Filosofía primera. Tratado de ucronía post-metafísica. Fabián Ludueña Romandini

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Filosofía primera. Tratado de ucronía post-metafísica - Fabián Ludueña Romandini Biblioteca de la Filosofía Venidera

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como totalidad corporal a menos que haga suyo que no es sino un agregado de spiritelli.

      50. El Lógos es el depósito de las huellas de los signos que indican siempre la posibilidad de atisbar la disyunción originaria de todo cuerpo en su relación con los fractos. La Voz es la in-harmonía anárquica como expresión de la disyunción sobre la cual la armonía crea el velo, siempre rasgado, del Ser-Uno. El Lógos, cuando comprende su carácter post-locucionario, accede al punto donde, más allá de la lingüística, surge la confrontación con la Disyunción que nunca puede decirse en lo dicho pero que se enuncia en la distorsión permanente del sentido y en los intersticios ilógicos de los lenguajes tanto naturales como formales.

      51. Un principium individuationis es una intersección acósmica y nunca un amalgama cerrado de la Unicidad. Se trata de la expresión de los fractos provenientes del dis-verso: su propiedad exo-corporal hace que las ideas no circulen en su interior sino que se deslicen en su superficie. Su intensidad intra-corporal, en cambio, permite que los démones y los espectros acosen su conciencia para desviarla de cualquier auto-reflexividad y precipitarla en el abismo de Psique que no es sino el nombre de la vida disyunta.

      El principium individuationis es, justamente, una suerte de sensorium donde reverberan las potencias del acosmos en una convergencia contingente de démones, espectros, ideas y materias: todo ello forma un cuerpo y permite, por ejemplo, la existencia del ser hablante que, mediante la influxión, es demarcado por los fractos que conforman al Ser. Los agregados que forman los cuerpos, por su parte, no implican jerarquías sino elementos de un conjunto abierto, contingente y efímero.

      52. La pale-ontología que no deja de ser una forma de crítica histórica de la metafísica junto con otras metodologías diferentes como, por ejemplo, la deconstrucción, la genealogía o la arqueología deben tomar todos los recaudos para no devenir un viaducto que las convierta en una suerte de agnoiología acerca de los problemas de la filosofía primera. No hay que olvidar la admonición: “la historia de la filosofía es la negación de la filosofía” (Cioran, 1973: 177). Por tanto, las críticas de la metafísica son entendidas aquí como prolegómenos para una para-metafísica de carácter especulativo.

      53. Toda metafísica implica siempre una política. Así como la mónada era, por ejemplo, la declinación metafísica de la teología política monárquica o la vida como sustancia la forma privilegiada por las democracias occidentales herederas más o menos cercanas de la Revolución francesa, los fractos encuentran su politicidad más allá de la anarquía del Ser siendo el elemento que desurde toda institución instituida y hace que los agrupamientos humanos sean conjuntos efímeros que no pueden cristalizarse en la forma del Poder. Sólo la forclusión de la fractualidad hace posible la instauración de los poderes del mundo. Ante los fractos, ni siquiera el Único puede conservar su propiedad pues no hay unicum (aún sin fundamento) ni mucho menos propiedades asignables a un principio de individuación como accidentes definitorios.

      54. La filosofía política aún no ha logrado convertirse siquiera en una suerte de Weltwissenschaft a la altura de lo que alguna vez Homo añoró. Aún sigue desintegrada por las ilusiones de la geografía que le impiden asumirse como una ciencia auténticamente global.

      55. Sin embargo, en el presente sería inverosímil que alguien escribiese un tratado bajo el título de De quantitate terrae habitabilis, como alguna vez pudo ejecutarlo Pierre d’Ailly pues no existe hoy ningún punto del orbe al que la devastación humana no haya llegado. Aun así, se destruye globalmente pero se piensa localmente. Con todo, un pensamiento dis-locado es la condición necesaria para una ciencia de lo político que aspire a renovar sus postulados geodésicos.

      56. Hesiquio de Alejandría es quien legó a la posteridad una sofisticada y exótica expresión que podría ser el motto de la filosofía política del futuro: chórtos ouranoû o jardín del cielo. De hecho, la disyuntología de los fractos, en sus postulados, no sólo debe ser un adyuvante para la política de Gaia sino, sobre todo, la puerta de acceso para una filosofía de las formas políticas exo-geodésicas que puedan surgir si la Gran Migración hacia el cosmos tiene lugar como destino para los vivientes de Gaia.

