Después de final . Varios autores

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Después de  final  - Varios autores

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las grabaciones que vendían en sus conciertos y en las tiendas especializadas. Un movimiento se empezaba a gestar con una actitud muy distinta de la de los colegas de los ochenta; en este rock tenían cabida muchos otros sonidos, y sus letras abrían espacios para hablar sobre nuestras realidades. 1280 Almas, Morfonia y Ciegossordomudos se sumaban a La Derecha y Aterciopelados en la parte más visible de la movida. El metal tampoco se quedaba quieto, y bandas como Kraken, Agony, Darkness, Kilcrops, Ekhymosis, Masacre o Acutor daban la batalla desde diferentes frentes. Personajes como Gustavo Arenas “el Doctor Rock”, Andrés Durán (El expreso del rock) y Lucho Barrera (Metal en estéreo) hicieron un aporte muy significativo para que esta escena más dura y radical creciera y se hiciera visible.

      En 1993, apareció en la televisión por cable MTV Latino, un canal que nos permitió confirmar que no estábamos solos, y que América Latina era un hervidero en el que confluían los sonidos anglosajones con nuestras músicas autóctonas. Allí pudimos ver en todo su esplendor a Café Tacvba, Fabulosos Cadillacs, Fobia, La Lupita, Los Tres, Control Machete, Fito Páez, A.N.I.M.A.L. y Los Rodríguez. Allí también veíamos a nuestros Aterciopelados.

      Soda Stereo era ya parte de la familia, y a los Caifanes los habíamos conocido antes gracias a su visionaria interpretación de “La negra Tomasa” (1988), una pieza premonitoria en la que unos mexicanos vestidos como The Cure rescataban la música de nuestros abuelos para lograr un éxito con ventas que superaron el medio millón de copias en la segunda mitad de los ochenta. MTV Latino consolidó todo eso para dar visibilidad y reconocimiento a las idiosincrasias latinoamericanas con nuestras estéticas, jergas, sonoridades y paisajes. Por primera vez veíamos videoclips filmados en plazas de mercado mexicanas, en avenidas bogotanas, en pirámides aztecas y en pueblos polvorientos de la Argentina; nos estábamos viendo reflejados en MTV.

      Dos años después de la aparición del célebre canal de videos, la cosa había adquirido dimensiones inimaginables y la gran explosión (al menos para Colombia) tendría lugar en el nacimiento de Rock al Parque. El fenómeno se había ganado un lugar muy relevante en la cultura y en las políticas públicas, y más allá de todo lo que se ha hablado acerca de su importancia, este festival empezó a contribuir enormemente en la profesionalización de la industria de la música en vivo y de nuestros músicos, que tenían la oportunidad de tocar sus canciones ante un público que iba a ver a sus bandas (no a Marbelle o Marcelo Cezán). De igual manera, los conciertos de bandas latinoamericanas (por fuera del marco del festival) se convirtieron en algo habitual en un país que gozaba de cierta tranquilidad tras la aparente caída del cartel de Medellín.

      El primer Rock al Parque tuvo lugar en 1995, el mismo año en que apareció la Frecuencia Joven de la Radiodifusora Nacional de Colombia (hoy Radiónica). Esta emisora tuvo en sus comienzos a los más respetados periodistas musicales del país, y desde sus inicios se convirtió en una vitrina fundamental para la difusión del rock hecho en Colombia. La frecuencia tuvo un programa que muchos recuerdan con un aprecio enorme por su tremendo aporte a la escena rockera que efervescía. 4 canales era transmitido los domingos en la noche, y por sus micrófonos pasaban todas las bandas que se encontraban trabajando en esa época; todas llevaban sus grabaciones, anunciaban sus conciertos y eran entrevistadas por Héctor Mora y Jorge Eduardo “Pito” López. La cortinilla de Catedral y sus “Redes rojas” (1994) era el anuncio inconfundible de que había llegado la hora del rock hecho en Colombia.

      La revista Shock también surgió en 1995 y representó otro gran empujón para muchas de las agrupaciones de todo el país. Aparentemente había un gran potencial, y la industria también apostó por las bandas colombianas más notorias; Estados Alterados, Aterciopelados, 1280 Almas, La Derecha, Kraken, Compañía Ilimitada y otras tantas tuvieron contratos con sellos disqueros. Sin embargo, en este negocio (como en cualquier otro), nada dura para siempre, y con el paso del tiempo las cosas comenzaron a cambiar.

