El ecologismo de los pobres . Joan Martínez Alier
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El poder de imponer el procedimiento de decisión
XII. Epílogo a la tercera edición
La Economía Ecológica
Los tres pisos de la economía
El decrecimiento económico del 2009 y las emisiones de dióxido de carbono
La economía del petróleo
Las causas de la crisis del 2008-2009
El metabolismo social
El fin del boom de las materias primas
El PIB de los pobres
Malthusianismo y decrecimiento
Pluralismo de valores
¿Un Keynes verde o el decrecimiento sostenible?
El ecologismo popular del siglo XXI
El comercio ecologicamente desigual
Los pasivos ambientales de las empresas
La exportación de residuos tóxicos
Riesgos e incertidumbres: la ciencia post-normal
Los reclamos de las deudas ecológicas
XIII. El ecologismo de los pobres, veinte años después: INDIA, MEXICO Y PERU
No se había acabado la historia
El ecologismo no es un movimiento de las clases medias de los países del Norte
¿La pobreza es causa de la degradación ambiental?
La ideología del progreso hizo olvidar la Naturaleza y el trabajo doméstico
El ecologismo popular o eco-socialismo
Las luchas anti-capitalistas son, aun sin saberlo, luchas ecologistas
Un nuevo ecologismo socialista o neo-narodnista
Ecología y marxismo
No hubo aún integración entre el marxismo y el ecologismo
Ciencia, religión y sociedad
En ecología los expertos dialogan con los aficionados
El “ecologismo de los pobres” en la India
Voces en Perú: Tambogrande, Huancabamba, Islay
El referéndum ambiental local
En México
En el 2009
Un caso más: el Zapotillo
Otros casos mexicanos
En conclusión
¿Existe un movimiento global de justicia ambiental?
¿Por qué hay un movimiento por la justicia ambiental?
Introducción
POR UNA FILOSOFÍA POLÍTICA DE LAS DESIGUALDADES ECOLÓGICAS.
LEER EL ECOLOGISMO DE LOS POBRES HOY1 Pierre Charbonnier2
Naturaleza y crítica
La idea de que motivos ecológicos puedan justificar una crítica de las estructuras sociales y económicas asociadas al desarrollo industrial capitalista y de los paradigmas sociológicos vigentes sea, tal vez hoy en día, de lo más banal que uno pueda imaginar. Sin embargo, también es cierto que aún falta encontrar la forma madura de esta crítica, como lo demuestran su estado actual y sus dificultades para imponerse. Esta situación se debe, en primer lugar, a la peculiar historia del movimiento ecologista. En efecto, todavía era una curiosidad marginal en la inmediata posguerra, en Europa y más aún en el resto del mundo, principalmente porque no se lo situaba de manera clara en el arco político de la época, que distribuía las posiciones según un eje orientado por la adhesión o el rechazo del libre mercado. Ahora bien, este mismo movimiento parece haberse vuelto en muy poco tiempo, unas cuantas décadas, tan ordinario como inofensivo. La toma de conciencia de los riesgos y daños al medioambiente se ha incorporado a dispositivos normativos y legales de baja magnitud, implementados por lo general para proteger el orden mercantil en vez de limitar su expansión, dejando de lado las grandes opciones industriales y energéticas. La crítica ecológica fue paralelamente arrastrada por la erosión de la movilización popular, para formularse a menudo como un conjunto de principios abstractos y universales sobre la humanidad y la naturaleza, sin efecto real sobre las dinámicas históricas en juego. La politización tardía y rápida de las problemáticas ambientales corresponde, por lo tanto, a su degradación en una forma pobre de indignación moral, que se mantiene alejada del proyecto, por demás legítimo y urgente, de refundación ecológica de la modernidad.
Así y todo, la historia de las ideas y de las movilizaciones políticas da cuenta de un esfuerzo mayor por darle un significado radicalmente social a la crisis ecológica. Que estos esfuerzos tampoco hayan dado frutos, como lo veremos, no significa que carezcan de interés, pero nos deben llevar a entender en detalle la operación crítica entonces en juego, a sacar de su carácter de evidencia banal la idea misma de que desigualdades, injusticias, desgracias y fenómenos socialmente patológicos puedan ser pensados en su relación con el uso humano de los medios naturales. Este trabajo atañe, desde luego, a la filosofía, en la medida en que esta disciplina trabaja las categorías de análisis que produjeron las ciencias sociales, particularmente la sociología, la antropología y la historia. En efecto, los pensamientos críticos contemporáneos están estrechamente relacionados con el establecimiento, por parte de las ciencias sociales, de metodologías llamadas «constructivistas». Estas se basan en la ambición de ubicar la contingencia histórica y social de representaciones, de esquemas prácticos, que generalmente se consideran como evidentes o, incluso, como anclados en el orden natural de las cosas. Una de estas representaciones, la idea de «naturaleza» fue un caso particularmente interesante, porque es uno de los conceptos centrales alrededor de los cuales se había establecido la idea misma de una estabilidad fundamental de los fenómenos, ya sean humanos o no. Durante el siglo xx, criticar, a menudo significó «desnaturalizar», restablecer