología. Siempre habrá, por lo menos, dos perspectivas o enfoques para analizar una frase, un término, un refrán, un poema, un cuento, una novela, una noticia: el idioma y la lengua.
El idioma tiene un origen más relacionado con el orden geopolítico. En su estructuración intervinieron condiciones de poder, tiempo, época e intereses, que establecieron límites e identificaron territorios, convirtiéndose en factores que, a su vez, definieron gran parte de las nacionalidades. Por supuesto existen algunas excepciones, con claras proyecciones durante la colonización, como el caso del inglés en la India, Australia y parte del norte de América; el español en América Latina y Filipinas; el portugués en Brasil; el francés en África, Canadá y las Antillas, entre otros. La lengua, que necesita del idioma para comunicarse en forma oral y escrita, tiene su origen, sobre todo, en sincretismos culturales, nutridos por aspectos como la mitología, la naturaleza, el clima, la religiosidad, las expresiones nativas de artes y las costumbres.
Cuando europeos como Marco Polo viajaron hacia Oriente, hallaron una visión del universo, o cosmogonía, diferente a la que encontraron aquellos exploradores que se dirigieron a Occidente y descubrieron América. Así también ocurrió con los musulmanes de origen árabe que invadieron la península Ibérica en el 711; o los daneses que invadieron a los sajones desde el 865 de la era actual. En todos los casos, el idioma de los pueblos se enriqueció con términos que nombraban objetos, costumbres, mitos, fiestas, alimentos, parentescos, que no se conocían antes. Y la lengua permitió conocer otras espiritualidades, otras organizaciones familiares y políticas.
Por lo dicho, se puede afirmar que existe una mutua afectación entre idiomas y culturas, que produce un fenómeno social y cultural al que llamamos lengua. Aunque se suele confundir el concepto lengua con la forma oral del idioma.
Lengua
La lengua, en cuanto fenómeno sociocultural, conlleva la cosmovisión particular de un grupo identificable; es intangible por ser patrimonio inmaterial, dinámico y complejo. Tomemos el caso del idioma inglés para ilustrar este asunto: se habla en Inglaterra, Escocia, Irlanda, Estados Unidos, Australia, India, Canadá y otros lugares, pero existen grandes diferencias culturales entre la India y Estados Unidos, aunque, por ejemplo, se hable inglés en ambos países. Se debe a que la forma de entender el mundo, sus sistemas de pensamiento, y su comprensión de la realidad, la historia, lo sagrado, el poder, la paz, la guerra o la muerte son conceptos que ya estaban ahí como parte de la cultura y la lengua o las lenguas nativas de la India cuando Inglaterra impuso el idioma inglés y sus propias interpretaciones de esos mismos conceptos. Igual ocurrió con las tribus precolombinas