      Hacia 1997 la música electrónica tomó una fuerza inusitada, y los bares de rock fueron transformándose para que los disc jockeys ocuparan el espacio de los músicos de rock y las bodegas dejaron de albergar conciertos para dar lugar a los after-parties. Asimismo, esa electrónica se fue fusionando con el folclor en proyectos como Sidestepper, pionero de tantas cosas que vemos hoy en la línea de Systema Solar, Chocquibtown o Bomba Estéreo.

      Por otra parte, MTV Latino dio inicio a un lamentable proceso en el que la música fue cediendo terreno ante una avalancha de realities con herederas millonarias, rockeros en decadencia, adolescentes embarazadas y jóvenes dominados por sus hormonas. Los elementos más propios de la cultura latinoamericana se fueron perdiendo en el mar de la globalización, hasta ahí llegó la M de MTV, y ahí terminó esa gran vitrina para el rock de la región. Hasta aquí llegó la dicha.

      La transformación del canal de videos fue consecuente con los nuevos tiempos y con la masificación de internet, que llegó a ofrecernos la posibilidad de escuchar música sin comprar discos y sin depender tanto de la radio. Los mercados se fueron atomizando a niveles microscópicos y el público del rock ya no volvió a ser el mismo.

      El país tampoco volvió a ser el mismo después del proceso 8000, de las pescas milagrosas de la guerrilla y las masacres de los paramilitares, del fallido proceso de paz en San Vicente del Caguán o de la crisis económica que acabó, entre otras cosas, con el unidad de poder adquisitivo constante (UPAC) que dejó sin vivienda a miles de familias colombianas.

      La llegada del nuevo milenio se veía como un gigantesco salto al vacío para el rock colombiano: el público se fue dispersando, los discos dejaron de venderse y otros sonidos plantearon un enorme desafío para los músicos. Tal vez eso explique por qué las bandas de rock nacidas después de 2000 han tenido un impacto mucho menor que las surgidas en los noventa, como Superlitio, Doctor Krápula o tantas otras que ya hemos mencionado.

      Esos retos se acentuaron cuando, entrados ya en el siglo XXI, las bandas anglosajonas empezaron a venir al país con una frecuencia cada vez mayor. Metallica había tocado en Bogotá en 1999, y en el primer lustro del nuevo milenio pasaron por acá Megadeth, Sepultura, Cannibal Corpse, Napalm Dead, Yngwie Malmsteen, Alanis Morrisete, Asia, Men at Work, Helloween, The Offspring, Apocalyptica y The White Stripes, entre otras. Algunas estaban en su ocaso, pero otras gozaban de muy buena salud, y los músicos colombianos tuvieron que competir por un público que prefería los espectáculos extranjeros que difícilmente podría ver en los festivales públicos.

      Si en los noventa el rock colombiano y latinoamericano era “nuestra gran carpa”, en el siglo XXI ese escenario vio llegar a los más grandes. En todos los noventa, Colombia no tuvo más de 15 grandes conciertos internacionales de rock (Guns N’ Roses, INXS, Pet Shop Boys, Bon Jovi, Elton John, Sheryl Crow, Santana, Def Leppard, UB40 y Metallica, entre otros), una cifra ampliamente superada por 2018, que recibió en nuestro país a artistas como Roger Waters, Radiohead, Gorillaz, Sting, Judas Priest, Depeche Mode, The Killers, Deftones o Queens of the Stone Age, para hablar solo de figuras angloparlantes. En doce meses vimos más shows que en toda una década.

      A pesar de todo, los noventa fueron maravillosos; en ellos fortalecimos esta autoestima siempre maltrecha, entendimos que tenemos un inmenso potencial de diversidad cultural, vimos lo que más se ha parecido a la consolidación de un rock nacional y asistimos al nacimiento de muchas bandas que hoy continúan siendo esenciales para varias generaciones. A pesar de todo, los noventa nos dieron a 1280 Almas, Ciegossordomudos, Ultrágeno, Aterciopelados, Bloque, Morfonia, Masacre y La Derecha. Nos dieron a Rock al Parque y a Radiónica. Nos dieron montones de canciones mestizas, profundas y bastardas; himnos que hoy seguimos coreando, aunque no seamos ya capaces de saltar como antes. Nos dijeron que debíamos aceptar nuestras raíces, que no era una vergüenza vivir donde vivíamos, que éramos millones y no estábamos solos. Por un momento nos hicieron creer en el mensaje del Subcomandante Marcos, en Manu Chao y en Jaime Garzón.

      Más tarde, con la

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