E-Pack Se anuncia un romance abril 2021. Varias Autoras
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¿Sería posible que hubiera seguido pensando en ella, igual que ella no había dejado de soñar con él?
Horas después, en la sala de juntas de Maddox Communications, Jason seguía pensando en una manera para mantener a Lauren en San Francisco. Girándose de un lado para otro en el sillón rojo, hacía rodar el bolígrafo sobre la mesa oval.
Su compañero Gavin Spencer miró el bolígrafo y arqueó una ceja.
Jason se detuvo de inmediato y se reprendió a sí mismo. Se sentía como un crío impaciente por salir del colegio. Sólo quería regresar a casa con su nueva esposa, y en vez de eso tenía que soportar una interminable reunión en la enorme sala de juntas, cuyas paredes acristaladas se oscurecían al pulsar un botón. Una pared hacía las veces de inmensa pantalla para la presentación en Power-Point.
Brock mostró la última imagen y se giró hacia la mesa.
–Eso es todo por ahora –concluyó, antes de dirigirse a su ayudante, Elle Linton–. ¿Te ocuparás de facilitarles a todos los detalles de la presentación?
–Por supuesto, señor Maddox –respondió la eficiente secretaria.
Brock pulsó el botón para que las paredes opacas volvieran a ser transparentes.
–¿Jason?
Jason se obligó a prestarle atención y rezó para que no le preguntara nada sobre la última diapositiva.
–¿Sí?
–Permíteme que sea el primero en felicitarte por tu boda. En nombre de todos los que formamos Maddox Communications, te deseamos a ti y a Lauren una vida larga y dichosa en común –empezó a aplaudir y todos los demás lo imitaron.
Flynn se levantó al cesar la ovación.
–Todos estamos deseando conocer mejor a tu novia en la cena de la empresa.
–Por supuesto. Allí estaremos.
Sería una fiesta más formal que las reuniones en el Rosa Lounge a la que asistirían las esposas de los empleados. Se rumoreaba que la esposa de Flynn lo había abandonado por la obsesiva dedicación de su marido al trabajo.
Jason movió el cuello de un lado a otro. No sabía cómo se podía compaginar la vida laboral con la personal, especialmente en el mercado actual, tan despiadado y competitivo. El éxito cobraba un nuevo significado para él ahora que tenía una esposa y un hijo en camino.
Gavin le dio una palmada en el hombro.
–¿Qué haces todavía aquí? ¿No deberías estar con tu mujer?
–No vayas a mirar mis informes mientras estoy fuera –respondió Jason, medio en broma, medio en serio.
–Jamás se me ocurriría –le aseguró Gavin, aunque su expresión decía todo lo contrario. Al fin y al cabo, era ese carácter competitivo lo que mantenía a Maddox Communications en la cresta de la ola.
Jason se giró en el sillón para apartarse de la mesa, impaciente por ponerse en marcha. Normalmente ni se le pasaría por la cabeza ausentarse del trabajo, pero tomarse la tarde libre el día después de su boda tampoco le parecía tan descabellado. En realidad, lo extraño sería no hacerlo. No en vano, su objetivo era conseguir que Lauren y el bebé se quedaran en San Francisco y, para ello, tenía que hacer algunos cambios en su vida.
–Hoy me marcho antes –anunció–. Lauren y yo estamos planeando la luna de miel para más adelante. Ella entiende que lo primero es culminar la operación con Prentice, y de hecho está deseando conocerlo en la fiesta.
Brock lo miró con ojos entornados.
–Quizá tengamos ocasión de conocer a tu mujer en un ambiente más informal… en el Rosa Lounge, tal vez, para tomar una copa después del trabajo cualquier día de esta semana.
–Hablaré con Lauren y te lo haré saber.
Brock asintió brevemente.
–Parece que has conseguido una buena joya… y encima es una mujer de negocios.
–Gracias. Lauren es una mujer muy especial, y le estoy muy agradecido por haber venido conmigo a California. No podemos olvidar que tiene su propia empresa en la Costa Este.
Le había prometido a Lauren que podría volver a su vida en Nueva York en dos semanas, pero no estaba dispuesto a renunciar a ella tan fácilmente.
¿A ella?
No se trataba de ella, sino de su hijo. De ser un padre de verdad, algo que su propio padre jamás fue para él ni para su hermana. De… Se sacudió mentalmente. No podía seguir engañándose a sí mismo. Quería que Lauren se quedara en San Francisco. Quería compartir con ella no sólo su cama, sino también su vida. Le parecía la compañía perfecta, y ya habían demostrado que podían ser amigos y compañeros de trabajo.
Y también amantes.
El lugar de Lauren estaba en California. Él podía ayudarla con su trabajo, con su familia y con todo lo que se pusiera por delante. En San Francisco podían tenerlo todo. Lo único que debía hacer era convencerla.
Bien pensado, tampoco debería ser tan difícil. Ella también sentía que había química entre los dos. De manera que él emplearía todos sus esfuerzos en seducirla y en hacerle ver que podían vivir los tres juntos como una familia, en vez de pensar únicamente en acostarse con ella. La pasión tendría que esperar. El sexo debía dejar su lugar al romanticismo.
Lauren se anudó fuertemente la bata mientras salía al pasillo. La cena con Jason la había dejado con los nervios a flor de piel. Habían encargado comida latina, exquisita, y sus piernas se habían rozado junto a la isla de la cocina. Se había dado una ducha con la esperanza de aliviar la tensión, pero no le había servido de mucho. Ella tenía la culpa, por pasarse todo el rato que estuvo bajo el agua imaginándose que Jason se sentaba frente a ella y la invitaba a sentarse en su regazo.
Un hilillo de agua le resbalaba entre los pechos, pesados y doloridos por el deseo. Se detuvo bajo el arco del salón y vio un fuego crepitando alegremente en la chimenea. Jason estaba arrodillado frente a las llamas, avivando el fuego con un atizador. Los vaqueros se ceñían a sus esbeltas caderas y poderosos muslos, acuciando a explorar con los dedos su fuerza viril. El fuego que ardía en la chimenea y entre las piernas de Lauren la hizo avanzar, sintiendo el frío del parqué bajo sus pies descalzos.
Jason se levantó, manteniéndose de espaldas a ella, y sacó un edredón a rayas de una caja. Acto seguido, lo extendió en el suelo frente a la chimenea.
–¿Finalmente has optado por dormir en el suelo en vez de hacerlo en el sillón?
Él le sonrió por encima del hombro.
–Parecías estar muy despejada durante la cena, y pensé que a lo mejor te apetecería charlar un poco.
–¿Charlar? ¿Quieres