Las leyes de la moral cósmica. Omraam Mikhaël Aïvanhov

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Las leyes de la moral cósmica - Omraam Mikhaël Aïvanhov

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que han cometido abusos sirviéndose de la religión, pero eso no quiere decir que hayan inventado las grandes leyes religiosas y morales. Las recibieron en herencia de los Iniciados que las descubrieron antes que ellos estudiando la naturaleza. La verdadera moral y la verdadera religión no son inventos humanos.2

      Cosecharéis lo que hayáis sembrado. Si estudiamos en detalle esta ley fundamental, si expandimos su significado, se convierte en un sistema rico y profundo, porque cada verdad esencial tiene aplicaciones en todos los campos. Explicada detalladamente esta ley, da nacimiento a todo un sistema filosófico, y por eso la religión tiene ahora tantas reglas y preceptos. Pero, en el fondo, en el origen de todas estas reglas, hay una sola ley: cosecharéis lo que hayáis sembrado, a la que, sucesivamente, se han añadido otras igualmente verídicas, y que son como una consecuencia, una expansión de la misma en el terreno filosófico. Por ejemplo, las palabras de Jesús: “Y como queréis que hagan con vosotros los hombres, también vosotros haced con ellos de igual manera...”

      Los que niegan y rechazan todas estas leyes fundamentales, se alejan cada vez más de la verdad; su alma se desgarra por las dudas y las incertidumbres, y eternamente son zarandeados. Sin embargo, la verdad es muy sencilla, está ahí ante sus ojos. Entonces, ¿por qué los pensadores actuales no quieren reconocerlo y proponen toda clase de teorías que inventan y están en desacuerdo con la Inteligencia cósmica? Ya no creen que exista una moral basada en las leyes de la naturaleza, y por tanto su razonamiento es falso, sus conclusiones son falsas también, y los que leen sus libros o les siguen, se creen todos sus errores y caen en el desorden, las angustias y las tinieblas. Os prevengo, mis queridos hermanos y hermanas, ¡cuidado! Debéis aprender a razonar y a juzgar. Si no tenéis criterios, cualquiera puede induciros a error. Vigilad pues, no os dejéis influenciar por unos intelectos humanos oscurecidos, seguid a la Inteligencia cósmica que ha ordenado y organizado tan maravillosamente las cosas.

      Aunque alguien no crea en Dios, no puede dejar de reconocer que existe un orden y, por tanto, una Inteligencia en la naturaleza. Que considere al menos el hecho de que cada simiente produce su semejante. ¿Cómo no ver en ello la obra de una inteligencia? Sólo con observar esta ley se verán obligados a cambiar su visión del mundo. Podemos no creer en Dios, pero no podemos dejar de creer que toda simiente se reproduce con exactitud, sea a través de una planta, de un árbol, de un insecto, de un animal, o de un hombre... Porque si no es una semilla, es un germen, un huevo. Esta ley es absoluta, y debe hacer reflexionar a toda la humanidad. Podéis permitiros ser ingratos, injustos, crueles o violentos, pero debéis esperar que, tarde o temprano, esta ley venga a aplicarse en vuestra vida. Por ejemplo, tendréis un hijo o varios hijos, y como se os parecerán, seréis los primeros que tendréis que sufrir a través de ellos por vuestro comportamiento. Aunque Dios no existiese, la Inteligencia cósmica está ahí, sin cesar tenéis pruebas de ello.

      Hacéis lo que os da la gana y creéis que nada se graba y que no seréis castigados... Creed lo que queráis, la Inteligencia cósmica ya lo ha grabado todo. En cada pensamiento, sentimiento o acto ponéis un germen que crecerá, y si os habéis mostrado ingratos, injustos, crueles, violentos, os volveréis a encontrar un día en vuestro camino las mismas ingratitudes, las mismas injusticias, las mismas crueldades, las mismas violencias; os volverán a caer sobre la cabeza veinte, treinta o cuarenta años después, y entonces empezaréis a comprender que existe una Inteligencia cósmica que lo graba todo.

