Breve historia de los cineastas del Caribe colombiano. Gonzalo Restrepo Sánchez
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Retornado a Floro Manco, hay quienes sostienen, sin mucha documentación, que dirigió el filme Puerto Colombia. Aunque es lógico pensar que podría haber filmado en dicha localidad. Lo que sí parece estar claro es que, del italiano en el año de 1914, hay que pasar —con base en la investigación—, treinta y ocho años después de la experiencia de Manco, a Carnaval de Barranquilla (Jaime Muvdi Abufhele, 1952)2, el primer documental cortometraje a color de la región y rodado por un cineasta nacido en Barranquilla. Dos años más tarde se rodaría el primer filme de ficción: La langosta azul (Álvaro Cepeda Samudio, 1954).
Dicho de otro modo: el primer cineasta caribeño barranquillero en rodar documentales (en 16 mm) en la región Caribe es el abogado Jaime Muvdi Abufhele. Antes de él no hay datos de filmes y cineastas caribeños que se puedan cotejar. No obstante, en el archivo histórico colombiano de Arturo Acevedo Vallarino (1873-1950) y sus hijos, Gonzalo y Álvaro (quien estuvo, ya mayor, en la versión número XX del Festival de Cine de Cartagena de Indias, para un homenaje), se encuentra que en el año de 1924, aproximadamente, filmaron la ciudad Barranquilla para el noticiero —tomas aéreas de la playa y actos sociales—. En un principio, la familia comercializaba y exhibía cintas europeas de productoras como Gaumont o Pathe.
Cartagena de Indias
11 de noviembre (Belisario Díaz, 1916)
Es preciso considerar como hecho historiográfico el estreno, en el Teatro Variedades, del filme El 11 de noviembre (Díaz, 1916), evento que se halla descrito en La Época, de Cartagena: “El 11 de noviembre en el Variedades”, en la edición del lunes 22 de febrero del año 1915. Así que Díaz, diligente, se valía de una fecha importante de la ciudad, como las fiestas de la Independencia, para rodar una película (Ortiz, 2011, p.7). Por aquellos años, el filme A Daughter of the Gods (Herbert Brenon, 1916), hoy sin copia alguna, es famoso por ser la primera película de Hollywood que costó un millón de dólares y por las polémicas escenas de la protagonista desnuda (Annette Kellerman).
El negocio de las salas de cine, desde sus inicios, fue interesante. García y Puerta (1995) registran un artículo, publicado a su vez por el Diario de la Costa (Cartagena, Magazine Turístico No. 12, septiembre 21 a 28 de 1978), el cual certifica que la historia del cine en Cartagena da inicio en 1916, en el momento en que don Belisario Díaz Ruíz, recién llegado de sus correrías de negocios en Cuba y Costa Rica, se establecía con cuarenta películas que le pusieron en las manos en Panamá; cuando en el Hotel Central esperaba encontrar algo qué hacer, pues el negocio de ganado de Colombia hacia Cuba había terminado y el de curtiembres, en Costa Rica, había fracasado. En el artículo de entonces se lee: El primer salón de cine era un solar céntrico, donde está el edificio Mogollón, hoy ocupado por Sears. El público se acomodaba en bancas, pero era les era permitido llevar cada cual su silla, taburete o mecedora para proporcionarse su propia comodidad. El valor de la entrada al cine era de 15 centavos por persona. Por su parte, Ballestas (2008) atestigua:
La razón por la cual esa calle se conoce como Calle del Coliseo es porque allí, en esa cuadra, existió el primer teatro de Cartagena, el Teatro del Coliseo, el «abuelo» de los teatros y cines de esta urbe (p. 47).
Del pequeño salón pasó sus exhibiciones cinematográficas al Teatro Variedades, hecho por [Belisario Díaz Ruíz], en compañía del dueño del solar. Ahí se levanta ahora el complejo cinematográfico de Cine Colombia con tres modernos teatros. Se había introducido la novedad de pagar 25 centavos por la luneta y 10 centavos por la galería. Los de esta sección tenían que ver y leer los títulos de las películas al revés y había verdaderos campeones de lectura, pues se situaban en la parte posterior de la pantalla (García y Puerta, 1995, pp. 48-49).
