Tratado de las réplicas. Evagrio Póntico
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Este pasaje provee de un contexto más amplio a la antirrhesis. Cada pensamiento que tiene el hombre, bueno o malo, puede ser arrancado por su correspondiente pensamiento opuesto, y Evagrio sugiere que casi todo pensamiento que tenemos posee su opuesto. En su opinión, el conflicto entre pensamientos dentro del intelecto es endémico a la naturaleza caída propia de la condición humana. Aún si el hombre puede poseer semillas de virtud, es humano, y no un ángel, y, por tanto, luchador contra los demonios. Así, en la antirrhesis el monje pone deliberadamente en movimiento un proceso que consiste en oponer buenos pensamientos tomados de la Biblia a fin de cortar a los malos inducidos por los demonios.
IV. ESTRUCTURA Y CONTENIDO
El Tratado de las réplicas compila 498 pasajes bíblicos, cada uno de los cuales está precedido por la persona, el pensamiento o la situación en la cual debe ser pronunciado durante alguna lucha específica contra el demonio. Las citas están estructuradas en ocho libros que corresponden a los ocho logismoi o demonios que atacan al monje: gula, fornicación, avaricia, tristeza, cólera, acedía, vanagloria y orgullo.
Hay una diferencia en cuanto a las estadísticas del tratado. Dysinger contabiliza 492 citas y Brakke 498. Considero que este último es quien acierta puesto que en el caso anterior no se tuvieron en cuenta los errores de numeración del libro tercero y tampoco una equivocación del escriba del manuscrito[47].
Los textos bíblicos pueden ser clasificados del siguiente modo:
1. Fragmentos dirigidos contra los demonios o contra los pensamientos que ellos sugieren: 315, de los cuales 278 son contra los pensamientos y 37 contra los demonios.
2. Fragmentos dirigidos al alma humana o al intelecto cautivo o en riesgo: 134, de los cuales 114 son hacia el alma y 20 hacia el intelecto.
3. Fragmentos dirigidos a Dios o a los ángeles: 48, de los cuales, 46 son hacia Dios y 2 hacia los ángeles.
4. Fragmentos orientados a un tema en particular: 1.
Los pequeños párrafos que integran el Tratado de las réplicas se estructuran en una línea en la que podemos indicar sus dos extremos. Por un lado, aquellos versículos que son claras réplicas o exorcismos destinados concretamente a expulsar a los logismoi. Estos suelen ser introducidos por el autor con palabras tales como: «Contra los demonios que… producen una conmoción en el aire y luego nos dejan oír sus voces…»[48]. En el otro extremo del espectro situamos a los versos dirigidos a Dios; por ejemplo: «Al Señor… en relación a los pensamientos de orgullo que me glorifican…»[49]. Como señala Dysinger, en este caso se trata de antirrhésis o réplicas indirectas en tanto invitan al alma a volverse hacia Dios y alejarse de los demonios, contradiciéndolos también puesto que buscan impedir la oración[50]. Es en medio de estos dos extremos donde se ubica la mayoría de los pasajes que integran el libro orientados a distintas funciones: exhortan, llaman al arrepentimiento, consuelan, informan o incluso alientan a la práctica de la virtud contraria al vicio al que promueve la tentación. Para estos casos, Evagrio usa varias fórmulas para introducirlos. Por ejemplo, «Contra el pensamiento de la acedía que quita mi esperanza»[51], o «Contra el alma que no está convencida de que los sucios demonios hablan entre ellos sobre nosotros»[52].
V. CARACTERÍSTICAS PARTICULARES DEL TRATADO DE LAS RÉPLICAS DE EVAGRIO PÓNTICO
Evagrio Póntico ha sido calificado como el monje más culto de su época, y la afirmación no es exagerada. Fue formado por san Basilio Magno y luego por san Gregorio Nacianceno. Esta riqueza, además, se extiende a la agudeza de su penetración psicológica. Su vasta obra se distribuye en libros que en su mayor parte se componen de pequeñas frases o aforismos dirigidos a describir o precisar situaciones particulares, o bien, en el caso de sus escolios, a comentar de forma muy breve algunos pasajes de la Escritura. Es justamente en esas pocas palabras que Evagrio es capaz de definir con precisión los diversos estados espirituales y psicológicos por los que puede atravesar el hombre.
Esta capacidad del autor se pone particularmente de manifiesto en su Tratado de las réplicas, donde en cada una de las breves introducciones a las frases bíblicas se describe la situación interior de la persona que las pronuncia. Esta descripción es ocasión para mostrar sutiles facetas propias de un monje que se encuentra tentado por los diversos demonios. Más allá del recurso a los demonios, lo que es propio de la cosmovisión teológica de Evagrio, es también ocasión de expresar detalles y particularidades propias de la psicología humana que se mantienen en el plano natural y que se extienden no solamente a los monjes sino a todos los hombres. Es justamente ésta una de las mayores riquezas que posee la obra evagriana.
Veamos un ejemplo. Cuando trata acerca del demonio de la fornicación describe los diversos modos de tentación que tal asalto puede producir en el monje, desde los más carnales y groseros hasta los más sutiles. «Contra el pensamiento que representa en mi mente una mujer casada…»[53], o bien «Para el alma que vacila y tiembla a causa del demonio que toca sus miembros —quien ha estado tentado por este demonio comprende qué es lo que digo—…»[54], son ejemplos del primer caso. En cambio, «Contra el pensamiento de tristeza, que surge en nosotros por las muchas tentaciones de fornicación que nos asaltan y arrancan nuestra esperanza…»[55], o «Contra el demonio que en mi mente me aconseja casarme con una mujer y convertirme en padre de familia y no permanecer de ese modo combatiendo continuamente con hambre y sed los pensamientos de fornicación…»[56], son ejemplos del segundo caso. No solamente se trata de replicar al demonio que presenta al alma la tentación más obvia —una mujer, por ejemplo—, sino que también Evagrio se preocupa por presentar las diversas facetas en que la tentación de la fornicación puede manifestarse: la tristeza, pues el monje ve que aún luego de años de vida penitente en el éremo, sigue siendo asaltado por tentaciones tan intensas y burdas y pierde entonces la esperanza de alcanzar el ideal de perfección que se había propuesto. O bien la tentación de abandonar la lucha propia del camino de vida que había elegido, optando no una por vida de desorden y pecado, sino por la vida lícita del hombre casado.
Es notable constatar que otros autores espirituales posteriores, sin conocer la obra de Evagrio, describieron situaciones semejantes. Adán Scott, premostratense del siglo XII, escribe en su Soliloquium de instructione animae, cuando pormenoriza las vivencias que lo asaltan durante sus crisis de acedía: «Pienso en muchas mujeres bellas y seductoras. Ellas son muy hermosas, muy suaves y muy dulces. Son bellas a la vista, suaves para abrazarlas y dulces para besarlas. [Cuando pienso en ellas] mi mente suspira, mi cuerpo se estimula, mi corazón desea alcanzar la culminación del placer y mi carne exulta»[57]. Y, un poco más adelante:
Yo creía que, al renunciar al mundo e ingresar en la vida religiosa, encontraría la paz y el reposo. Pero me veo, a la inversa, embarcado en el presente en grandes tribulaciones y dificultades, y en miserias peores que aquellas que podría haber sufrido en el mundo. Yo que, estando en alta mar, busqué un puerto seguro en el cual escapar a la violencia de los vientos y a la crueldad de los oleajes, ahora me siento más bien