      Dejad la Biblia y los Evangelios si queréis, dejad a los profetas, las iglesias, los templos, pero aceptad al menos esta ley, que es irrefutable: cosecharéis lo que sembréis. “Quién siembra viento, recoge tempestades” dijeron también los sabios que habían observado bien las cosas. En cuanto a los científicos, a los pensadores y a los escritores que quieren rechazar esta verdad, pues bien, también ellos se verán acorralados, mordidos, no podrán escapar a las consecuencias de sus actos, y entonces comprenderán. ¡Son tan inteligentes y no ven lo que es más sencillo!... Os diré incluso que a partir de esta ley se pueden restablecer todos los Libros sagrados del mundo entero; sí, sólo a partir de esta ley.

      La moral es una realidad, mis queridos hermanos y hermanas; son los humanos los que no quieren verlo y los que todavía discuten sobre Dios, sobre tales y cuales puntos de teología... Es inútil discutir, basta con saber que todo se graba, todo. Si el árbol logra grabar en su semilla las propiedades, los colores, las dimensiones, los gustos y los perfumes de los frutos, ¿por qué, entonces, no podría hacerlo el hombre? Y ¿por qué no la naturaleza? La naturaleza ha conseguido grabarlo todo, y la moral está basada justamente en la grabación, en la memoria de la naturaleza. Sí, la memoria. Porque la naturaleza posee una memoria que nada puede borrar. ¡Y tanto peor para el que no tome esta memoria en consideración! Ella sigue grabando día y noche las cacofonías, los estados espantosos que el hombre lleva en sí, y un buen día, éste es mordido, aplastado, aniquilado. Nadie puede escapar a esta ley, nadie ha sido nunca lo suficientemente poderoso para lograr escapar de ella: ningún emperador, ningún dictador, nadie. En la memoria de la naturaleza todo está grabado.

      Así que, cuidado con lo que estáis grabando. Todo lo que hacéis, todo lo que decís, todo lo que pensáis, todo lo que deseáis, se graba en las profundidades de vuestras células y, tarde o temprano, recogeréis sus frutos en vuestra vida. Si los hombres fuesen instruidos y razonables, si se vigilasen para no sembrar, plantar y propagar con sus pensamientos, sus sentimientos y sus actos semillas tenebrosas, negativas y destructivas, tendrían otro destino. No penséis que los que son buenos, generosos y llenos de amor, reciben siempre mal en vez de bien. Los que se apresuran demasiado en sacar conclusiones, propagan estupideces diciendo: “Haced el bien y cosecharéis siempre el mal...” No, esto es falso. El bien produce siempre el bien, y el mal produce el mal. Haced el bien, y os lo encontraréis aunque no queráis. Si hacéis el bien y os alcanza el mal, es porque aún hay gente en la tierra que se aprovecha y abusa de vuestra bondad. Pero debéis tener paciencia, debéis continuar, porque tarde o temprano serán castigados, serán sometidos por otros más fuertes y más violentos que ellos; y entonces, comprenderán, se arrepentirán y vendrán a reparar las faltas que cometieron con vosotros. Así es como el bien produce frutos, e incluso doblemente, porque en estos casos, el Cielo tiene en cuenta todo lo que habéis sufrido haciendo el bien, todas las desgracias que os sucedieron cuando no lo merecíais; lo tiene en cuenta, y la recompensa es doble.

      Evidentemente, haciendo el bien empezamos a menudo encontrándonos con el mal, pero la ley es inmutable: un día lloverá el bien sobre vosotros, y lloverá incluso sin cesar. Todavía no sabéis lo que es el bien, no sabéis hasta qué punto es poderoso y capaz de protegeros, de curaros, de iluminaros. ¡El bien tiene un poder increíble! Como los hombres no están instruidos, repiten lo que han oído sin ni siquiera verificarlo: “Haced el bien y recibiréis el mal...” Evidentemente, la fórmula tiene algo de verdad, ¿a quién se lo decís? Yo también me he dado cuenta, pero sólo es en apariencia y por poco tiempo, por muy poco tiempo. ¡Seguid haciendo el bien y veréis después!

      Los humanos necesitan ahora un saber sólido, verídico,

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