Vino, entonces, el incendio de los depósitos de la distribuidora cinematográfica, en lo que hoy es el Banco de la República en el Parque Bolívar y don Belisario abandonó el negocio vendiendo su parte y sus teatros a los propietarios de lo que comenzaban a ser Cine Colombia. Ya él había construido el Teatro Rialto, un estándar máximo en comodidad y belleza, un edificio principalmente construido con los mejores materiales, madera importada, lámparas de la prestigiosa marca ídem y en fin; una belleza para la época, con sus hermosos palcos volados sobre la luneta, siempre al aire libre, como todos los teatros que en ese entonces se construían en Cartagena.
Salas de cine
El arribo de otra época tuvo lugar con la construcción del Teatro Cartagena, inaugurado el 3 de julio de 1941 por los hermanos Lequerica y Don Enrique Mathieu, cerebro de esa sociedad. Tuvo aire acondicionado y máquinas importadas que eran lo último en sonido y proyección. No obstante, el público cartagenero le tenía, entonces, miedo al aire acondicionado, y se tapaba la boca y las narices cuando salía de cada función. Este era el principal teatro, el número uno en recaudación y venta de boletería en todo el país, constituyó en ese entonces un fracaso, y los Lequerica lo cedieron a cambio de acciones, a Cineco. Y entró en escena Rafael Pinzón Riveros, un cachaco que vendía artículos para hombres en la calle primera de Badillo y que había trabajado en cine, en Bogotá, con el Capi Nieto, padre de don Víctor —otro pionero del cine, en lo que a distribución se refiere— así como también fue subgerente y programador de los Di Doménico Hermanos, quienes vendieron a Cine Colombia el Teatro Olimpia y los otros de su cadena de teatros. Pinzón principió a abrir teatros al aire libre en los barrios de Cartagena, y aparece otro pionero, el Gran Abel Monsalve Capozzi, quien inauguró más teatros de barrio y la fundación del Circuito Velda.
En este contexto, también se evoca La Serrezuela3, en el barrio de San Diego. El periodista Libardo Muñoz escribe para el catálogo del Festival de Cine del año de 1993, que era un lugar donde, por mucho tiempo, se presentaron funciones de cine. Era el circo-teatro o el circo, a secas, entre los cinéfilos, quienes iban a sus vespertinas o a sus funciones en la noche. En este escenario se celebró, en el año 1966, la versión número VII del Festival. La película ganadora de la India Catalina fue la japonesa La condición humana (Ningen no joken I, Mazaki Kobayashi, 1959), un drama que se desarrolla durante la II Guerra mundial.
Muchas otras salas de cine en Cartagena de Indias son solo un grato recuerdo: El Padilla, Colonial, España, Atenas y Don Blas. Pero, de recuerdos cinematográficos, están las calles de la Arenosa: en Barranquilla, los inolvidables cines de la calle de las Vacas o la Treinta; el teatro San Roke (con k), el Salón Boyacá, el Rialto, el Dorado, el teatro Tropical y el cine Mogador. Algunos de ellos, este cronista visitó cuando era muy niño, llevado de la mano por mi padre o por don Segundo González —un español que vivió al frente de mi casa en Barranquilla, quien fue compadre de mis padres.
El Kine, primeras publicaciones. Revistas de cine
Para que se perciba la jerarquía del cine desde el momento en que llegó al Caribe colombiano, en Ecos de la Montaña (El Carmen de Bolívar, 7-VI-1914), el anónimo insta:
¿Cuándo hay cine? Es cierto que el tiempo está malo actualmente, pero ante esta adversidad, hay que poner caras de pascuas. Los señores de la luz eléctrica no deben pecar de sordos. ¡Que venga, que venga