      57. De esta forma, la política de los fractos es enteramente espectral pues, a la vez que desliga todas las instituciones temporales, hace converger a los seres vivientes con el mundo de lo Invisible. Su política es la de los transmundos posibles que no alcanzan nunca otra identidad que la ausencia de toda vocación de estabilidad. De esta forma, la disyuntología propugna por una hiper-cosmología política que pueda dar cuenta de la pluralidad de los mundos posibles. En consecuencia, cualquier política que se limite a Gaia y a un único Universo como límites de su contorno conceptual es ajena al dictado de los fractos. No existe, todavía, una política de este tipo pero, acaso, podrá ser la política por venir en los futuros eones.

      58. De igual modo, la política fractual está alejada de toda utopía o principio esperanza en el sentido de que es imposible una política redentora o de reconciliación dialéctico-mesiánica en todas sus vertientes. La disyunción es una condición objetivante del dis-verso plural que, en sí misma, no comporta ninguna tragedia salvo para los seres hablantes que aún se aferran a la ilusión de una infancia política que cierre la disyunción que causa el pavor ante el abismo. Al contrario, la fractualidad es una invitación política a habitar la disyunción en cuanto tal y asumir los artefactos de una politicidad efímera pero, por ello, un poco más libre de los señuelos del Poder que promete el espejismo del Uno como salvación de la vida, la salud o la Humanitas.

      59. La ética debe entenderse como el aspecto irreductible con el que debe medirse todo pensamiento especulativo. La disyuntología reclama una ética cuyos principios no sean antrópicos sino que tomen su marco de referencia a partir del acosmismo que plantea la pluralidad de mundos como expresión de la fractualidad del Ser. No puede haber, en ese sentido, una ética preceptiva ni codificada. No obstante, en su forma más inmediata, un memento debe ser tenido presente como guía: habitar la disyunción implica hacer lugar a la epopteia que señala a la locura divina que hace de lo Invisible un campo de lo subrepticiamente enunciable, como el destino de toda para-ontología. Lo divino no es aquí otra cosa que el punto donde pivotan los dis-versos en su acosidad insoslayable. La ética, por tanto, antes que enunciado, deviene escucha de la enunciación trans-mundanal que no es otro acto que la captación del estrépito primigenio, el inescrutable Ur-Geräusch. Por esta razón, aquello que algunas veces se ha buscado, infructuosamente, como lo que podría estar más allá del Ser no es otra cosa que el abismo de la Disyunción expuesta como tal.

      60. Filóstrato de Atenas había indicado que sólo los dioses pueden percibir los hechos futuros. Los hombres, en cambio, sólo alcanzan la pesquisa de los eventos ya ocurridos. Finalmente, el sabio conoce los que se aproximan (Filóstrato de Atenas, Vida de Apolonio de Tiana, VIII, 7). En este sentido, Schelling quizá ha sido el filósofo que más lejos se ha aventurado en conocer los tres tiempos de Filóstrato según una de las más ambiciosas teologías político-metafísicas del cosmos jamás concebidas (Stütter, 1962: 600-615). Como reza el inicio de la primera versión de sus Edades del Mundo: “lo pasado (das Vergangene) es sabido (gewusst), lo presente (das Gegenwärtige) es conocido (erkannt), lo futuro (das Zukünftige) es presentido (geahndet)” [Schelling, 1993: 3]. Su configuración del desarrollo de la Divinidad a través de los Eones (Weltalter) introdujo una nueva ambición en la temporalidad filosófica de la que nadie quiso tomar el guante para refugiarse, en cambio, únicamente, en la Historia humana. Ahora que Homo ha fenecido, puede ser el momento de retomar no el sistema sino el espíritu de los Eones de Schelling para lograr una inteligibilidad de la intemporalidad de los fractos disyuntos así como del tiempo que todo lo consume en nuestro mundo posible. El programa de la filosofía por venir, entonces, deberá comprender los alcances y las implicaciones del Eón de la Disyunción que se vislumbra ya en los tiempos que el filósofo humildemente escruta.

parerga B. PARERGA

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