La covid-19 y la integración ante los desafíos de un nuevo orden mundial. Isabel Clemente Batalla
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Los impactos económicos y sociales negativos, en términos de pérdidas de empleo8 y de aumento de las cifras de pobreza9, demandan en los procesos de integración el desarrollo de programas conjuntos como reacción a la recesión económica, y de agendas de desarrollo y cohesión social ante la crisis generada por la pandemia.
A esto se suma el crecimiento de los niveles de endeudamiento interno y externo, la falta de liderazgo y la pérdida de credibilidad en las instituciones, la disminución de las remesas de migrantes desde el exterior y de las corrientes de turismo, además de la contracción del comercio internacional. Estas son nuevas realidades en la pospandemia que pueden enfrentarse y solucionarse a través de una integración latinoamericana multidimensional, renovada y bien reformulada, de soluciones comunitarias y solidarias.
Así ocurrió en el proceso de integración europeo, con una respuesta comunitaria, mutualizada y consensuada a la recesión económica provocada por la covid-19, que —cabe señalar— no es responsabilidad de ningún país en particular. Después de cuatro días de duras negociaciones presenciales de los 27 Gobiernos del bloque, durante julio del 2020, en Bruselas, se aprobó una ayuda global de 750 000 millones de euros. El 70 % estaba destinado a ser utilizado en solo dos años: 390 000 millones de euros, como subsidio o transferencias directas, no reembolsables por los países beneficiarios, principalmente del sur del continente; y 360 000 millones de euros en préstamos de 27 a 28 años, con una tasa muy baja de interés. A esto se suma la aprobación del presupuesto comunitario para el periodo 2021-2027, por un monto mayor de 1000 millones de dólares.
Entre las acciones por destacar, está la financiación del paquete de ayuda global por la pandemia, a través de eurobonos de emisión de deuda de la propia Comisión Europea, usando como aval el presupuesto comunitario. Este se reforzará con impuestos, como el del plástico no reciclable establecido para el 2021, y deberá estudiar nuevos impuestos de tasa numérica digital y de ajuste al carbono en fronteras, aplicable a productos importados cuya huella de carbono no corresponda a los estándares (Stroobants y Malingre, 2020; El País, 2020).
La Unión Europea ha logrado no solo responder a las consecuencias de la pandemia de manera más solidaria, federal e integrada, sino que ha procedido a sentar las bases para una tesorería común, en la cual los países miembros resultan solidarios de una deuda comunitaria. Esta medida contribuirá a avanzar hacia una unión fiscal que profundizará la integración europea en sus compromisos como unión económica. Se vienen más debates de lo acordado en los parlamentos nacionales, en el Parlamento Europeo y en la Comisión, y con esto se abre la posibilidad de profundizar los alcances de la integración europea. Al respecto, el exministro belga y presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, señala lo siguiente: “Será responsabilidad de las instituciones europeas y de los Jefes de Estado y de Gobierno convencer. Y yo pienso que es bueno para la democracia que tengamos un debate, en todos los Estados miembro, sobre la Europa que queremos” (Malingre, 2020).
Ahora bien, fue una negociación difícil: los denominados países frugales (Holanda, Austria, Suecia, Finlandia y Dinamarca), contrarios a entregar unos recursos a un fondo perdido, sin control previo de unos planes de inversión y de reformas, lograron reducir la cifra a 390 000 millones de euros, cuando la solicitada era de 500 000 millones de euros. Además, a cambio de contar con el respaldo de países como Hungría y Polonia, se hicieron algunas concesiones sobre el respeto de las normas de derecho comunitario, aspecto que seguramente será reconsiderado por el Parlamento Europeo.
Las negociaciones contaron con el claro liderazgo, tan necesario en momentos de crisis como la pandemia, de la canciller alemana Angela Merkel, que considera que la negociación fue la prueba más grande del proceso desde su fundación, y del europeísta presidente francés Emmanuel Macron, para quien el resultado fue el logro más importante desde la introducción del euro. Como anota un editorial del diario español El País, “constituye sin lugar a dudas uno de los grandes momentos de la Europa comunitaria. Equiparable, porque viene a refundarla, con otras encrucijadas clave como su propia creación en 1957 y con el lanzamiento de la moneda única en 1998/2000” (El País, 2020).
A esta ayuda global se añaden mecanismos establecidos luego de la crisis financiera mundial de 2008, como el Mecanismo Europeo de Estabilidad (mede), que dispone de sumas importantes para la concesión de créditos, que pueden complementarse con recursos del Banco Europeo de Inversiones (bei). Con esto se demuestra la importancia de contar con instituciones sólidas en los procesos de integración.
Respecto al papel de la integración en la pospandemia, la Cepal (2020a) considera que:
La integración regional está llamada a desempeñar un papel clave en las estrategias de desarrollo de los países de América Latina y el Caribe. Un mercado integrado de 650 millones de habitantes constituiría un importante seguro frente a perturbaciones de oferta o de demanda generadas fuera de la región. (p. 20)
La continuidad y supervivencia de los procesos de integración sería seriamente cuestionada de no lograrse una consolidación de lo multinacional frente a lo nacional; de no captarse el interés y apoyo de las poblaciones hacia la integración, demostrando que las soluciones colaborativas de supranacionalidades compartidas son más beneficiosas; y de no existir un adecuado respaldo y voluntad política por parte de los Gobiernos. Encontrar respuestas urgentes y convincentes es una tarea que deberán adelantar los procesos de integración, tanto en el mundo desarrollado, como en el mundo en vías de desarrollo. Sería recomendable disponer de estructuras mínimas de personal técnico dedicado a pensar en función de las soluciones globales, de juntar y unificar propuestas nacionales y darles una presentación y un sentido comunitario (Vieira, 2019).
Lamentablemente, son pocos los procesos de integración como el de la Unión Europea (ue), en los que existen estas condiciones. Por su disciplina y sentido colectivo, procesos de integración asiáticos como la Asociación Económica de Estados Asiáticos (asean) podrían alcanzarlas. En América Latina, donde ha prevalecido el desmantelamiento de la supranacionalidad —como ha ocurrido con la Comunidad Andina (can)— y la conducción intergubernamental de la integración —como en el Mercosur y la sica—, ojalá se esté a tiempo de profundizar y relanzar procesos de integración con respuestas efectivas, consensuadas y solidarias.
Entre los muchos temas por abordar, están algunos que se han trabajado poco, como el científico y tecnológico, considerando que los avances de las nuevas tecnologías disruptivas son inatajables y tienen fuertes impactos en el futuro de los empleos. Otros temas que deben tratarse de manera prioritaria son las políticas de salud pública y de generación de empleo, como herramientas indispensables para enfrentar el aumento de pobreza ocasionado por la pandemia; el tema de democracia y autoritarismo; o el de las políticas ambientales y las políticas sociales y económicas a armonizar, para salir del estancamiento de la integración latinoamericana en fases de libre comercio y avanzar con mayor profundidad en una integración para un desarrollo compatible con lo medioambiental.
Es pues muy conveniente el relanzamiento de una integración latino-americana con una agenda gradual, pero precisa de diferentes etapas a corto, mediano y largo plazo, para avanzar en una integración multidimensional mediante un plan de acción de la integración latinoamericana en la pospandemia que retome elementos que habían sido dejados de lado en una integración regional aperturista, y se acuerde una mayor participación consensuada de los Estados en una integración latinoamericana basada en políticas del Estado de bienestar. Esto permitiría superar las divisiones ideológicas que se han presentado este siglo entre partidarios de un regionalismo abierto, de articulación al mundo, con base en aspectos económicos y comerciales de la globalización, y los partidarios