La covid-19 y la integración ante los desafíos de un nuevo orden mundial. Isabel Clemente Batalla
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Los cambios generados por la covid-19 no suponen la desaparición, pero sí el ajuste de las cgv:
Los análisis empíricos apoyan la persistencia en el tiempo de las cgv, poniendo de manifiesto que los flujos comerciales asociados a las
cgv son más estables que el resto. El adecuado funcionamiento de las cadenas de suministro exige una coordinación y confianza extrema entre los eslabones que la conforman. El producto final depende de que todos y cada uno de los participantes respondan a tiempo, con la calidad y los requerimientos técnicos precisos. La selección adecuada de los proveedores es, por tanto, un elemento esencial y, una vez que se ha encontrado al proveedor más conveniente y se han establecido los lazos de cooperación, son muchas las reticencias a cambiarlo o a ampliar la cartera de proveedores con objeto de reducir el riesgo ante posibles perturbaciones. (Gandoy y Díaz-Mora, 2020, p. 6)
En la pospandemia, los procesos latinoamericanos de integración, que en general han desarrollado escasos encadenamientos productivos, podrían estimular una mayor utilización de las cadenas globales de valor. Así se aprovecha la relocalización de las cgv en áreas cercanas a las casas matrices, para contribuir a la reindustrialización de los mercados subregionales, en respuesta a la recesión motivada por la covid-19.
Josep Borrell de la ue considera que habrá una diversificación de las fuentes de abastecimiento en el sector sanitario, para atender calamidades como las pandemias, con recursos propios y no centralizados en China. Esto permitirá protegerse de la situación de vulnerabilidad ante los proveedores extranjeros; además, la reubicación de actividades cerca de lugares de consumo implicará cadenas de valor más cortas, lo cual coincide en algunos casos con la lucha contra el cambio climático (Borrell, 2020).
Para Enrique Fanjul, del Real Instituto Elcano, el impacto consistirá en una reducción de las inversiones extranjeras, acompañada por “desarrollos tecnológicos como la digitalización, robotización, automatización, inteligencia artificial, impresión en 3D” en el mediano plazo. Estos cambios provocarán “que pierda relevancia el factor trabajo en los procesos productivos” (Fanjul, 2020), con las respectivas consecuencias en los salarios:
Para protegerse de futuras perturbaciones en las cadenas de suministro, las empresas en las economías avanzadas repatriarán producción de regiones de bajo costo a mercados locales más costosos. Pero en vez de favorecer a los trabajadores locales, esta tendencia acelerará la automatización, lo que generará presiones bajistas sobre los salarios y dará más sustento al populismo, el nacionalismo y la xenofobia. (Roubini, 2020b)
A diferencia de la crisis financiera del 2008, cuando el rescate se enfocó en el sistema financiero, ahora hay la oportunidad de reaccionar a las consecuencias de la pandemia con medidas globales orientadas a las personas, en montos que neutralicen la contracción y recesión mundial. La oxfam, por ejemplo, desde comienzos de la covid-19, sugería impuestos solidarios de emergencia, que permitieran la obtención de “la mayor cantidad posible de ingresos gravando beneficios extraordinarios, la riqueza de las personas más ricas, productos financieros de carácter especulativo y actividades que generen un impacto negativo en el medio ambiente” (oxfam, 2020, p. 4). Las estimaciones sobre las cantidades de dinero a obtener eran los siguientes:
Como mínimo serían necesarios 2,5 billones de dólares. La unctad ha solicitado 2,5 billones de dólares para rescatar a las economías de los países en desarrollo. Esta suma podría estar constituida por un billón de dólares en concepto de cancelación de la deuda externa, otro billón de dólares en liquidez adicional movilizada a través de derechos especiales de giro, y 500 000 millones de dólares en ayuda para apoyar los sistemas de salud de los países en desarrollo. oxfam ha instado que la ayuda se destine a duplicar el gasto en salud de los 85 países más pobres del mundo, lo que supondría un coste de 160 000 millones de dólares. Kristalina Georgieva, directora ejecutiva del fmi, ha afirmado también que los mercados emergentes requerirán un apoyo de 2,5 billones de dólares. Un total de 20 expertos, entre los que destacan cuatro ganadores del premio Nobel, incluyendo a Joseph Stiglitz, Nicholas Stern y siete economistas del Banco Mundial y otros bancos de desarrollo, han escrito a los líderes del G20 para advertirles de los “inimaginables impactos sociales y para la salud” de esta crisis, y han instado a la “movilización de billones de dólares”. (oxfam, 2020, p. 6)
Impacto en las políticas de salud pública y de transición energética y ecológica
Existen varios temas en los cuales la humanidad podrá hacer cambios significativos en la pospandemia, y muchos corren el riesgo de no ser tratados. Sin embargo, dos en particular merecen ser atendidos por los distintos actores de la sociedad para introducir cambios de fondo: la salud pública y la transición energética y ecológica.
En la reciente campaña electoral en los Estados Unidos, el candidato de la izquierda del Partido Demócrata, Bernie Sanders, tuvo entre sus principales propuestas dotar al país de un sistema de atención médica universal, sorprendentemente inexistente en la primera potencia del planeta. Una parte de la opinión pública consideraba que era una propuesta comunista, cuando en realidad corresponde a uno de los pilares principales de un Estado de bienestar. Como afirma Stiglitz (2019), “hasta que el programa Obamacare se promulgó, el país no reconocía el derecho de cada estadounidense a la atención médica, un derecho reconocido prácticamente por todos los países avanzados” (p. 66). Es de esperar que las enormes cifras de muertes alcanzadas por la covid-19 en los Estados Unidos y los efectos trágicos de la pandemia en el mundo lleven a pensar que una de las medidas prioritarias de la pospandemia sería asegurar una atención médica universal. Esta medida puede concretarse mediante la estructuración de redes globales de salud pública y una reforma de la actual oms hacia un Sistema Global de Salud, tal como sostiene Andrés Ortega (2000), investigador del Real Instituto Elcano de España.
Es recomendable examinar los errores cometidos en estos años de proceso globalizador, pues los presupuestos de salud raramente cubrieron las necesidades del personal médico, las inversiones hospitalarias, los ancianatos, el número de camas públicas y las unidades de cuidados intensivos. La prioridad no fue la vida, sino la rentabilidad y la eficiencia de los sistemas privatizados de salud; se proletarizaron los ingresos del cuerpo médico, limitado en su atención a los pacientes para evitar el aumento de los costos. En la pospandemia, la revisión de las políticas públicas de salud es necesaria para frenar la inequidad social, pues los más desprotegidos no tienen acceso por insuficiencia en los recursos públicos, además, están imposibilitados de someterse indefinidamente a medidas de confinamiento porque deben buscar el sustento diario. Por tanto, según Piketty, es importante asegurar una adecuada distribución de la vacuna entre las distintas clases sociales, para no agravar los efectos de la recesión mundial y se consoliden nuevas relaciones sociales basadas en la solidaridad (Alconada Mon, 2020).
Para atender la extensión de los sistemas de salud pública, se necesitará de financiamiento de las instituciones financieras y de medidas de condonación y/o moratoria de la deuda pública de los países, complementadas con reestructuraciones del servicio de la deuda. Por otro lado, los recortes de austeridad no deben socavar los sistemas de salud pública. La integración de sanidad y servicios sociales es clave en el modelo de bienestar futuro. Con el cambio del modelo asistencial pasivo a uno proactivo y preventivo, es vital aprovechar